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viernes, 21 de agosto de 2015

La oscura historia detrás de la Tita y la Rhodesia

Posiblemente no exista, para el paladar de los consumidores argentinos, golosinas clásicas tan populares como la Tita y la Rhodesia. A través de los años ambas se han ganado el cariño y simpatía de un pueblo entero, pero la desconocida historia detrás de estas golosinas revela oscuros entramados de infidelidades, asesinatos y envidias.
La Tita fue creada por Edelmiro Carlos Rhodesia en 1949 y la Rhodesia nació posteriormente, cuando la fábrica ya estaba en manos de Terrabusi. Rhodesia fue un joven empresario, pionero en la industria alimenticia argentina hacia finales de los años 40. Nació en Lobos, provincia de Buenos Aires en 1895. Edelmiro Carlos fue a la escuela primaria en Buenos Aires, por eso debió alejarse de sus padres y hermanos y hospedarse en casa de su abuela. Cerca de 1943 retorna a su Lobos natal donde conoce a una viuda quién dos años después sería su mujer, Lidia Martinez de Terrabusi.
Se especula que habria sufrido innumerables infidelidades por parte de Lidia y el anecdotario de su vida cuenta con pintorescos datos sobre esto. Valga el ejemplo de la creación de hasta hoy comercializada galletita Melba. La historia cuenta que en 1947 nace su primer y única hija, Melba, a quien Edelmiro Carlos no aprecia demasiado porque extrañamente su tez era oscura (siendo tanto él, como su mujer, de piel trigueña). Esto lleva a producir grandes conflictos y discusiones con su esposa sobre la paternidad de su hija. Posteriormente éste fue el nombre con que también se bautizó a la golosina: Melba, galletitas de chocolate con relleno sabor a limón, casi una metáfora de acidez entre la dulzura.
Una tarde de 1949, Rhodesia, agobiado por el trabajo en el Liceo Militar de Lobos, decide hacer un postre casero que había aprendido a cocinar en sus años de estudiante. El postre consistía en dos galletitas dulces rellenas recubiertas con un baño de chocolate. Melba, de dos años en aquel momento, al no poder pronunciar correctamente la palabra “galletita” la nombraba “Tita”, y fue así como la preparación fue bautizada.
Meses después, Edelmiro fundó su pequeña empresa familiar de golosinas y comenzó a comercializar masivamente sus productos , Para 1955 la Tita ya era un clásico.
Pero no todos veían con buenos ojos el ascenso de Rhodesia. La familia Bagley, familia productora de golosinas tradicional, sufrió increíbles
pérdidas y estuvo cerca de declararse en bancarrota. En marzo de 1956, Roberto Bagley, joven heredero de la fortuna de su familia, disparó repetidas veces sobre la espalda de Edelmiro mientras éste preparaba dulce de leche repostero. Rhodesia murió al instante. Bagley estuvo prófugo varios meses hasta que fue capturado en Holanda.
En la primavera de 1963, Lidia Martinez vendió la empresa de Rhodesia al primo de su ex marido, José Felix Terrabusi.
En honor a este mártir de la historia de los baños de chocolate, el 1 de julio de 1974 la empresa Terrabusi puso a la venta una de sus más comercializadas golosinas, “la Rhodesia“.
Hasta el momento de su fallecimiento en 1989 Lidia jamás hizo declaraciones públicas sobre el asesinato de su último marido, algo que para todos, sencillamente sigue siendo un misterio.



Los curas republicanos que Franco asesinó y que la Iglesia quiere condenar al olvido

Eran ‘curas sociales’. Luego, en los sesenta y setenta, sus sucesores serían llamados ‘curas obreros’, o ‘curas rojos’, pero en 1936 ellos eran sólo ‘curas sociales’. Pensaban que era compatible la religión católica con la justicia y con la democracia, con el trabajo digno y con un salario justo. Y por eso fueron liquidados por Franco y condenados al olvido por los jerarcas católicos que bendijeron  a los rebeldes y les llamaron ‘santos cruzados’.

El número de estos sacerdotes republicanos exiliados, encarcelados o asesinados por el franquismo no es aún conocido, pero un grupo de historiadores coordinado por el catedrático Feliciano Montero ha rasgado el velo del olvido y ha publicado un libro que demuestra que no todos los sacerdotes españoles estaban ni con Pío XII ni con el cardenal Gomá, y mucho menos con Franco. Pero, eso sí: estos curas republicanos y mártires jamás subirán a los altares.

En definitiva, los “curas republicanos”, los “curas rojos”, aquellos sacerdotes que tuvieron la osadía de apoyar la Segunda República y colaborar con ella, lo pagaron muy caro: han sido doblemente olvidados, doblemente represaliados. Como el resto de los vencidos, sufrieron la represión política del régimen de Franco; es decir, muerte, cárcel y exilio; pero, también, la represión eclesiástica: desarraigo, ostracismo, sanciones canónicas y excomuniones… y, sobre todo, el silencio ominoso y el olvido.

Su pecado fue mortal, porque constituían la prueba viviente de que era posible ser católico y republicano, sacerdote y demócrata, de que la guerra civil no era una ‘cruzada’… y mucho menos ‘santa’, como sostenía el cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España, quien escribiera: “¿La guerra de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios […] contra la verdadera España, contra la religión católica”, calificando a Franco como un “instrumento de los planes de Dios sobre la Tierra”. ¿Eran ateos los sacerdotes asesinados por los franquistas? No, y nunca serán beatificados… pero han roto el mito de que sólo el bando republicano represaliaba a las sotanas.

A los altares nunca subirá, por ejemplo, Francisco González Fernández, el maestro y cura de Mijas (Málaga) asesinado en enero de 1938, con tan sólo 41 años, por las hordas franquistas después de un juicio sumarísimo. Su gran pecado fue el haber sido y ser republicano. Antes, esas mismas hordas habían asesinado, por ejemplo también, a Matías Usero, por el mismo delito, y esos mismos rebeldes asesinaron a un número incontable de sacerdotes republicanos o nacionalistas vascos y catalanes por el gran pecado de no condenar una sublevación deshonrosa y traidora.

Las biografías de González y Usero, mártires republicanos asesinados por el fascio esdpañol, son sólo dos de las diez que recoge el libro Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la guerra civil, coordinado por el catedrático emérito de la Universidad de Alcalá Feliciano Montero y los historiadores Antonio César Moreno y Marisa Tezanos y publicado por la editorial Trea. Este libro esclarecedor realiza recorridos vitales muy distintos, aunque todos ellos trágicos: desde el asesinato ya comentado de Usero y González hasta el exilio de Luis López-Dóriga, Juan García Morales, Joan Vilar i Costa y Leocadio Lobo, o el encarcelamiento y posterior ostracismo de Cándido Nogueras y Régulo Martínez.

Hasta ahora, los ‘mártires por la Santa Cruzada’ española lo eran por haber sido represaliados por el bando republicano. La propia Iglesia y el franquismo silenciaron las matanzas que en nombre de Dios cometieron los sublevados contra combatientes, civiles y sacerdotes republicanos. Hasta ahora, los curas asesinados durante la Guerra Civil lo habían sido por un bando, por los ‘rojos’. Pero el grupo de historiadores coordinado por Montero se ha propuesto recuperar la memoria histórica y rescatar una verdad incómoda para la Iglesia oficial.

De momento, han recuperado sólo la memoria de diez de estos sacerdotes, sus avatares y el marco socio-político en el que se desarrollaron. Pero según ha confirmado a cuartopoder.es el propio Montero, “eran un grupo minoritario [los curas republicanos], pero no era algo tan excepcional como nos han querido hacer ver”. Porque poco a poco se tienen constancia de nuevos caso. Por ejemplo, de otros dos sacerdotes que merecen ser investigados y que estos historiadores piensan incluir en su próximo libro: Bernardo Blanco Gaztambide y Teodoro Santos Vicente, ambos asesinados por el ejército faccioso.

Estos historiadores tienen la intención de proseguir con una investigación en la que, sin embargo, las puertas de los archivos eclesiásticos permanecen cerradas. Claro, que ahora soplan nuevos vientos en la Iglesia con el Papa Francisco y cabe una última posibilidad.

La otra historia: la de los curas vascos

En el libro coordinado por Montero han quedado al margen los sacerdotes nacionalistas -especialmente los vascos- represaliados o simplemente asesinados por el franquismo, o en este caso por el carlismo reaccionario. Pero seguramente se abordará en un volumen posterior, porque ahora empiezan a rescatarse del olvido casos que podrían explicar con una nueva luz la historia reciente de España.

Por ejemplo, el de José Sagarna Uriarte, fusilado por los franquistas el 20 de octubre de 1936. Su ‘pecado’ fue grave: llevaba un año ordenado sacerdote cuando un asunto privado le granjeó la inquina de un prócer de Berriatúa (Vizcaya), en cuya parroquia era auxiliar: “Al parecer, un señor importante tenía relaciones extramatrimoniales y mi tío denunció esa conducta como impropia en el sermón, sin nombrarlo. El hombre le delató a las tropas franquistas”, llegó a revelar su sobrina Izaskun, que fue alcaldesa del PNV de Zeanuri.

El cura Sagarna es uno de los 16 religiosos vascos asesinados en los primeros meses de la Guerra Civil, otra más de las víctimas silenciadas, como también lo fue Celestino Onaindía, ejecutado el 28 de octubre de 1936 en Hernani. Tenía 38 años y volvía de oficiar un entierro. Le esposaron y llevaron a la cárcel de Ondarreta, donde estuvo ocho días. Le fusilaron sin juicio, sólo por ser un sacerdote vasco. La orden de ejecución apareció después en un archivo de Galicia. Murió entonando un Tedeum bajo las balas. Como triste paradoja, ese mismo día, en 2007, 71 años después, la jerarquía celebró la beatificación de otros muertos como él… pero ejecutados por el bando republicano.

Hay otros ejemplos dentro de la iglesia vasca, como el de Aita Patxi, un cura al que en Euskadi se recuerda gritando “¡Desertar es pecado!”, mientras la aviación franquista batía una y otra vez las posiciones de republicanos y nacionalistas vascos en el monte Gorbea.

Con su altar móvil y con el ayuno a cuestas, Victoriano Gondra Muruaga, religioso pasionista, capellán del batallón Rebelión de la Sal, recorría los frentes en los que las tropas leales a la República combatían a los sublevados. Hecho prisionero a punta de pistola por un cura carlista pasó de campo de concentración a campo de concentración. Una víctima más del régimen oprobioso. Pero, siete décadas después de todo aquello, los sucesores en la silla de San Pedro sólo ven mártires a un lado de la historia.

http://www.cuartopoder.es/enlegitimadefensa/2014/05/19/los-curas-republicanos-que-franco-asesino-y-que-la-iglesia-quiere-condenar-al-olvido/26

¿Los kemalistas vendian los cuerpos de los griegos y armenios para uso industrial?

Hilados de un cargamento de Huesos Humanos: The New York Times (23 de diciembre 1924)

En 2013, el historiador Vlassis Agtzidis descubrió tres informes periódicos de 1 924, que describe cómo la administración de Mustafa Kemal Ataturk (los kemalistas) envió 400 toneladas de restos humanos (aproximadamente 50 mil cuerpos humanos) hasta el puerto de Marsella, Francia a bordo de un británico marcado barco. Los informes aparecieron en The New York Times, un periódico Midi francés y un periódico griego Macedonia. Los informes de prensa describen cómo los restos humanos se originaron en el puerto de Mudanya, en el Mar de Mármara en Turquía. Agtzidis sostiene que los restos de estos cadáveres podrían haber sido destinados para el uso industrial.
La práctica de convertir los huesos humanos en fertilizante no era poco común en la primera parte del siglo 19, y en particular después de la batalla de Waterloo (1815). En The Independent (03 de agosto 2014) Robert Fisk escribe:
"Después de Waterloo, los huesos de los muertos - de Wellington británicos y prusianos de Blücher francesa y de Napoleón - fueron transportados por volver a Hull para su uso como fertilizante para la tierra verde y agradable de Inglaterra, mantillo militar desde los 1815 campos de batalla que también produjeron los dientes frescos para ser reutilizado como dentaduras para los vivos ".
La investigación realizada por Joe Turner en marzo de 2015, reveló evidencia creíble de los periódicos a lo largo de más de 80 años, que existía un comercio internacional de hueso durante el siglo 19.
Según Agtzidis, Francia era pro-turco durante el período en cuestión y que no habría sido un problema ético para ellos comprar los huesos de las víctimas muertas para uso industrial.
El artículo del New York Times del 23 de diciembre 1924, escribió: "
Marsella es excitado por una historia extraña de la llegada a ese puerto de un buque que enarbole la bandera británica y nombró el Zan transportaba una carga misteriosa de 400 toneladas de huesos humanos consignados a los fabricantes de allí. Los huesos se dice que se han cargado en Mudania en el Mar de Mármara y ser los restos de las víctimas de masacres en Asia Menor. En vista de los rumores que circulan, se espera que una investigación se instigó ".
Acerca de la carga de que se trate, el periódico francés Midi publicó un reportaje titulado Una carga Mournful 'y escribió:
"Hay un gran debate sucediendo en la actualidad en Marsella sobre la próxima llegada a bordo del buque de carga Zan de un cargamento de restos humanos que se transportaban 400 toneladas de restos humanos para las industrias en Mareilles. Estos restos humanos provienen de los campamentos de masacres armenias en Turquía y de Asia Menor, en particular ".
En el 24 de diciembre 1924, el periódico griego Macedonia informó que el Zan de hecho llegan al puerto de Salónica, sin embargo el contenido de la carga no se informó públicamente. Salónica en ese momento estaba llena de supervivientes del genocidio por lo que es posible que las autoridades optaron por mantener el contenido de carga en secreto, para no ofender a los sobrevivientes del genocidio griego.

A pesar de esto, sin embargo, los trabajadores en el puerto de Salónica eran conscientes del hecho. En su libro titulado Crónicas de la Gran Tragedia, C. Angelomatis establece que los trabajadores en el puerto reaccionaron a los contenidos de la carga, pero las autoridades griegas no se les permitió tomar medidas debido a la intervención británica.

Angelomatis escribe:
"Periódicos atenienses publicaron la noticia de la siguiente manera:" El acoplamiento en el puerto de Salónica de la nave Inglés Zan de Mudania ha transferido cuatrocientas toneladas de cuerpos griegos muertos. Los trabajadores en el puerto que hizo la revelación, impidieron que el buque de vela de distancia, pero el cónsul británico intervino y la nave se le permitió navegar en '. "
Angelomatis añade:
"Ellos eran los huesos de los héroes griegos ... eran los huesos de nuestros soldados griegos que murieron ya sea en masa, o se hicieron a morir lentamente en los campos de exterminio, el peor de los cuales era el campamento de Usak." 

http://www.greek-genocide.net/index.php/overview/miscellaneous/279-did-the-kemalists-sell-the-bodies-of-greeks-for-industrial-use