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jueves, 17 de septiembre de 2015

La extraña desmentida del “Doble Agente” Verbitsky


Recurre a un jefe aeronáutico acusado de crímenes de lesa humanidad que desmiente cosas que el libro no dice y a un peritaje inválido según su propio criterio.
dobleagente
La operación montada por Horacio Verbitsky contra “Doble Agente”, la biografía que escribí sobre él y publicada por Sudamericana, delata su desesperación y confirma sus métodos de topo servicial, que incluyen el hackeo de computadoras y mensajes privados, posiblemente por esbirros del ex jefe del Ejército, general César Milani, a quien desde el CELS convalidó tres ascensos militares pese a su responsabilidad en la desaparición de un soldado conscripto en los años de plomo y su solidaridad con los grupos carapintada en los intentos de golpe contra el gobierno de Raúl Alfonsín.
Con dos semanas de anticipación a la publicación del libro, a cuyo contenido accedió incluso antes que la editorial, Verbitsky cubrió 6 páginas de la edición del domingo 16 de agosto del diario paraestatal Página/12 con testimonios a su favor. El más notorio, el del ex comandante de la Fuerza Aérea Argentina (FAA), Omar Domingo Rubens Graffigna, en una entrevista “casualmente” publicada un día antes por otro diario paraestatal, Buenos Aires Herald. La entrevista telefónica al ex jerarca de la dictadura, de 89 años y en prisión domiciliaria, acusado de crímenes de lesa humanidad (7 casos de desaparición de personas y 9 de torturas) fue realizada, además, por una admiradora personal de Verbitsky y, con toda probabilidad, bajo sus directivas.
Allí Graffigna negó que Verbitsky hubiere participado en la elaboración de sus discursos en los años de la dictadura. Cabe acotar, sin embargo, que en el libro nunca dijimos que Verbitsky conociera personalmente o trabajara directamente con Graffigna, sino que colaboraba con el “Cadete” Juan José Güiraldes, que era quien mantenía la relación con el Comando en jefe de la FAA y redactó los discursos de cuatro sucesivos comandantes: Héctor Luis Fautario, Orlando Ramón Agosti, Omar Domingo Rubens Graffigna y Basilio Lami Dozo. Los tres últimos integraron, por la FAA, las sucesivas juntas de comandantes de la dictadura militar. Esto es, la máxima autoridad del llamado “Proceso de Reorganización Nacional (PRN)”.
En el libro demostramos, con evidencia física irrefutable, que Verbitsky manuscribió 34 páginas que en gran parte fueron incorporadas a un discurso que Graffigna pronunció el 10 de agosto de 1979 en Jujuy, en ocasión del día de la Fuerza Aérea. Verbitsky colaboraba entonces con Güiraldes, un comodoro retirado pero de activo vínculo con la FAA, de la que era un ideólogo e intelectual influyente en la alta oficialidad militar, con la que nunca cortó relaciones, aunque mantuvo disensos en torno de la represión, que aconsejaba realizar por medios legales.
Verbitsky busca pintar a Güiraldes, viejo conocido y protector suyo, con el que participó en el derrocamiento del gobierno de Illia desde la revista Confirmado (Güiraldes como Director, Verbitsky primero como Secretario y luego Jefe de Redacción) como un militar retirado en 1951, de nulos vínculos con la dictadura y de pintoresca afición a la tradición: una suerte de militar gaucho que bailaba malambo.
Sin embargo, en los archivos de la familia Güiraldes constatamos la estrecha relación que Güiraldes mantuvo con los altos jefes militares durante la dictadura. Entre otras cosas, participó, por la Fuerza Aérea, en la redacción de documentos liminares del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, fechados en octubre de 1975, realizó el 25 de marzo de 1976, día posterior al golpe, una evaluación de la situación, envió en abril de 1978 una carta al ministro del Interior, Albano Harguindeguy, congratulándose de la marcha del PRN, y gestionó con éxito ante el mismo Harguindeguy la liberación de militantes revolucionarios detenidos por hechos de sangre.
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Documentos preparatorios del golpe fechados en octubre de 1975, en cuya redacción participó Güiraldes.

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Documento de evaluación de Güiraldes inmediatamente posterior al golpe de Estado, 25 de marzo 1976.

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Carta de Güiraldes al ministro de Interior de la dictadura, General Albano Harguindeguy, 26 de abril 1978.

En los archivos de Güiraldes, quien a su muerte en 2003 dejó como albacea y custodia de los mismos a su hijo Pedro, encontramos también varias carpetas de los discursos de los jefes de la Fuerza Aérea, de quienes era el “speechwriter”. Una de esas carpetas incluye un manuscrito de 34 páginas para el discurso que el brigadier Graffigna (jefe de la FAA entre 1979 y 1982) pronunció el 10 de agosto de 1979 en Jujuy, en ocasión del día de la Fuerza Aérea. El manuscrito coincide en más de un 70 % con el texto leído por Graffigna, según consta en un volumen de discursos de Graffigna del año 1979 que encontramos en los archivos de Güiraldes y también en la Biblioteca Nacional Aeronáutica (BINAE), que hoy funciona en el tercer piso de Paraguay 748, en un edificio del Círculo de la Fuerza Aérea. Enfrente de ese edificio tenía su oficina Güiraldes y allí concurría Verbitsky en 1979. Pedro Güiraldes lo veía, casi a diario, cuando pasaba por la oficina de su padre a la salida del servicio militar que cumplía en la secretaría del Ejército, entonces a cargo del general Bignone, el último presidente del PRN.
Carpeta donde se hallaron los manuscritos de Verbitsky
Carpeta donde se hallaron los manuscritos de Verbitsky
Cuando Pedro Güiraldes encontró la carpeta con el manuscrito, comparó primero la grafía con la de otros colaboradores de su padre. Ninguna correspondía. Luego obtuvimos tres manuscritos de Verbitsky, en dedicatorias de sus libros, y un cuarto en una tarjeta de salutación. La similitud saltaba a la vista. La conclusión era obvia: Verbitsky había sido el ghostwriter de al menos un discurso de Graffigna en 1979, cuando la dictadura, incluida la Fuerza Aérea, seguía desapareciendo gente y él vivía, supuestamente, en la clandestinidad.
No obstante, consideramos que para validar (o invalidar) nuestra conclusión era necesario realizar peritajes caligráficos. La persona que nos mostró una de las dedicatorias y la salutación se negó a que esos papeles fueran sometidos a peritaje. De las otras dos, una aceptó, pero con resguardo de su nombre. Tal profesional estuvo entre quienes ayudaron enormemente a Verbitsky a superar la presión judicial en los años del menemismo, cuando Verbitsky denunciaba la corrupción. La otra persona no puso esa condición, pero en el libro no fue identificada, para darle un trato igual a la que pidió reserva de identidad.
Así, dos dedicatorias de puño y letra de Verbitsky fueron cotejadas por los calígrafos Marcela Castelli y Fernando Romay con el manuscrito de 34 páginas. Ninguno de ellos sabía de qué persona se trataba. Ambos coincidieron en que los tres manuscritos (todos originales) correspondían al mismo “puño escritor”. Esto es, al de Horacio Verbitsky.
Cuando, en mayo pasado, adelantamos este hallazgo, Verbitsky reaccionó arropándose en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), institución que preside y que emitió un comunicado acusándonos de mentir para difamar a Verbitsky y atacar la lucha en favor del juzgamiento de los crímenes de la dictadura.
Tristemente, es el mismo patrón que en el albor de la recuperada democracia, cuando comenzaron las citaciones y los juicios a los principales responsables y más notorios ejecutores de la represión ilegal, estos buscaron evitar rendir cuentas diciendo que se trataba de “un ataque a las FF.AA. en su conjunto”.
Para acusarnos de mentir y difamar, el CELS se limitó a exhibir unas pocas líneas de un escrito aportado por Verbitsky que, según él, correspondía a las notas que había tomado en 1985, cuando cubrió el juicio a las Juntas del Proceso.
Verbitsky se paseó también por estudios de radio y TV, negando lo evidente. Varias personas notamos que las pocas líneas de manuscrito exhibidas al pasar por él y difundidas en Twitter por el CELS, aunque en letra más pequeña, en papel cuadriculado, con abreviaciones y escrito a velocidad diferente, pues eran notas de un juicio oral, guardaba notables similitudes con el manuscrito del discurso de Graffigna.
Así lo notó también el periodista Nicolás Diana, quien entrevistó a Verbitsky para la revista Noticias y expuso en un recuadro la perfecta identidad entre algunas palabras del manuscrito que Verbitsky reconocía como propio y el del discurso de Graffigna.
A simple vista se percibe la similitud manifiesta entre el texto ofrecido por Verbitsky para refutar en la revista Notidias y el original del discurso
A simple vista se percibe la similitud manifiesta entre el texto ofrecido por Verbitsky para refutar en la revista Noticias y el original del discurso.
Diana pidió a Verbitsky que le suministrara más cuerpo de escritura propia, pero Verbitsky se negó. Cabe acotar aquí que en el alegato que el mismo Verbitsky realizó en ocasión del juicio por injurias que el expresidente Menem le hiciera en los 90s, dijo ante la jueza Laura Garrigós de Rébori, actual titular de la agrupación kirchnerista Justicia Legítima, que guardaba seis cuadernos con notas manuscritas del juicio a las Juntas (1985). Extrañamente, no los ofreció para el examen ni a nosotros, ni a los profesionales leguleyos del CELS ni a la revista Noticias.
Sin tener a disposición el original del manuscrito original que Verbitsky “mostró” de refilón y en cuentagotas, pedimos a la calígrafa Marcela Castelli que hiciera un peritaje “morfológico” (esto es, limitado a la forma de la escritura, al no poderse peritar papel ni que el manuscrito estuviera realizado por un mismo instrumento de escritura). Aunque menos concluyente, la conclusión apuntó otra vez a que el “puño escritor” de Verbitsky era el mismo del manuscrito para el discurso de Graffigna.
Cuando publiqué los primeros hallazgos en mayo, Verbitsky señaló que los peritajes caligráficos no eran válidos pues, dijo, no habíamos contado con escritura suya original (lo que es falso), que el “cuerpo de escritura” para cotejar no era suficiente (lo que también es falso, se puede peritar hasta una mera firma) y que para arribar a una conclusión debían compararse manuscritos que no difirieran mucho en el tiempo (lo que es relativo, aunque sí es un elemento a tener en cuenta).
Sin embargo, el 16 de agosto, en su desmesurado ataque a un libro que aún no se había publicado, Verbitsky no se limitó al “testimonio” de Graffigna (cuya suerte judicial depende del juez federal Daniel Rafecas, el mismo que desestimó con inusitada velocidad e ignorando las escuchas telefónicas adjuntas a la denuncia del difunto fiscal Nisman contra la presidenta Cristina Kirchner, medida que Verbitsky elogió calurosamente). En esa edición, en la que se autodedicó 6 páginas y la tapa de Página/12 con una foto de Graffigna y el título de su “desmentida” mientras el país se conmovía por los 25.000 evacuados que habían provocado las inundaciones, Verbitsky dio cuenta de un “peritaje” realizado sin los originales del manuscrito del discurso de Graffigna (por ende, inválido, según él mismo había dicho en mayo pasado) y en el que el cotejo no fue contra viejos manuscritos suyos, sino contra escritura que él mismo realizó en presencia de la calígrafa. Esto es, un texto 36 años posterior al que debía cotejarse (ergo, también inválido según Verbitsky dijo inicialmente) y que pudo distorsionar a voluntad. Verbitsky incurrió además en el ridículo de exhibir fotos de él y la calígrafa en plena tarea de peritaje, cual show en vivo. El saber popular resume bien ese tipo de efectos: “para la gilada”.
Por otra parte, Graffigna mintió abiertamente en el reportaje telefónico que le hiciera la reportera Luciana Bertoia al decir que él mismo escribía sus discursos. En los archivos de Güiraldes constan varias carpetas con manuscritos y hojas mecanografiadas de discursos del entonces jefe Aeronáutico, que realizaba el equipo encabezado por “el Cadete” e integrado por Verbitsky.
En “Doble agente” consignamos, además, en base a tres testimonios independientes entre sí, que Güiraldes “guardó” a Horacio en los inicios de la dictadura en la estancia “La Santa María”, en San Antonio de Areco. Quien primero nos hizo esa revelación y afirmó incluso que “el Cadete” lo había llevado a Horacio a su estancia de Areco el mismo 24 de marzo, fue Felipe Solá. Luego Juan Güiraldes, hijo mayor del “Cadete”, y Edgardo Carranza, un ingeniero que trabajó con él, fue luego asesor de la Comisión de Transporte de Diputados e incluso hizo de correo personal entre Güiraldes y Verbitsky, corroboraron la información de que Güiraldes había “guardado” a Verbitsky en Areco, aunque sin precisar en qué momento le había dado esa protección.
Y contamos muchas cosas más, hasta ahora desconocidas, sobre la vida del periodista y presidente del CELS.
Verbitsky accedió a una versión preliminar de “Doble agente” entre el 25 y 26 de julio y salió en búsqueda de auxilio para desmentir por anticipado su contenido. Fue otra de una larga saga de maniobras con las que intentó abortar el libro: el primero había sido una biografía “preventiva”, por él controlada, para lo cual incluso nos entretuvo casi dos meses con la promesa de una entrevista que descartó poco antes de que se publicara su hagiografía.  Tal vez pensó que así inhibiría la publicación de nuestra investigación. Luego se hizo ilícitamente de una versión casi completa del contenido del libro, incluso antes que la editorial, presionó a algunas fuentes (como a Sergio Bufano, ex militante de las Fuerzas Armadas de Liberación, autor del reciente libro “Perón y la Triple A” y editor de la revista-libro “Lucha Armada”) e intentó amedrentar al editor insinuando el argumento legal de la “real malicia”.
Lo cierto es que a lo largo de 18 meses tres personas (quien esto escribe, Marina Dragonetti y Sergio Serrichio) hicimos una investigación seria y documentada sobre Verbitsky y que él rehusó darme una entrevista personal, negativa que mantuvo incluso cuando le informé que contaba con los documentos cuya validez ahora niega. Quería que se los envíe, sin comprometerse siquiera a responderme.
Verbitsky se contradice a sí mismo, y no sólo respecto del peritaje caligráfico. En su operación del 16 de agosto en Página/12 y en una entrevista por Radio Nacional dijo que había pasado el 24 de marzo de 1976 y la semana posterior junto a Teobaldo Altamiranda, un ex piloto de Aerolíneas Argentinas y militante peronista. Sin embargo, en la respuesta por escrito a preguntas que le enviamos por correo electrónico, nos había dicho que lo pasó en su casa, con su esposa, escuchando las noticias “siniestras” por la radio. En esa misma entrevista radial, en un revelador lapsus dijo incluso que el manuscrito del discurso de Graffigna “creo que no es …. estoy seguro que no es mi letra”.
También mintió cuando en una entrevista en Visión 7, por la TV Pública, la periodista Cecilia Laratro le preguntó cómo conocía el contenido del libro. Dijo que yo mismo lo había difundido, lo que es falso. Lo único que había anticipado, en mayo pasado, fue la cuestión del manuscrito y las Memorias del Instituto Argentino de Historia Aeronáutica Jorge Newbery que, con un subsidio expresamente autorizado por el comando en Jefe para Verbitsky, entre octubre de 1978 y marzo de 1979 le pagó una remuneración mensual de 700.000 pesos de entonces (a valore de hoy, unos 45.000 pesos, o 3.000 dólares por mes) a cambio de un trabajo. Luego, en 1981, el mismo Instituto, financiado por el Comando en Jefe de la FAA, volvió a contratar a Verbitsky.
Ejemplares de las Memorias 1975-79, donde se da cuenta de la contratación de Verbitsky y las sucesivas entregas de su trabajo y los correspondientes pagos, constan en el archivo de la familia Güiraldes y también, descubrimos a posteriori, en la Biblioteca Nacional. Horacio González, el director de la BN, constató personalmente la autenticidad de ese documento y prometió resguardarlo de posibles adulteraciones (su autenticidad había sido puesta en duda por Alberto Moya, esbirro y Community Manager de Verbitsky, de quien maneja la cuenta en Twitter, al tiempo que actúa como cancerbero de sus entradas en Wikipedia.

Labor de su primera comisión directiva
Número de inventario y fecha de aprobación del ejemplar donado en 1979 Ambas cosas ocurrieron durante la dictadura
codigo
De arriba hacia abajo: Ejemplar de las “Memorias 1975-79” del Instituto Argentino de Historia Aeronáutica Jorge Newbery que obra en la Biblioteca Nacional (BN). En las Memorias consta la contratación de Verbitsky con fondos aportados por el Cdo en Jefe de la Fuerza Aérea y los sucesivos avances y pagos por su trabajo; Página de Catalogación de la BN, en 1973; su respectivo código.

A posteriori, también hallamos dos ejemplares originales más de las “Memorias” 1975-79 en la Biblioteca Nacional de Aeronáutica (BINAE), una ingresada en 1979 y otra en julio de 1990, por donación de la familia del comodoro Santos Domínguez Koch, quien había presidido el Instituto Jorge Newbery. En la BINAE también consta un ejemplar de las “Memorias” de 1980 a 1983, donde consta la segunda contratación de Verbitsky, para la edición final del libro “Aeronáutica Argentina, ayer, hoy y mañana”. No pudimos hallar, en cambio, ejemplares de ese libro, que tal vez nunca se publicó: la guerra de Malvinas y la debacle final de la dictadura pudo haber desbaratado el programa de actividades del Instituto.
Pudimos encontrar más ejemplares de estos documentos, pues la última página de las Memorias 1975-79 que constaban en el archivo de Güiraldes daba cuenta de cómo se distribuirían los 50 ejemplares originales que se imprimieron. El primero de ellos era para el Comandante en Jefe de la FAA. Esto es, para el brigadier Graffigna.
portada real del ejemplar encuadernado
Memoria 5 ejercicio
Lista de distribución de los 50 ejemplares realizados
Ejemplares de las “Memorias” hallados en la Biblioteca Nacional Aeronáutica, página donde consta la donación de un ejemplar del comodoro Santos Domínguez Koch, quien fuera presidente del Instituto Jorge Newbery, y lista de distribución de los 50 ejemplares de las Memorias 1975-79, donde consta la primera contratación de Verbitsky. La Copia número 1 fue enviada al entonces Comandante en Jefe de la FAA, Brigadier Omar Graffigna.

Graffigna es ahora la principal “coartada” de Verbitsky. En rigor, en “Doble agente” nunca dijimos que Verbitsky conocía directamente o tenia trato personal con Verbitsky. Su desmentida es de una afirmación que en rigor no hacemos.
El ex jefe Aeronáutica, de 89 años seguramente quiere pasar tranquilo los últimos años de su vida, Y sabe que Verbitsky tiene fuerte influencia en el sistema judicial. Es paradójico, de todos modos, que el presidente del CELS y autoerigido gran fiscal de la Nación, se refugie en las palabras de un acusado de crímenes de lesa humanidad, a las que da carácter de palabra santa. En nuestra biografía nos atuvimos a testimonios creíbles. Excluímos, por no contar con suficiente corroboración, los de varios represores que nos dijeron de actos muchísimo más graves de Verbitsky, desde la comisión de atentados terroristas hasta la delación de militantes montoneros a la Policía Federal. Preferimos no incluir esas denuncias, mientras no pudiésemos corroborarlas de modo fehaciente.
Verbitsky debería reconsiderar su estrategia de defensa. Se le puede volver en contra, como un búmeran.

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