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sábado, 28 de marzo de 2015

Un gigante vivió hace 1.000 años en al-Ándalus

Mandíbula del gigante y otra mandíbula normal. / VICIANO ET AL.
Hace un milenio, un gigante vivió en una población judía empotrada en la al-Ándalus musulmana del sur de la península Ibérica. La rocambolesca historia de su hallazgo se remonta al 20 de octubre de 2006, cuando un vecino de Lucena (Córdoba) sacó a su perro a pasear. La zona sur del pueblo estaba removida por las obras para construir una nueva carretera de circunvalación. Después de corretear por el terreno, el perro regresó con algo extraño en la boca. Era un fémur humano.
Nervioso, el dueño de la mascota llamó a la Policía Municipal y, en medio del desconcierto, el fémur acabó también rodeado por agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, presentes en el pueblo, de 43.000 habitantes. Daniel Botella, el arqueólogo municipal, recuerda que le llamaron aquella misma noche. Había más huesos desperdigados. “En un principio se pensó que eran fosas de la Guerra Civil”, recuerda. Pero, tras una buena inspección, se llegó a otra conclusión: aquello era un enorme cementerio judío con centenares de tumbas. Y en una de ellas se encontraban los restos de un gigante que murió a los 30 años y fue enterrado, desnudo y envuelto en un sudario, con la cara mirando a Jerusalén.
“La maquinaria pesada utilizada para construir la nueva carretera de Lucena se llevó parte de sus piernas por delante, así que no podemos confirmar su estatura”, reconoce el antropólogo Joan Viciano, que estudió sus restos cuando trabajaba en la Universidad de Granada. Sin embargo, los científicos hallaron una “mandíbula enorme” y otros huesos de gran tamaño que sugieren “un probable caso de gigantismo”, según los resultados de años de investigación que se acaban de publicar en la revista especializadaAnthropologischer Anzeiger.
Vista aérea de la necrópolis de Lucena (Córdoba). / MUSEO DE LUCENA
El presunto gigante vivió alrededor del año 1050, según dataciones con carbono 14 en puntos cercanos a su tumba. Era el ocaso del Califato de Córdoba. El pueblo de Lucena se llamaba entonces Eliossana (“Dios nos salve”, en hebreo) y vivía su máximo esplendor. Funcionaba como una ciudad judía independiente del poder islámico de Córdoba, Sevilla y Granada. “Los musulmanes y los cristianos tenían prohibida la entrada al interior de su recinto amurallado”, explica Botella, director del Museo Arqueológico y Etnológico de Lucena. Según Ibn Hawqal, un viajero musulmán del siglo X, Lucena era la ciudad en la que los judíos castraban a los esclavos para destinarlos a los palacios de los mandatarios musulmanes.
Aquel judío de 30 años debió de llamar la atención en un poblado en el que la estatura media era de 1,69 metros. La longitud de su mandíbula era de 10 centímetros, frente a los 7,5 de media del resto de esqueletos hallados en la necrópolis. El equipo de científicos que ha analizado sus restos compara el caso con el de Cornelius Magrath, un gigante irlandés que vivió entre 1736 y 1760. Era tan alto que, cuando murió, los alumnos del Trinity College de Dublín, la universidad más antigua de Irlanda, robaron su cadáver para estudiarlo. Se levantaba 2,17 metros sobre el suelo. Su mandíbula medía 11,3 centímetros.

El gigante de al-Ándalus padecía una enfermedad rara en una glándula en la base del cerebro
La hipótesis de los científicos es que el grandullón de al-Ándalus padecía una enfermedad rara que hace que una glándula en la base del cerebro, la hipófisis, fabrique demasiada hormona del crecimiento. Si el problema aparece en un niño, se denomina gigantismo. En los adultos se conoce como acromegalia y en España se registran tres o cuatro casos anualmente por cada millón de habitantes. Los investigadores creen que la patología del gigante judío, posiblemente producida por un tumor en la hipófisis, comenzó alrededor de los 15 años.
El gigante se movió en un entorno piadoso y de estudio. “Cualquier judío que quisiera tener un buen currículo venía a estudiar a la Escuela Talmúdica de Lucena: astronomía, poesía, leyes, medicina”, señala Botella, que dirigió las excavaciones de la necrópolis. Aparecieron 346 tumbas, 196 de ellas con restos humanos. La Eliossana hebrea debió de alcanzar los 2.500 habitantes, calcula el arqueólogo.
Restos del gigante de Lucena. / MUSEO DE LUCENA
Los judíos no destruyen los documentos en los que figura el nombre de su dios, sino que los almacenan hasta que se pudren en depósitos conocidos como genizas. En la sinagoga de Ben Ezra, en El Cairo, se encontró a finales del siglo XIX una geniza con documentos desde el siglo IX, incluidos varios procedentes de Lucena que iluminan la época en la que vivió el gigante andalusí. “Se hallaron formularios para divorcios, compraventa de mulas, préstamos hipotecarios, venta de viñedos”, narra Botella, que subraya que la ciudad acogió a “los judíos más relevantes” de al-Ándalus tras el Sitio de Córdoba en 1013 y la Masacre de Granada de 1066, una matanza de miles de sefardíes ejecutada por musulmanes.
Entre aquellos judíos relevantes destacaría el gigante, al menos físicamente. Los científicos le han bautizado TB-5, pero es imposible saber cuál fue su nombre real y a qué se dedicó. Sus restos, como los de los demás muertos, aparecieron sin ajuar funerario. Solo se encontró una lápida alrededor del gigante, perteneciente a otra tumba, que conserva una inscripción en hebreo, escrita con la torpeza de un niño al que se le acaba el papel y va encogiendo las letras: “Rabí Lactosus duerma en paz. Descanse en paz hasta que venga el Consolador que anuncia la paz en la puerta de la paz. Decidle: descanse en paz”.


Botella recuerda, además, que la comunidad judía bloqueó la investigación de la necrópolis. “El Parlamento israelí envió una queja diplomática al Gobierno español. Cuando [el entonces ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel] Moratinos fue a Naciones Unidas se encontró con una manifestación de judíos en contra de la excavación de la necrópolis de Lucena”, recuerda el arqueólogo, que negoció en persona las condiciones de la investigación científica de los restos con la Federación de Comunidades Judías de España.
Los huesos del gigante habían viajado en 2011 a la Universidad de Granada para ser sometidos a análisis radiográficos y microscópicos, pero tuvieron que ser devueltos inmediatamente a Lucena por las quejas de la comunidad hebrea. “Para ellos era profanar el descanso de los muertos”, rememora Botella. El 18 de diciembre de aquel año, todos los restos óseos fueron enterrados de nuevo en sus tumbas, en una ceremonia solemne presidida por el rabino mayor de España, Moshe Bendahan, y en presencia de más de 40 representantes de comunidades judías llegados de varios países de Europa. El gigante andalusí, según los creyentes en Yahveh, ya descansa en paz.


http://elpais.com/elpais/2015/03/26/ciencia/1427374084_380009.html


Los gitanos salieron del norte de India hace 1.500 años en una sola oleada

El análisis de su genoma sugiere que llegaron a Europa en la alta Edad Media por los Balcanes. Presentan un alto grado de endogamia pero los romaníes españoles están entre los que más se mezclaron


Los once millones de gitanos que viven en Europa tienen el mismo origen: el norte de India. El primer estudio del genoma completo de una decena de grupos de romaníes europeos desvela que salieron de allí hace 1.500 años en una única oleada, llegando a Europa por los Balcanes a mediados del siglo XIV. Aunque sus genes revelan un alto grado de endogamia, algunos grupos, como los españoles, se han mezclado más con la población local. La ubicación exacta de su procedencia aún es una incógnita.

Una familia de gitanos eslovenos, a comienzos del siglo XX / Augustus Sherman
Una veintena de investigadores europeos, liderados por miembros del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, adscrito al CSIC, ha dibujado la historia demográfica de los gitanos a través de sus genes. Hasta ahora, sólo los estudios de lingüística comparada y análisis genéticos fragmentarios apuntaban al origen indio de este pueblo cuya cultura oral y tradicional aislamiento generaban muchos interrogantes a la ciencia. Esta vez se ha contado con el genoma completo, analizando más de 800.000 polimorfismos de un sólo nucleótido (SNP, una variación en la secuencia del ADN) de 152 gitanos pertenecientes a 13 grupos de romaníes de distintas partes de Europa.
“Hasta ahora sólo teníamos datos lingüísticos, la similitud de la lengua romaní con algunas habladas en la India, y datos genéticos parciales”, dice David Comas, del IBE y coautor del estudio. “Nosotros nos hemos basado en todo el genoma y confirmamos el origen indio, del noroeste de la India, de los gitanos”, añade. Es más, “todos los grupos de gitanos procederían de una sola oleada”, explica.
Este mapa explica la historia de los gitanos en Europa. Entre paréntesis, el tamaño de la muestra. Los grados de grises muestran la población actual. En azul, la fecha estimada de llegada a cada país. / IBE/Current Biology
Un viaje de 600 años
Los resultados del estudio, publicados hoy en Current Biology, muestran cómo, tras salir de la India, los gitanos llegaron a Europa avanzado el año 1.400. En ese viaje intergeneracional de 600 años atravesaron Asia central, Oriente Medio y las tierras del Cáucaso sin apenas mezclarse con las poblaciones autóctonas.
“Para estimar las fechas, contamos con la ventaja de que estas variaciones genéticas —los SNP— presentan una tasa constante de mutación”, explica Comas. Con la información sobre similitudes y diferencias genéticas entre los distintos grupos, los investigadores pudieron dibujar el árbol genético de los actuales gitanos europeos. Primero compararon los datos de los romaníes con los de otros 4.500 individuos de diversas poblaciones del mundo. El análisis les permitió situar al pueblo gitano en ese árbol genético, determinando su particular situación entre los pueblos euroasiáticos. A pesar de sus diferencias entre ellos, las distintas ramas llevan al mismo origen.
Mediante inferencia bayesiana, los investigadores han establecido el posible origen de los gitanos en el norte de India. La zona más probable es la de Meghawal, en rojo. / IBE/Current Biology
Como habían señalado anteriores estudios lingüísticos, antropológicos y del ADN mitocondrial, los gitanos procederían del noroeste de India, de una amplia zona que comprendería las regiones históricas de Cachemira, Rajastán y el Punyab, que hoy comparte con Pakistán. El problema es que la heterogeneidad genética y el aislamiento entre grupos y castas hacen muy difícil localizar a los ancestros de los gitanos. “No hay buenas muestras genéticas de India y de Pakistán que nos permitan dar finalmente con el origen concreto del pueblo gitano”, explica Comas.

Endogamia y aislamiento genético

En una segunda fase del trabajo, los investigadores compararon el genoma de los miembros de los distintos grupos de cíngaros europeos entre sí. La deriva genética y la evolución demográfica permiten señalar a los Balcanes, en concreto las actuales Bulgaria y Serbia, como las puertas de entrada del pueblo gitano en el continente. Llegarían en las primeras décadas del 1300 y en apenas un siglo acabarían en los extremos occidentales de Inglaterra y España.
El estudio de sus genes también permite confirmar el carácter cerrado y aislado de este pueblo. Comparados con el resto de europeos o con sus antiguos vecinos indios, los gitanos presentan un alto grado de homocigosidad. Esto es, las dos copias de un mismo gen (la que hereda de la madre y la que recibe del padre) son iguales. La endogamia a través de matrimonios consanguíneos ha sido y sigue siendo una práctica muy habitual en este pueblo.
Otro hecho que explicaría este fenómeno podría ser que, como muestra la historia genética de los gitanos, hubo dos estrechamientos demográficos que casi acaban con ellos. El primero redujo la población en un 47% respecto a la que salió de India. El segundo, que afectó a los romaníes de Europa occidental, disminuyó su población en un 70% respecto a la que había en la zona oriental.
“Sin embargo, hay diferentes grados de endogamia”, aclara Comas. Su estudio revela un hecho que la historia debería intentar explicar. “Mientras que en los Balcanes se ha producido una menor mezcla con los europeos pero en fechas más recientes, en el caso de España, Portugal y Lituania vemos que hubo una mayor mezcla con los locales, pero también que es mucho más antigua”, añade. En conjunto, los gitanos presentan un 25% de variaciones genéticas que son de origen europeo.

http://esmateria.com/2012/12/06/los-gitanos-salieron-del-norte-de-india-hace-1-500-anos-en-una-sola-oleada/


Los judíos vienen del Cáucaso y no del antiguo Israel



Su material genético muestra que proceden del viejo imperio jázaro. La oleada que les trajo a Europa estaba formada por una mezcla de judíos y jázaros conversos, según un estudio

l 90% de los judíos del mundo no proceden del Israel bíblico sino de las tierras del Cáucaso. Es más, ni siquiera son del todo judíos. Su material genético es un mosaico de genes donde predominan los antiguos pueblos caucásicos, de Mesopotamia, ancestros europeos y hasta chipriotas, además de los semíticos. Según una investigación publicada en Genome Biology and Evolution, grupos de israelíes fueron llegando a aquellas tierras entre el mar Negro y el mar Caspio hasta que el imperio que los acogió se convirtió al judaísmo. Fueron estos conversos los que protagonizaron una nueva diáspora hacia Europa.

Este mapa plasma las rutas de las dos hipótesis sobre el origen de los judíos europeos: la de los jázaros, en amarillo, y la Rhineland, en marrón. / Genome Biology and Evolution

La historia, trufada de muchos gramos de mito, venía sosteniendo que los actuales judíos europeos (aquel 90% y que en realidad, tras el Holocausto, no viven en este continente sino en América y el moderno Israel) son descendientes de tribus israelitas y cananeas. Tras la conquista musulmana de Palestina en el siglo VII, la abandonaron para asentarse en Alemania (Ashkenaz, en hebreo). Posteriormente, en el siglo XV, un pequeño grupo de unos 50.000 individuos emigrarían hacia el este (Polonia, Ucrania Rusia…)  y en un sorprendente baby boom se multiplicarían hasta suponer el grueso de la población judía. Estos son los elementos básicos de la hipótesis Rhineland (o tierras del Rin, un río alemán) sobre el origen de los judíos europeos, que no incluye a los sefardíes o españoles (ver apoyo).
Sin embargo, el genetista de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) y de origen judío Eran Elhaik ha realizado una investigación cuyos provocadores resultados desmontan varios mitos. La genética, según sugiere su estudio, sostendría que no hubo esa emigración seminal a Alemania o, al menos, el factor alemán no explicaría el origen de la mayoría de los judíos europeos. En realidad, estos procederían del Cáucaso. Allí, desde finales de la Edad del Hierro, emergió el imperio jázaro. Formado por una amalgama de tribus eslavas, escitas, iranias, turcas y hasta hunos y alanos, asistió durante siglos a sucesivas llegadas de judíos tanto de Palestina como de Mesopotamia, donde vivían los descendientes del pueblo hebreo que el babilonio Nabucodonosor II se llevó consigo tras destruir Jerusalén, en el 587 antes de nuestra era. Siglos después, los jázaros se convirtieron al judaísmo.

«Nuestros resultados dibujan el genoma de los judíos europeos como un mosaico»


ERAN ELHAIK
Genetista de la Universidad Johns Hopkins (EEUU)
“La conversión en sí no está en duda”, dice Elhaik. “Documentos encontrados en Egipto lo confirman”, añade. Aunque la extensión de la conversión aún es discutida, se cree que todo el Imperio jázaro, incluyendo sus tribus subordinadas y esclavos, mantuvo el judaísmo en los siguientes 440 años hasta la invasión de los mongoles, en el siglo XIII”, añade. En un proceso que recuerda a la expansión de los cristianos en el Imperio romano, los gobernantes y la aristocracia jázarose pasaron en bloque al judaísmo cuando ya una buena parte de su población se había convertido a la fe hebrea. La invasión mongola y la gran epidemia de peste de 1347 empujaron a los ahora judeo-jázaros hacia el oeste. Esta versión alternativa del origen de los judíos europeos se conoce como la hipótesis de los jázaros y no había podido ser confirmada hasta ahora, que empieza a haber suficiente material genético de los pueblos del Cáucaso disponible para su estudio.
Con los datos genéticos de 1.287 individuos de ocho poblaciones judías y otras 74 de gentiles, Elhaik realizó cinco diferentes análisis y todos le llevaron al origen judeo-jázaro de la mayor parte de los alrededor de 13 millones de judíos del mundo. Usó la frecuencia de alelos (alternativas de un mismo gen) diferentes entre distintos grupos poblacionales y, tomando a judíos palestinos y caucásicos (armenios, georgianos o azeríes) actuales como base para determinar el linaje, comprobó que el 70% de los judíos procedentes de Europa central y occidental y todos los orientales compartían más con los segundos que con los primeros.
También, en una especie de triangulación geográfica, donde los vértices eran los vascos, los pigmeos y la etnia china Han, la investigación sitúa los ancestros de los judíos europeos en el sur del Cáucaso. En otro análisis, basado en el grado de mezcla genética de segmentos de cromosomas volvieron a comprobar que el linaje caucásico domina, con un 38%, por delante de los genes europeos occidentales (30%) y de los mesopotámicos. “En conjunto, nuestros resultados dibujan el genoma de los judíos europeos como un mosaico de ancestros caucásicos y de Oriente Próximo, europeos occidentales, Oriente Medio y europeos orientales en proporción decreciente”, dicen en las conclusiones del estudio.
En suma, además de no haber llegado a Europa directamente de Palestina, los judíos se mezclaron con los gentiles mucho más de lo que cuenta la historia. Incluso, buena parte de ellos lo son por religión, no por origen.

El camino diferente de Sefarad

Aunque los llamados judíos sefardíes (españoles) no son objeto de este estudio, Eran Elhaik tiene algo que decir sobre ellos. En primer lugar, destaca que su expulsión de España en 1492 impide descubrir su origen debido a su dispersión por todo el Mediterráneos y mezcla tanto con las poblaciones autóctonas como con los judíos que ya vivían allí.
También recuerda que la distinción entre sefardíes y askenazíes es mas religiosa que genética. Según sus investigaciones solo hay un análisis que incluya esta distinción con judíos sefardíes de Bulgaria y Turquía. “El trabajó mostró un alto grado de heterogeneidad como podría esperarse de un escenario como el que he descrito”, dice.
Aun así, Elhaik se atreve a responder a la pregunta sobre el origen de los sefardíes antes de su expulsión de España: “La respuesta más probable es que los llamados judíos sefardíes fueran descendientes de grecorromanos convertidos y población local en los dos primeros siglos de esta era”.



http://esmateria.com/2013/01/17/los-judios-vienen-del-caucaso-y-no-del-antiguo-israel/