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viernes, 4 de septiembre de 2015

La Odessa que creó Perón

EL PAIS › LA HISTORIA DE LA LLEGADA DE LOS NAZIS A ARGENTINA


“La auténtica Odessa” es una muy minuciosa investigación que revela un secreto de medio siglo: cómo Perón armó una vasta red de agentes para rescatar cientos de criminales de guerra.
 Por Sergio Kiernan

Una de las cosas que llaman la atención de La auténtica Odessa es su extremo rigor: cada afirmación, por minúscula que sea, tiene una nota al pie citando un documento. No es apenas que su autor, el periodista Uki Goñi, tenga un standard de historiador. También sabe que tocar el tema de la llegada de los nazis a la Argentina instantáneamente irrita a muchos peronistas y a muchos otros que creen que esa vergüenza debería ser enterrada y olvidada. Lo que Goñi revela en su libro es la enormidad de la red formada para traer criminales de guerra al país. Esta organización no era clandestina: fue fundada en la Casa Rosada en una reunión de Perón con nazis alemanes, franceses y belgas, fue financiada generosamente, tuvo todo el apoyo del servicio diplomático y la dirección de Migraciones.
“Uno nace en Argentina bajo una especie de fascismo mágico totalmente oculto y negado,” explica Goñi. “Siempre supimos de la leyenda de la llegada de los nazis con ayuda de Perón y del establishment, pero era algo de ficciones como Los Niños del Brasil. En 1996, haciendo una nota, me di cuenta de qué poca información había acá sobre el tema. Era como el caso Yabrán, o los atentados a la AMIA y la embajada. Me encontré lo mismo: versiones sobre la complicidad del estado argentino de hace medio siglo con el terrorismo de esa época, que era el nazi.” Los siguientes seis años, Goñi los pasó desenterrando documentos en cinco países.
–¿Se encontró con lo que esperaba o fue peor?
–Me encontré con mucho más de lo que esperaba. Aunque hice más de 200 entrevistas, el libro no está basado en ellas sino en la documentación, porque el tema es todavía muy irritativo. Investigué los archivos en Bélgica del colaboracionista Pierre Daye, que vivió en Argentina y era un hombre educado, un escritor y diarista compulsivo que fundó la organización para el rescate de sus camaradas en una reunión de criminales de guerra en la sala de gabinete con Perón. Daye dejó detalladas descripciones de las reuniones con Perón, escribiendo cosas como que se miraban entre ellos en la mesa, se reconocían como criminales de guerra nazi y se miraban sorprendidos de que “el presidente más importante de Sudamérica nos recibiera en su palacio presidencial.” Otros archivos importantes fueron los suizos, donde se guardan los detalladas minutas del jefe de policía de los años cuarenta, Heinrich Rothmund, que hace un pacto con los agentes argentinos para mandar nazis refugiados a Argentina. También hubo mucho información que logré desclasificar informes norteamericanos sobre la vía española de escape. Pero la gran fuente fue el archivo de la Dirección Nacional de Migraciones aquí en Buenos Aires.
–¿Y lo dejaron investigar?
–No querían, hicieron lo imposible para alejarme pero temían un escándalo. Allí descubrí que cada inmigrante tiene un legajo y en cada libro de llegadas quedaba anotado el número de legajo. Así encontré las llegadas y los números de Mengele, Eichmann, Priebke, y pedí los legajos. No estaban, habían desaparecido. Los habían limpiado. Se armó un gran revuelo, y un día un funcionario me dice, “¿qué quiere que haga? ¿que le admitamos que nos ordenaron quemarlos en 1996? Nunca lo admitiremos.” Aún así, hubo información valiosísima. Por ejemplo, que los expedientes de inmigración de Mengele y Priebke tienen números consecutivos, lo que muestra que fueron abiertos por una misma persona, al mismo tiempo. Esto ocurre muy frecuentemente, con varios criminales de guerra. También aparece claramente que el año de mayor actividad es 1948, cuando el capitán de las SS Carlos Fuldner está en Suiza trayendo nazis. Por ejemplo, ese año se abre el expediente de Eichmann, que llega en 1950.
–O sea que la leyenda negra se quedó corta. No fue que llegaron sino que los trajeron.
–Por eso el libro se llama la auténtica Odessa, porque acá se trata de una organización que nace de las reuniones que Perón, el propio Presidente de la Nación, tuvo en la sala de gabinete de la Casa Rosada con loscriminales de guerra. Los papeles muestran que Perón financió esta empresa, que envió a Fuldner a tener reuniones para organizar todo esto al más alto nivel en Suiza, con un pasaporte oficial que decía “enviado especial del Presidente de Argentina”. Lo fantástico es que esto estuvo oculto por 50 años. A mí no me interesa el tema nazis, lo que yo quería demostrar es que en este país vivimos sobre un iceberg gigantesco que todos desconocemos, que pretendemos no ver. En mi libro anterior, “Perón y los alemanes”, documento la historia del nacionalista argentino Juan Carlos Goyeneche que es enviado durante la guerra como enviado de Perón para juntar apoyo a un golpe contra el gobierno de Castillo. Goyeneche se entrevistó con Himmler, con Ribbentrop, tal vez con Hitler, con Mussolini, pidiendo financiamiento para el golpe. Mussolini acepta y manda una carta a Castillo en estos términos que llega a Buenos Aires el mismo día del golpe de 1943. Siempre se dijo que el golpe del GOU había sido financiado por el Eje y cuando se ven estos documentos... Pero los mismos militares que derrocaron a Perón en 1955 nombran a Goyeneche secretario de información pública.
–En este aspecto, hay continuidad.
–Absoluta. Uno de los primeros criminales de guerra que llegan al país es Jacques de Mahieu, un colaboracionista francés condenado a muerte que se hace íntimo de Perón y hasta escribe algunos de los textos doctrinarios del peronismo. Hay fotos de De Mahieu en 1989 haciendo campaña presidencial para Menem. Eso es fascismo mágico, como que Brinzoni tenga un abogado que es apoderado de los nazis argentinos. En cualquier país del mundo le costaría el puesto a un comandante en jefe del Ejército, aquí no. Lo terrible en Argentina no son los malos, que hacen perfectamente bien su labor. El problema somos los buenos, que aceptamos cosas tremendas y las venimos aceptando hace décadas. Cuando empecé estas investigaciones pensé que si las exponía al ojo público, si mostraba lo que pasaba en realidad, algo puede cambiar. Ya no pienso eso, no pasa nada. Con Brinzoni no pasó nada, hasta la DAIA acepta recibirlo. No existen los “nunca más.” Trabajo como historiador, porque si estamos informados podremos tener mejores herramientas para manejar los problemas que se repetirán.
–¿Por qué hizo todo esto Perón?
–Perón dio varias entrevistas en los sesenta y setenta diciendo que Nuremberg era una desgracia, una infamia, que no se podía someter a juicio a un ejército derrotado, y que él se propuso rescatar a los nazis de la justicia aliada. Lo decía públicamente. Perón hizo, en realidad, varias cosas a la vez. Obviamente, le estaba dando un gran servicio a los nazis que trajo a Argentina. Se estaba haciendo un favor a sí mismo porque pensaba que esa gente podía servirle como agentes anticomunistas. Tercero, le estaba haciendo un favor a los Aliados, que apenas empezó la guerra fría infiltró a los colaboracionistas como agentes anticomunistas en el bloque oriental. Para 1948 estas operaciones no funcionan, pero no pueden entregarlos a la Justicia porque ya trabajaron para ellos. Perón les hace el servicio de sacarlos de Europa. Y finalmente, le hace un servicio a la Iglesia. Uno de los descubrimientos más terribles del libro son los documentos en la embajada argentina que muestran que el cardenal Caggiano viajó al Vaticano en 1946 y ofreció en nombre del gobierno argentino al país como refugio de los criminales de guerra franceses escondidos en Roma. En ese archivo hay muchas recomendaciones de Caggiano y del Vaticano para que se permita la entrada de franceses.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-14198-2002-12-15.html

”La diplomacia argentina y el Holocausto”

Además del Instituto Goethe, es la primera vez que me invitan a disertar a una casa de estudios o a una organización que no sea una organización judía. Creo que da un poco la idea de lo que me motiva en este trabajo que hago, que es llevar la conciencia de estos temas a todo el mundo. A veces tengo que explicar que yo no tengo ningún interés particular en el tema del nazismo ni tampoco en el tema del general Perón como figura histórica argentina.
Yo llegué a investigar la huida de los primeros nazis a la Argentina por una cuestión generacional casi, supongo. Durante la década del 70 trabajé en un diario que se llama Buenos Aires Herald, que es un diario de habla inglesa que se publica acá y que, a diferencia de los otros en ese momento en la Argentina, decidió comunicar lo que estaba ocurriendo durante la década del proceso. Cuando venían las madres de Plaza de Mayo, simplemente un par de personas mayores que venían a contar que se habían llevado a sus hijos la noche anterior de su casa, y que al día siguiente habían vuelto y se habían llevado el televisor, empezamos a publicar esas notas. A mí, como hablaba mejor español que el resto de las personas, que los otros periodistas del diario, me tocaba recibir a estas madres que, con el tiempo, después se convirtieron en las madres de Plaza de Mayo. Y en particular, recibía a un grupo de chicos jóvenes también que, yo en ese momento no lo sabía, pero era el grupo en el cual se había infiltrado el entonces teniente Alfredo Astiz; y cuando ocurrieron los secuestros en la Iglesia de la Santa Cruz en 1977, cuando desaparecieron las dos monjas francesas que secuestró Astiz y las otras diez personas, me acuerdo que esa noche llegó la lista de los que se habían llevado, yo digo ”Bueno; de estas personas, conozco a ésta, ésta y ésta” porque me venían a ver acá al Herald a contarme sus historias.
Entonces, cuando yo dejé el Herald en el año 94, escribí un primer libro que se llama El infiltrado sobre la infiltración de Alfredo Astiz en este grupo de familiares de desaparecidos y, un par de años después, fue que me acerqué al tema del escape de los criminales nazis porque me dije ”¡En la Argentina hay tanto silencio!” Había más silencio en aquella época, y ciertamente durante la época del proceso para mí era ensordecedor el silencio que había sobre estas desapariciones-. Ese fue el disparador en el tiempo para tratar de entender cuál fue este lento acostumbramiento que tenemos los argentinos que nos permitió convivir con cosas terribles como hemos convivido en estos últimos treinta años, digamos.”
Pensé para mí mismo ”Una sociedad que cobijó a un criminal de la talla de Adolf Eichmann, Joseph Mengele y cientos de otros criminales menores igualmente importantes, no es una coincidencia que después pudiera convivir tranquilamente con personajes como Videla, Astiz, etcétera. Para darles una idea, cuando yo empecé a investigar, existía ese mito de los criminales nazis viviendo en suburbios alejados de la ciudad de Buenos Aires en condiciones paupérrimas. Esto no es necesariamente así. Por ejemplo, Charles Lascar, un criminal de guerra francés, era el editor de Je Suis Partout que era una publicación terriblemente antisemita que había en París durante la guerra.
Charles Lascar era argentino-francés y, de hecho, había sido encarcelado antes de la guerra, antes de la invasión de Francia, por el gobierno francés por su colaboracionismo con el nazismo antes de la invasión. Cuando ocurre la ocupación de Francia por los nazis, Charles Lascar es liberado y vuelve a ser el editor de Je Suis Partout. Charles Lascar es uno de los primeros en armar la red de escape hacia la Argentina y vivía acá, en la calle Santa Fe en un departamento muy lindo que todavía existe en Santa Fe y Larrea. En Callao y Melo, en un departamento que también existe, vivía Branco Benzon, que fue el embajador de Croacia ante Berlín durante la guerra y amigo personal de Hitler y de Göering. Después de la guerra, Benzon vino a Argentina y estableció amistad con Perón y con Evita y pasó a ser un agente especial de la Dirección de Migraciones, después de la guerra, para formar parte de este equipo que traía criminales nazis. Pero él también tenía órdenes del gobierno argentino de no permitir el ingreso de judíos a la Argentina. Y en los legajos, si había un judío que pedía el ingreso a la Argentina, él firmaba ”P NO B”, que significaba ”J NO B” que, a su vez, significaba ”judío no firmado por Benzon”. Carlos Fuldner, un capitán de las SS que después de la guerra -también amigo de Lascar y de Benzon- pasa a ser agente de Perón y viaja de nuevo a Europa y organiza la traída de criminales como Eichmann y Mengele, Carlos Fuldner vivía acá en la calle Ombú en Palermo Chico. Hoy en día, sería vecino de Susana Giménez y de Mauricio Macri. Pierre Daye, que fue un colaboracionista belga, vivía en lo que hoy conocemos como Palermo Viejo.
El tema de esta noche es ”La diplomacia y el Holocausto” así que no voy a hablar tanto de estas vías de escape, sino sobre este tema. Yo empecé investigando las vías de escape, pero, en el camino, fui descubriendo el tema del antisemitismo en la Argentina, en la diplomacia argentina y también algo que se sabe muy poco, que es cómo la Argentina cerró o, por lo menos, intentó cerrar sus puertas a los judíos durante la guerra. Es un tema que me toca personalmente. Yo soy de familia diplomática. Mi abuelo fue cónsul en Europa en los años previos a la guerra. Mi padre fue diplomático; tengo un tío diplomático, un hermano diplomático. O sea que desde niño conozco muy bien, conozco probablemente a casi todos los diplomáticos o a una gran cantidad de diplomáticos de carrera en la Argentina.
Yo sabía por historias de familia y por historias que venían de parte de mi abuelo en particular -mi abuelo fue cónsul en Viena, Génova y después fue cónsul acá y en La Paz- que a principios de la guerra o poco antes de la guerra, la Argentina había editado una orden secreta prohibiendo el ingreso de judíos al país. Y yo sabía esto porque esta orden secreta, que emitió la Cancillería, rápidamente dividió a los diplomáticos argentinos entre aquellos que se consideraban profesionales y aplicaban estrictamente esta orden, aunque ellos no necesariamente eran pronazis o antisemitas, y, después, los diplomáticos argentinos que aprovecharon esto para vender debajo de la mesa visas a judíos. La leyenda de mi familia es que mi abuelo formaba parte del primer grupo, de los que aplicaron la orden. Y mi abuelo era totalmente antinazi -de hecho, tuvo grandes problemas en Cancillería por su postura proliberal, etcétera- pero él se consideraba profesional y aplicaba estrictamente esta orden, especialmente en Bolivia porque había muchos judíos que no lograban permiso para entrar a Argentina y, entonces, iban a Bolivia e intentaban entrar a Argentina desde Bolivia o desde Uruguay o desde algún país latinoamericano.
Me sorprendía en mis charlas con funcionarios argentinos, con historiadores argentinos, el no ver -jamás la vi- la existencia de esta orden mencionada en ningún libro, en ningún periódico, en ningún lado. Cuando en 1997 se formó una comisión que se llamaba CEANA en la Cancillería argentina para investigar las relaciones de argentina con el nazismo, me invitaron para ser parte de esa comisión, lo primero que dije fue ”Bueno, yo conozco la existencia de esta orden. Habría que buscarla y encontrarla”. No se buscó. Pero en la investigación para este libro tuve la gran suerte de que una investigadora, que se llama Beatriz Gurevich, en el archivo de la embajada argentina en Estocolmo encontró una copia de la orden, la Circular 11. Esta orden fue dictada, a ver si tengo la fecha acá: el 12 de julio de 1938, por el entonces Canciller José María Cantilo, y la orden lo que decía era que no se podían otorgar visas a personas que hubiesen sido expelidas de su país por sus ideas políticas u origen racial. O sea, se prohibía el ingreso a judíos y se les prohibía a los diplomáticos argentinos mencionar la existencia de esta orden a la persona a la que se le negaba la visa, y también había que negar la existencia de la orden ante los propios gobiernos que estaban acreditados.
Tenemos la suerte de que allá, en Estocolmo, Gurevich encontró una copia de la orden y yo la pude escribir en mi libro. Desde que se publicó mi libro, que se publicó en Inglaterra en enero de 200l, 2002, hace dos años ahora, la Fundación Wallenberg, cuando leyó el libro, y el Centro Wiesenthal, también un grupo de legisladores en el Congreso de EEUU, otro grupo de legisladores aquí en el Congreso de la Argentina, han venido pidiendo al gobierno argentino que haga reabrir varios documentos y, en particular, esta orden. Inclusive, con la Fundación Wallenberg tuvimos una reunión con el Canciller Bielsa en septiembre del año pasado donde le pedimos que se diera a luz esta orden y, no tan sólo eso, le sugerimos que aunque la orden ya no sea de aplicación, que se la derogue, porque sería un acto simbólico importante de reconocimiento de cuál fue la política argentina en aquel momento. Sabemos que la Cancillería constató lo que yo le aporté; fueron a la embajada argentina en Estocolmo y encontraron la orden. Y todavía estamos esperando que se haga el acto público de reconocimiento de esto.
Ahora, hay una inmensa incoherencia, porque, a pesar de la existencia de esta orden, la Argentina, durante la guerra, recibió a más judíos que cualquier otro país del hemisferio occidental; más que EEUU, más que cualquier otro país latinoamericano. Esto se debe exactamente, no a una buena voluntad del estado argentino, sino a la gran corrupción que hubo en el tema de los tratamientos de visados. Por ejemplo, hay un informe que yo he encontrado de la embajada de los EEUU en Argentina el año 43, y que hablaba de que en los consulados argentinos en Europa, la corrupción en este tema era la regla y no la excepción. También hay un informe de la embajada inglesa en Argentina durante la guerra que dice que los visados a los judíos se vendían entre 5,000 a 10,000 pesos y que no sólo lucraban con esto los cónsules argentinos en el exterior, sino también, personas en el entorno de la Presidencia de la Nación en la época de Castillo.
Desafortunadamente, con el final de la guerra, pareciera ser que la orden ya no se aplicaba tan estrictamente, pero seguía en pie la idea de no ingreso a los judíos. En el 46 el gobierno del GOU nombra como Director de Migraciones a Santiago Peralta, que es un antropólogo argentino que estudió en Alemania durante la guerra, en los años previos a la guerra. Estudió antropología y escribió un libro en Argentina en 1943 que se llama La acción del pueblo judío en la Argentina, que es uno de los libros más antisemitas que se han publicado en la Argentina donde decía, en realidad, hablaba de los judíos como un quiste en la sociedad argentina que había que sacar. Y siendo Director de Migraciones, en el año 46 publica un libro que se llama El pueblo árabe en la Argentina donde se declara a favor de la inmigración árabe y repite todas las cosas antisemitas y habla del quiste de vuelta, o sea que, en 1946, siendo Director de Migraciones, el director publica un libro totalmente antisemita. El escándalo fue tan grande que inclusive el New York Times tuvo un editorial sobre el tema de Santiago Peralta. Las instituciones judías se reuinieron varias veces con Perón, ya siendo presidente electo, para pedirle la dimisión de Peralta. Pero fue recién en el 47 cuando la presión internacional fue tan grande que se hizo insostenible, que se echó a Peralta y se puso a otro que se llamaba Diana y ahí empezaron a aparecer en Migraciones gente como Branco Benzon que igual firmaron ”J NO B” para el ingreso de judíos.
Hay otra historia poco conocida que la había escrito acá un historiador israelí que se llama Haim Avni, que escribió un libro que se llama Argentina y los judíos, (Argentina and the Jews), que creo que se publicó, no me acuerdo exactamente, en la década del 90. En la reunión de Wannsee, en enero del 1942, en la que el jefe de las SS, Heidrich, se reúne con Eichmann y varios jerarcas involucrados en el tema de la ”Solución Final al problema judío” como lo llamaban ellos, Heidrich menciona la necesidad de instrumentar una solución final porque decía que la idea de hacer emigrar a los judíos ya no funcionaba y que, en particular, no funcionaba porque los países que antes los recibían habían cerrado sus fronteras o pedían sobornos muy grandes para dejar entrar a judíos. Con lo cual la Circular 11 adquiere otro color, cuando la vemos a través de la visión que tenían los jefes de las SS cuando se reúnen a complotar la idea de la solución final; y allí hay una responsabilidad del gobierno argentino en el Holocausto, yo creo, en cerrar sus fronteras.
Pero hay una responsabilidad más directa aún que es lo siguiente: en su extraña manera de pensar, los nazis, en aquella época, a los judíos de los países neutrales los mantenían con vida y habían conseguido que los países neutrales repatriaran a esos judíos que estuvieran en Alemania o en países ocupados por Alemania como Francia, Grecia, etcétera. Y la oficina de Eichmann había contabilizado unos cien y algo de judíos argentinos que vivían en Europa. Por esta razón había un enlace entre la Cancillería alemana y la oficina de Eichmann, que era la 18, Edward Von Thadden, que también era de las SS, que citaban constantemente a diplomáticos argentinos en Berlín -porque Argentina tenía todavía abierta su embajada en Berlín durante la guerra- para pedirle que la Argentina repatriara a estos cien judíos.
El diplomático argentino que asistía a estas reuniones con Thadden se llamaba Luis Irigoyen, que era un hijo natural del presidente Irigoyen, era hijo de una amante austríaca de Irigoyen, por lo tanto, Irigoyen hijo, diplomático argentino en Berlín, hablaba perfecto alemán. Inclusive fue embajador en Bonn después de la guerra, en la década del 50; un diplomático muy distinguido. Por ejemplo, en una oportunidad, Thadden cita a Irigoyen y le dice ”Hay cincuenta judíos argentinos en el gueto de Varsovia.” Y le puso sobre la mesa creo que alrededor de quince documentos de estos supuestos argentinos judíos. Y Thadden -que yo he visto en los informes que escribía Thadden después de sus reuniones con Irigoyen-, dice que Irigoyen no quiso ni siquiera tocar los documentos y a simple vista los declaró falsos y que la Argentina no tenía ningún interés en esas personas. Esto se repitió en gran cantidad de oportunidades y lo increíble es que, durante la guerra, Eichmann solicitaba constantemente a la Cancillería Alemana que quería llevarse a campos de concentración a esta gente, que no había ninguna razón para mantenerlos libres. Y la Cancillería Alemana decía no, porque en la Argentina había muchos alemanes ”y si nosotros llevamos a campos de concentración a estos judíos argentinos puede haber represalias contra los alemanes que viven en Argentina”. Esta situación llegó así a enero del 44 cuando Argentina rompe relaciones diplomáticas con Berlín y ahí Eichmann, furioso, y Kaltenbrunner también, jefe de las SS, dicta una orden para que a los cien judíos argentinos se los lleve al campo de Bergen-Belsen y otros campos de concentración, y es donde les perdemos el rastro y supuestamente perecieron allí.
Y traigo esto a colación porque no me acuerdo cuándo fue exactamente, en el 200, 2001, algunos funcionarios de Cancillería me habían venido a hablar cuando publiqué un primer libro que se llama Perón y los alemanes en el 98.
Y un importante funcionario de Cancillería me vino a sugerir que yo tenía que escribir un próximo libro sobre algún Wallenberg argentino. Y yo que conocía esta historia de Irigoyen y la existencia de la orden secreta dije: ”Bueno. Va a ser muy difícil” porque no había ningún Wallenberg argentino que salvara vidas de judíos durante la guerra, no que yo conozca, al menos. Sin embargo, la Cancillería persistió en esta idea y se colocó una placa -que el entonces canciller Rodríguez Giavarini colocó- homenajeando a doce diplomáticos argentinos que supuestamente salvaron vidas de judíos durante la guerra. Si se viera la lista, puede ser que alguno de ellos haya participado en, por lo menos, entregar pasaportes a ciudadanos argentinos judíos que vivían en Alemania y, por lo tanto, la Cancillería parece considerar que otorgar pasaportes a ciudadanos argentinos, si son judíos, es meritorio de una placa, cuando es el deber de cualquier diplomático salvaguardar a ciudadanos argentinos no importa cuál sea su religión, credo, raza. Y entre esos doce que están en la placa, figura Luis Irigoyen, el hombre que cuando vio los documentos del gueto de Varsovia dijo que eran falsos. Existe ciertamente la posibilidad de que esos documentos sean falsos, pero si este hombre hubiese tenido algún interés en salvar judíos, hubiese hecho lo que hizo Raoul Wallenberg y los hubiese declarado verdaderos, aún sabiendo que eran falsos. Porque Raoul Wallenberg se subía a los techos de los trenes que llevaban a los judíos hacia Alemania y tiraba pasaportes falsos, que imprimía él mismo, adentro de los vagones, y después hacía parar el tren a los oficiales alemanes diciéndoles ”hay ciudadanos suecos adentro del tren” que no eran suecos de ninguna manera y los mismos pasaportes que les había entregado Raoul Wallenberg eran falsos.
Entonces, yo podría hablar con gran número de detalles de cómo se organizó esta vía de escape, sobre los archivos que consulté en Bélgica, sobre los archivos suizos que vi que hablan sobre la colaboración suiza también para ayudar a la Argentina a traer a criminales después de la guerra, el documento norteamericano que habla sobre el tema, los documentos que vi en la anarquía de archivos en la Argentina.
Me acuerdo en particular que una vez fui al Archivo de Tribunales, que es de los pocos archivos bien guardados, bien cuidados. Los documentos están en condiciones y hay bastante documentación sobre las vinculaciones entre el espionaje nazi y Perón durante la guerra. Y el jefe del Archivo me recibió con los brazos abiertos y él, como no iba nunca nadie a consultar eso, se pasaba sus horas leyendo estos documentos increíbles, me decía ”Qué gran felicidad me da ver a alguien que finalmente venga a pedir estos documentos porque acá nunca aparece nadie para pedir verlos.”
Y si alguno ha leído mi libro va a ver que es un libro, bueno, sumamente aburrido, lleno de pies de página, todo totalmente documentado y lo he hecho así porque creo que el tema es de tal envergadura, y ha sido tan controvertido en Argentina, que no se puede encarar de otra manera. Porque aún hoy en día, a pesar de la conciencia que tenemos y a pesar de que hay una nueva generación de argentinos en el Estado, todavía hay dificultad con estos temas.
Pero mi motivación ciertamente no es ninguna fascinación con los nazis, no es una búsqueda social de la figura de Perón, sino, de alguna manera, derribar este muro de silencio ante estos eventos tan terribles que ocurrieron en Europa. Y creo que con la disertación, el embajador nos ha dado una idea del tamaño de lo que realmente ocurrió cuando habla de las cifras de las expoliaciones, del número de víctimas, de este tema que me resonó bastante, que habla de los saqueos de los departamentos, habla de 38,000 saqueos, pianos, que me recuerda a esas madres que me venían a ver a principios del año 77, cuando no eran las Madres de Plaza de Mayo todavía, que me decían ”ayer se llevaron a mi hijo, hoy volvieron y se llevaron la heladera.” En algunos casos se llevaron los marcos de las puertas.

La rama nazi de Perón

El gobierno de Juan Perón creó una comisión de "allegados" entre 1946 y 1949 que se dedicó a recibir fugitivos del Tercer Reich, comisión que incluía a un colaboracionista nazi sentenciado a muerte en Bélgica en 1947, a un ex miembro de la Waffen SS de Francia, al ex embajador de la Croacia nazi ante Hitler y a un ex capitán de la SS en Alemania.
Los allegados dirigían el rescate de sus camaradas desde la Dirección de Migraciones, aunque en ocasiones especiales se reunían también en la Casa Rosada, en la oficina del coordinador de la operación, Rodolfo Freude, un hombre conectado con el hermano de Evita, Juan Duarte, y creador de la División de Informaciones de Perón.
Freude hoy tiene 74 años y maneja sus negocios desde la empresa Araya S.A., en el piso 19 de la torre que cobija al Instituto Goethe, en la avenida Corrientes, del otro lado de la acera del Deutsche Bank.
Una serie de llamados a su oficina y a su casa no lograron que Rudi concediera una entrevista. "No queda nadie vivo de esa época, yo soy el único porque era muy joven, tenía 23 o 24 años", dijo por teléfono. Freude alegó que debía partir de viaje a América Central y que no estaría disponible hasta mediados de marzo. Admitió su relación estrecha con Perón, pero se rehusó a hablar sobre el tema. "Se escriben muchas idioteces", dijo.
La existencia de los allegados, que Freude monitoreaba desde su despacho en la Casa Rosada, ha sido finalmente verificada en los 22 mil documentos que recopiló el Centro de Estudios Sociales de la DAIA, cuyas conclusiones fueron entregadas por el titular de la DAIA, Rubén Beraja, al Ministro del Interior, Carlos Corach, el lunes 21 de enero.
"El equipo de allegados no sólo recibió a fugitivos nazis, sino que se reunía para proponer candidatos que al gobierno le interesaba captar y después enviaba misiones especiales a Europa para traerlos clandestinamente a la Argentina," dice Beatriz Gurevich, la directora del Centro de Estudios Sociales que durante cuatro años recorrió los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores, de la Dirección de Migraciones y el Archivo General de la Nación, siguiendo la pista nazi.
Sus conclusiones serán publicadas en abril por Editorial Planeta-Ariel, en un libro que se titulará Proyecto testimonio: el Estado argentino ante víctimas y perpetradores de genocidio. El libro, de 650 páginas, contendrá unas 400 copias fotográficas de los documentos más importantes hallados.
Los métodos de rescate de los allegados, a través de pasaportes oficiales falsos provistos por los diplomáticos de Perón y con osadas misiones en Europa, han sido paralelamente reconstruidos por un profesor de la Universidad de Köln, Alemania; Holger M. Meding, en el brillante libro Flucht vor Nürnberg? (que será publicado en Buenos Aires a mediados de año, bajo el título Un santuario sudamericano, por Editorial Argora).

EL NEXO PERÓN-FREUDE

Rudi era el hijo de Ludwig Freude, un empresario alemán con fuertes nexos en la embajada de Hitler y los agentes nazis que operaban en la Argentina. La historia de Freude padre ha sido documentada por Ronald Newton, profesor de historia latinoamericana de la Simon Fraser University de Vancouver, Canadá, en su libro The nazi menace in Argentina (publicado en nuestro país como El cuarto lado del triángulo, Editorial Sudamericana).
La base del exhaustivo trabajo de Newton son los recientemente desclasificados interrogatorios a los que cerca de 50 de estos espías y diplomáticos fueron sometidos por los aliados, una vez finalizada la guerra.
"Yo he leído el interrogatorio del agregado militar de la embajada, general Friedrich Wolf," dice Newton. "Wolf declaró ante los ingleses que había dejado 200 mil pesos de la embajada en manos de Freude cuando se vio obligado a abandonar el país en 1944, conformando la base de un fondo de retaguardia para continuar con tales actividades como pudiera en beneficio de Alemania y del partido nazi. Inclusive otro diplomático de la embajada, Wilhelm von Pochhammer, le entregó otros 48 mil pesos a Ludwig Freude para su resguardo."
En su libro, Newton llega a la conclusión de que Freude probablemente fue el representante local de la Oficina Tres de inteligencia secreta del canciller alemán Joachim von Ribbentrop, con más influencia en la Argentina que el propio embajador Edmund von Thermann. "En 1946 sostendría que era uno de los diez hombres más ricos de Sudamérica," escribe Newton.
Nacido en Alemania en 1895, Ludwig Freude había amasado una fortuna durante la década del treinta, época en que conoció al entonces joven militar Juan Perón en la provincia de Mendoza, donde Perón era jefe de la Agrupación de Montaña Cuyo mientras la Compañía General de Construcciones de Freude construía una ruta entre San Juan y Mendoza.
"Debido a que una de las especialidades más lucrativas de la General de Construcciones era la construcción militar, Freude había desarrollado amplios contactos en el Ejército, incluyendo a los generales Pistarini, Molina y Domingo Martínez", escribe Newton.
Su lujosa casa en el barrio de Belgrano se convirtió en el centro de reunión para diplomáticos alemanes y estos militares argentinos simpatizantes del Eje, ocasiones que Freude aprovechaba para hacer negocios. Un espía alemán, interrogado por los aliados, describió a Freude como a un "cerdo oportunista."
Aunque Freude nunca se afilió al partido Nazi, consiguió abogados para defender a los espías de Hitler cuando caían presos y actuó como síndico de la embajada. Especialmente notoria es la documentación de Newton referente al rol que jugaron Freude y Perón en una misión secreta a Europa del año 43 para intentar importar armas alemanas.
La relación entre los Freude y Perón también ha sido reconstruida por el profesor Meding, quien desde 1989 logró entrevistar a una gran cantidad de ex agentes y refugiados alemanes en una titánica y completísima labor.
"Empecé mi trabajo deseando documentar la existencia del Cuarto Reich en la Argentina", dice Meding.
El historiador finalmente se convenció de que no existió tal intento de construir un Reich post-Hitler, pero sí logró documentar los nombres de los diplomáticos, militares y eclesiásticos argentinos que condujeron a los fugitivos nazis desde Europa.
"Perón mantuvo permanente contacto con la colectividad alemana del país y cultivó esas amistades en particular", escribe Meding. "El empresario Ludwig Freude, por muchos años presidente del Club Alemán y uno de los alemanes más ricos de la Argentina, ya desde los años treinta había mantenido una relación de estrecha confianza con el ambicioso oficial. Como uno de los dirigentes de la colectividad alemana, había sido el hombre de confianza de la embajada del Tercer Reich, y después de la ruptura de las relaciones diplomáticas, junto con otras personas administró a título fiduciario el fondo de espionaje que había dejado el general Wolf como último agregado militar."

AQUEL 17 DE OCTUBRE

Especialmente reveladora es la reconstrucción de Meding de los días previos al 17 de octubre de 1945, horas difíciles que Evita y Perón lograron superar con la ayuda de Freude.
Los Estados Unidos venían aplicando una fuerte presión sobre el gobierno de facto del general Edelmiro Farrell para extraditar al hombre que consideraban el más peligroso agente nazi en la Argentina.
"Esta embajada considera sus esfuerzos por hacer que Freude sea internado como un caso testigo fundamental, en el que se mostrará si se puede desarmar la maquinaria nazi en la Argentina," escribió el encargado de Negocios de los Estados Unidos, John Cabot, al ministro de Relaciones Exteriores Juan Cooke, en septiembre de 1945.
"El 11 de septiembre de 1945, finalmente, el presidente Farrell dispuso mediante un decreto el arresto y la expulsión del extranjero Ludwig Freude," escribe Meding. "Este se defendió con medios legales y presentó una solicitud urgente de naturalización. Pero le fue rechazada en el acto, a lo que interpuso un recurso de casación."
Repentinamente, las dificultades del amigo de Perón con los Estados Unidos pasaron a segundo plano cuando Perón mismo cayó en desgracia con el gobierno de Farrell y se lo relevó de sus cargos como ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación.
"Rodolfo (Rudi) Freude, hijo del empresario Ludwig Freude y buen amigo de Perón, por iniciativa de su padre le ofreció como refugio la casa de verano de la familia, Ostende, en una isla del delta del Tigre. De esta manera, sustrajo al político de las persecuciones que eran de esperar de sus adversarios", escribe Meding. "En la isla, con la única compañía de Eva Duarte, más tarde su esposa; y un sirviente de nombre Otto, que apenas entendía el español y que a causa de la palabra que más utilizaba era llamado Otto Jawohl (que significa sí, naturalmente) por los huéspedes, Perón esperó el desarrollo ulterior de los acontecimientos."
Meding describe cómo, mientras los obreros leales a Perón preparaban una huelga general, "el gobierno, en un estado de evidente confusión, ordenó la detención de Perón y comisionó al jefe de la policía argentina, coronel Aristóbulo E. Mittelbach, para que llevara a cabo el arresto. Este, íntimo de Perón y cofundador del GOU, todavía intentó mediar entre el presidente Farrell y su antiguo lugarteniente; por último, junto con el teniente coronel Domingo Mercante, visitó a Perón en la residencia de Freude y le describió la situación."
Desde el refugio de Freude, Perón fue llevado preso a la isla Martín García.
"Este acto de amistad no fue olvidado: en lo sucesivo se pasaron por alto las demandas de extradición británicas y norteamericanas y las investigaciones contra las actividades de Freude quedaron en nada", cuenta Meding.
"En mayo de 1946, Freude organizó una pomposa fiesta de cumpleaños para Eva Perón; en abril, su hijo Rodolfo había ascendido a secretario del Presidente. Este creó para Perón un servicio de información del Estado, la Secretaría de Informaciones, y organizó, junto con otros germano-argentinos, la emigración ilegal de alemanes al Río de la Plata a través de Italia", dice el libro de Meding.
Aunque Perón finalmente permitió la extradición de algunos agentes alemanes de poca importancia, se negó rotundamente a entregar a Freude, concedió a su amigo alemán un pasaporte argentino y firmó personalmente un decreto que lo limpiaba de sus cargos. Esta actitud aumentó el convencimiento de los Estados Unidos de que Perón formaba parte de una conspiración para crear un Cuarto Reich en la Argentina en la posguerra.

LOS "ALLEGADOS"

Mientras tanto, Rodolfo Freude coordinaba al grupo de "allegados" nazis que, desde la Dirección de Migraciones, asesoraba a la presidencia en el rescate de fugitivos de los tribunales de guerra en Europa.
El frente actual de la casa isleña en el Tigre, que conserva el estilo de los cuarenta. Aquí vivió Perón antes del 17 de octubre.
De acuerdo con la documentación hallada por el Centro de Estudios Sociales, el grupo incluía a Pierre Daye, un belga que había sido condenado a muerte por colaboracionista, en Bruselas, el 18 de junio de 1947; a Jacques Marie de Mahieu, un "antropólogo" de la Waffen SS francesa que escribía libros sobre bio-política y teoría racial; y a Branko Benzon, el ex embajador de Croacia en Berlín, quien pasó de ser amigo personal de Adolf Hitler y Hermann Goering a convertirse en el médico de Perón, acompañando al general en su exilio a partir de 1955.
El nexo entre los allegados -en Migraciones- y la oficina de Rodolfo Freude -en la presidencia- era Carlos Horst Fuldner, un germano-argentino que había sido capitán de la SS en Alemania. De vuelta en la Argentina, Fuldner fundó la empresa CAPRI, donde consiguió empleo Adolf Eichmann, el arquitecto del holocausto judío de Hitler. Eichmann fue raptado de la argentina por un comando israelí en 1960, juzgado en Jerusalén y ejecutado en 1962. Sus últimas palabras antes de ser colgado fueron: "¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria! ¡No olvidaré!"
Los allegados se ocupaban de todos los detalles de las fugas de Europa, enviando barcos especialmente contratados, como en el caso de la misión de Carlos Schulz en Suecia, trabajando con barcos de la línea Dodero desde Italia y a través de diplomáticos argentinos en Dinamarca, un importante operativo de rescate que derivó en un crisis diplomática con ese país nórdico.
"Perón había dado instrucciones a este respecto a sus consulados y embajadas en Europa", relata Meding. "En determinados casos, se hizo la vista gorda ante documentos incompletos e incluso faltantes y se limitó a un mínimo el trámite administrativo."
Sobre la base de sus entrevistas entre los sobrevivientes de la comunidad alemana de posguerra, Meding pudo confirmar el rol de Rodolfo Freude como agente de Perón en este tema.
"Perón, que había ordenado el operativo de salida clandestina, con Santiago Peralta tenía un hombre de su máxima confianza a la cabeza de las autoridades migratorias," escribe Meding. "Por el lado del gobierno, Rudi Freude, secretario de la Presidencia al principio del mandato de Perón, se encargaba de allanar el camino desde Alemania a la Argentina, con el apoyo tanto de Guillermo Staudt, hijo del importante industrial Ricardo Staudt, como también de Horst Fuldner, que atendía la organización de la operación secreta en Italia."
La existencia de los "allegados" nazis de Perón está comprobada en un sumario de 937 hojas referente a la corrupción en la Dirección General de Migraciones durante la gestión de Pablo Diana entre 1947 y 1949.
El sumario, abierto en 1949, investigó rumores sobre sobornos para el otorgamiento de permisos de entrada a "indeseables" judíos y comunistas, pero inesperadamente giró su atención hacía el ingreso de otras personalidades notables.

Adolf Eichman
Los funcionarios de Migraciones, al ser interrogados por los sumariantes, rápidamente delataron la existencia de un mecanismo informal que actuaba bajo la coordinación de la Casa Rosada
"El señor Carlos Fuldner revistaba como empleado de la Dirección y prestaba servicios a las ordenes del señor jefe de la División de Informaciones de la Presidencia de la Nación, señor Rodolfo Freude, con misiones reservadas y confidenciales en materia de entrada al país que consideraban indispensables para las cuestiones de gobierno", relata el sumario.
Las iniciales de los "allegados" en un expediente eran determinantes para aprobar o denegar una entrada al país. "B no J", por ejemplo, significaba que el ex embajador croata ante Hitler, Branko Benzon, recomendaba denegar el ingreso a un judío. La inicial "F" significaba que la entrada había sido aprobada por el ex capitán de la SS Fuldner.
El expediente, que concluyó en la exoneración de Diana y otros funcionarios de Migraciones, aunque no en la de Fuldner, gozó de un reposadísimo sueño en el Archivo General de la Nación hasta ser desempolvado recientemente por el "Proyecto Testimonio" de la DAIA.
Entre los interrogados estuvo el mismo Fuldner, quien admitió el ingreso de "cierto tipo de personas" cuyas identidades se rehusó a revelar por "razones de Estado", agregando que provocaría "problemas de conciencia" entre algunos argentinos el saber que estas personas habían ingresado en el país.
Una de las rutas clandestinas para el ingreso de refugiados y fugitivos del Tercer Reich fue la "vía danesa", abierta por Carlos Horst Fuldner, por la cual llegaron la mayoría de los técnicos en aviación de Hitler que proveyeron el "know-how" para la construcción del Pulqui, el primer jet argentino y el orgullo de Perón.
Fuldner facilitó este servicio a la Secretaría de Aeronáutica a través de la agencia de viajes Via Nord, ubicada en un primer piso de la calle Suipacha.
Un joven sueco de 18 años fue empleado allí durante los veranos de 1951 y 1952 y se acuerda perfectamente del ambiente "nazi" que se respiraba.
"El dueño de la agencia era un ex capitán del ejército sueco que fue voluntario en la guerra por Hitler," recuerda Ragnar Hagelin, que 25 años más tarde sufriría la desaparición de su hija Dagmar por efectivos de la ESMA. "Mi jefe directo fue atleta alemán en la Olimpíada del año 36, uno de los que hizo el saludo nazi ante Hitler. El contador era dinamarqués y la secretaria del dueño era alemana."
A raíz de un entredicho con sus jefes, Hagelin comentó el extraño ambiente ante un diplomático de la embajada sueca en Buenos Aires. "¿Pero no sabías que eso es un nido de nazis?", le alertó el diplomático.
"Yo era un adolescente inmaduro en ese momento, si no pudiera haber investigado mucho más," dice Hagelin. "Lo que recuerdo es que ellos tenían un archivo con los datos personales de todos quienes habían venido por la empresa, casi todos conseguían vivienda en la zona de Florida, ahí después de Vicente López."
Hagelin era el encargado de reservar, pagar y retirar los pasajes que se empleaban. "Ellos me mandaban a la empresa de navegación Dodero fundamentalmente, ahí en Corrientes y Reconquista, e incluso en alguna ocasión con mucho disgusto me tocó ir hasta Florida a dejar algún pasaje a domicilio una vez que lo habíamos pagado y retirado." 



Jacques de Mahieu que trabajó como asesor del gobierno peronista 
Los puertos en los pasajes que recuerda Hagelin coinciden exactamente con los hallazgos de los historiadores del "Proyecto testimonio" y de Holger Meding. "Casi todos venían vía Dinamarca, Suecia y España. La mayor parte de las reservas que se hacían en Dodero salían por el puerto de Vigo, en España."
Los años no han pasado en vano para Rodolfo Freude. Quien en 1949 era un joven funcionario que acababa de cruzar la barrera de los veinte años y se ocupaba de poblar la Argentina con fugitivos del Tercer Reich, es hoy un hombre que ha padado los setenta y cuenta con el respeto y la estima de los vecinos de su casa de fin de semana en el Tigre.
Aunque remodelada hace veinte años, Ostende (así se llama la propiedad), sirvió de refugio del entonces ascendente vicepresidente de la Nación y secretario de Trabajo y Previsión Social, Juan Domingo Perón, en los días previos al 17 de octubre de 1945.
El muelle es muy familiar para los visitantes
Cuesta imaginarse que esa vivienda, amplia pero sencilla, haya sido el escenario elegido para que, el 7 de mayo de 1946, Evita festejase su cumpleaños número 27
Es que, pese a sus tempranos inicios, este hombre "alto, grandote, de ojos claros y muy rubio", según descripción de su vecinos, hace rato que se mantiene alejado de la política.

SERIO, CORRECTO, PIONERO DEL TIGRE

"Es un hombre serio y correcto. Poblador de la zona hace más de 60 años y el que primero trajo luz y teléfono a las islas", señaló el conductor de la lancha colectivo "Interisleña XIX".
A diferencia de Mario Falak, vecino de Freude por lo menos en lo que respecta a sus casas de fin de semana, el antiguo funcionario de Perón no suele recibir visitas en Ostende. Prefiere la companía de su mujer y sus tres hijos. Con ellos, cubre el trayecto que va desde el puerto de Tigre hasta la confluencia de los ríos Capitán y San Antonio.
Hasta hace algunos años, lo hacía en la embarcación que guardaba en el Yacht Club Argentino de San Fernando.
Hoy, luego de haberla vendido, utiliza el servicio de las lanchas taxi "Los Aventureros II". .
Por Uki Goñi Migraciones paralelas La Vía Nord Ostende, en el Delta Nicolás Cassese

http://www.lanacion.com.ar/202464-la-rama-nazi-de-peron

Un resabio de las simpatías germanófilas de Perón

En 1945, la normalización de las relaciones con Estados Unidos exigía que el gobierno argentino cumpliera con las resoluciones de la Conferencia de Chapultepec. Según el embajador Braden, esto implicaba que todas las empresas alemanas y japonesas fueran colocadas bajo severo control hasta que la propiedad pudiera ser transferida a manos argentinas y todos los miembros del Eje fueran eliminados de las mismas. Asimismo debían incluirse estos individuos en la Lista Pública y completar la investigación y el censo “Refugio”. Lo que estaba en juego eran entre 300 y 400 empresas de distintas dimensiones. Los ingleses calcularon en 1945 que los bienes de capital alemanes susceptibles de ser confiscados rondaban los 100 millones de dólares. (1) 
    Luego de la declaración de guerra argentina a Japón y Alemania, el 27 de marzo de 1945, un decreto del presidente Farrell de la misma fecha retiró la personería jurídica a las empresas alemanas y japonesas domiciliadas en la Argentina, embargó sus títulos de propiedad, bienes y valores y las puso bajo control de un consejo administrativo -establecido ya en 1944 en el ámbito de la Secretaría de Industria y Comercio. Poco más tarde, el gobierno congeló los valores de los funcionarios de las empresas afectadas por la medida anterior y confiscó la propiedad argentina que perteneciera a los estados alemán y japonés. En mayo de 1945, una Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga autónoma sustituyó al consejo administrativo, y finalmente en agosto la responsabilidad fue trasladada al Ministerio de Relaciones Exteriores. Seis compañías de seguros y los dos bancos alemanes fueron liquidados rápidamente, pero en el resto de los casos la tarea resultó complicada y lenta. Hacia principios de 1946, se habían liquidado 2 firmas del Eje, tomado posesión de 76, e “intervenido” 73. Continuaban bajo investigación 229 firmas y se tenían bajo control las cuentas y valores de 802 personas. (2)
    Los diplomáticos norteamericanos expresaron su disconformidad con el curso de las investigaciones. La lentitud con que se procedía permitía a muchas firmas su vaciamiento antes de la liquidación por el gobierno argentino. Asimismo los norteamericanos se quejaron de que las empresas pertenecientes a alemanes prominentes como Ludwig Freude, Richard Staudt, Fritz Mandl, Thilo Martens y Karl Schmits parecían intocables. El presidente Perón y su ministro Miguel Miranda dieron su aprobación para la liquidación de las firmas, pero insistieron en que era inaceptable la desaparición de empresas que no pudieran ser reemplazadas; en cuyo caso debía llegarse a un acuerdo para “argentinizarlas”. No obstante, las exigencias fueron disminuyendo poco a poco. En julio de 1946, la Lista Pública fue levantada, la investigación del Regugio fue cerrada sin novedades importantes, y la nacionalización de ciertas firmas alemanas que el Congreso debía decidir en septiembre fue postergada. Perón llegó a un acuerdo de cuatro puntos con el embajador Messersmith, por el cual el gobierno argentino cumpliría con sus compromisos de las conferencias de Chapultepec y San Francisco. El embajador consideraba que dos de dichos puntos ya habían sido cumplidos. En noviembre de 1946, la comisión comunicó que hasta ese momento habían sido liquidadas 2 compañías, tomado 70 e “intervenido” 71. Se consideraba liquidar 16 más, argentinizar 7 y convertir 5 en empresas mixtas público privadas. Las investigaciones continuaban sobre otras 195. En enero de 1947 se informó que el gobierno adquiriría 60 de las compañías por un valor de 100 millones de pesos. Sin embargo, algunas de las complicaciones legales derivadas de estos traspasos todavía no se habían resuelto en la década del sesenta. (3) 
    La deportación de los agentes nazis exigidos al gobierno argentino por el gobierno norteamericano fue igualmente problemática y puso de manifiesto la misma renuencia de las autoridades argentinas a llevarla a cabo que en el caso de la propiedad enemiga. Hacia junio de 1946 habían sido expulsadas 38 personas y los posibles deportados habían disminuido de 900 a 227. El embajador Messersmith señaló a Perón que cualquier gesto que indicara que la política filogermana estaba siendo dejada de lado por el gobierno argentino tendría un efecto muy positivo sobre la opinión pública norteamericana. El 21 de diciembre, 13 supuestos agentes -considerados menores por las autoridades de control aliadas- fueron deportados a bordo del transporte naval Pampa. En mayo  de 1947, entre 8 latinoamericanos deportados a Alemania se hallaban Hans Harnisch y Wolf Franczok, dos de los agentes nazis más conspicuos que trabajaron en la Argentina. Esta fue la última expulsión de importancia y precedió al anuncio del presidente Truman de que las relaciones con la Argentina se habían normalizado. Por cierto, los funcionarios aliados de la Alemania ocupada estuvieron muy poco conformes con la actitud argentina de enviar “llenadores de cuota”, cuya participación en las actividades de espionaje habían sido casi nulas. (4)
    La suerte de los espías nazis que actuaron en la Argentina fue diversa. Wolf Franczok se dio cuenta pronto que él y sus camaradas fueron sacrificados ante las maquinaciones de Perón. Detenido en Alemania, describió con detalles sus casi dos años de cárcel en la Argentina. Señaló también como Werner Könnecke, luego de pactar con Coordinación Federal, había tratado de convencer a sus ex cómplices de hacer de Hans Harnisch el chivo emisario del caso Hellmuth y de borrar de sus confesiones todo rastro de las relaciones entre la red Bolívar y Perón, Brinckmann, González y Aumann, además del paraguayo Stagni y el boliviano Paz Estenssoro. Como contrapartida a su cooperación se le prometió a los prisioneros que los intereses alemanes en la Argentina serían respetados, que los detenidos serían bien tratados y que los inocentes serían rápidamente liberados, promesas que sólo fueron cumplidas en algunos casos. (5) 
    Si bien los tribunales resolvieron, a comienzos de 1946, que el presidente tenía facultades en virtud de la ley de Residencia para expulsar del país a los extranjeros indeseables, en mayo la Corte Suprema sostuvo dicho dictamen, pero afirmó que a las personas afectadas les asistía el derecho de conocer el motivo de la acusación en su contra. De esta manera, entre mayo y agosto de 1946, la mayor parte de los integrantes de la red Bolívar fueron liberados con solicitudes de hábeas corpus, manteniéndose en libertad hasta que el presidente Perón expidió el decreto Nº 18.480/946 del 15 de noviembre, ordenando nuevamente la detención y deportación de ellos. La presión desapareció luego por unos meses hasta que sobrevino la solución final acordada por Perón y Messersmith, que dispuso la deportación de algunos más. En estas circunstancias y cansado de escapar, Franczok se entregó.  Con todo hubo algunos que parecieron gozar de inmunidad ante la deportación. Estos fueron los casos de Seidlitz, Mandl, un misterioso experto bancario llamado Heinrich Dörge, Thilo Martens, Staudt, Freude y Becker. Los tres últimos eran buscados especialmente por los norteamericanos. (6)
    Cuando el gobierno argentino intervino las compañías de Staudt, el magnate afirmó que sus capitales eran exclusivamente argentinos, y su influencia, sobre todo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, le permitió retirar la mayor parte de sus inversiones. Además mantuvo su inmunidad a pesar de las exigencias norteamericanas de que fuera deportado, siendo probable que, al igual que Mandl, hubiera colaborado con un millón de pesos para la campaña electoral de Perón. El caso de Ludwig Freude fue similar. Existían sospechas de que fuera un testaferro de inversores alemanes, dada la rapidez con que había logrado el control de la Compañía General de Construcciones; había sido visitante asiduo de la embajada alemana y había recibido los fondos de ésta antes que sus funcionarios fueran repatriados en 1944; y era ciudadano alemán, con pasaporte alemán recibido en noviembre de 1937. Sin embargo, luego del caso Hellmuth, Freude había logrado gran influencia sobre Perón, quien lo visitaba en su casa de Belgrano. La Junta de Vigilancia no logró hallar evidencia de la procedencia alemana del capital de Freude, ni de dinero recibido de la embajada aparte del destinado a obras de caridad. Por otra parte, Perón dispuso que una antigua solicitud de naturalización de Freude -que databa de 1935- fuera encontrada en una pequeña ciudad de Mendoza y aceptada como válida por la justicia de esa provincia (Freude había olvidado completar las formalidades y prestar el juramento de práctica). Ante un pedido de Braden, en septiembre de 1945, de que se emprendiera alguna acción contra Freude, el ministro de Relaciones Exteriores Cooke respondió que aquél estaba muy bien conectado con la administración Farrell y que no podía ser tocado. Poco después Cooke dijo a los británicos que la deportación de Freude en el Higlland Monarchestaba arreglada en febrero de 1946, pero que a último momento la orden había sido cancelada. Por otra parte, su hijo Rodolfo acompañó a Perón en la campaña electoral en febrero de 1946. Luego Perón creó una repartición ultrasecreta, la División Informaciones, nombrando a Rodolfo Freude jefe de la misma. El nuevo organismo se ocupaba del control de todo lo referente a los ex espías nazis con la colaboración de Jorge Osinde, el capitán Abel Rodríguez, jefe de Coordinación Federal, y Eduardo Bravo Casares. Allí se realizaba la selección de los “llenadores de cuota” para la deportación, y disponían los permisos de entrada y las “rehabilitaciones” para los que regresaban. (7) 
    Por su parte, Siegfried Becker fue arrestado por Coordinación Federal en abril de 1945. Sus primeras declaraciones respecto de sus conexiones políticas fueron imprudentes e implicaron a Perón, por lo cual su testimonio debió ser tomado nuevamente y reducido de 300 a unos 110 folios. Esta declaración fue entregada por el Ministerio de Relaciones Exteriores a Estados Unidos a principios de octubre, cuidadosamente expurgada de los pasajes que hacían revelaciones inconvenientes sobre el caso Hellmuth. Becker obtuvo su libertad por hábeas corpus luego de la asunción de Perón, y poco se sabe de su vida posterior. Un informe norteamericano lo ubicaba a principios de 1947 en Santiago del Estero bajo la protección del coronel Aristóbulo Mittelbach, lo cual debía contar necesariamente con el aval del presidente. Se especula que podría haber sido reclutado en esa época para el “Programa Deserción” del Departamento de Estado entre los ex ciudadanos del Eje. (8)
    
Por cierto, el mayor Oscar Contal, el jefe de Coordinación Federal que había realizado las detenciones de los espías alemanes, fue expulsado de su cargo por oponerse a la liberación del yerno de Ludwig Freude, Werner Köennecke. Antes de dejar su puesto, Contal, envió el 2º Sumario con todas las declaraciones y la lista de los 60 detenidos al juez Horacio Fox, quien debía hacerse cargo del caso. No obstante las pruebas materiales de la investigación no llegaron al juez. Los textos de telegramas, códigos y diagramas fueron conservados por el Ministerio del Interior, y los equipos técnicos pasaron a poder de los servicios de inteligencia argentinos. La intención era evitar que esta evidencia pudiera ser utilizada en contra de Perón en caso de que algún gobierno opositor llegara al poder. (9) 

    Por otra parte, a fines de octubre de 1945 regresaba a la Argentina Osmar Hellmuth, el enviado del gobierno argentino para adquirir armamento en Alemania, y que fuera detenido por los británicos camino a su misión dos años antes. Hellmuth fue entregado a las autoridades argentinas, pero no quedó incomunicado debido al tiempo transcurrido desde la fecha en que se habrían cometido los actos delictuosos que se le imputaban. De inmediato fue conducido por dos oficiales de Coordinación Federal a una entrevista con Ludwig Freude. Dos días después fue recibido por Perón, quien aparentemente le hizo promesas que no cumplió. En el proceso judicial que se le siguió, declararon en su favor el coronel González, el general Gilbert y el almirante Sueyro, quienes negaron que la Argentina hubiera intentado obtener armamento de Alemania, aunque reconocieron haberlo enviado a ese país. Gilbert señaló los “fines altamente patrióticos” de su misión, y González confirmó la participación de Perón en los acontecimientos. Debido a estos testimonios, el 23 de febrero de 1946, Hellmuth era liberado, siendo sobreseído definitivamente de los cargos en su contra el 30 de diciembre de 1947. En la misma época que Hellmuth, también había vuelto a la Argentina otro espía germano-argentino, Ernst Hoppe, quien había tenido la frustrada misión de recibir aquel submarino nazi que debía arribar a la Argentina a principios de 1944. El encargado de negocios norteamericano no comprendía la decisión británica de devolver estos espías justamente en momentos en que el gobierno norteamericano trataba de que la Argentina deportara los ex espías que aún permanecían en este país. (10)
   
 En febrero de 1946, la jefatura de Coordinación Federal fue asumida por el capitán Abel Rodríguez, hombre de confianza del presidente Perón y de su esposa, y que estaba bajo la influencia de los Freude, padre e hijo. Rodríguez, con la colaboración de Freude y Koennecke, puso especial empeño en la destrucción de las declaraciones de los espías, principalmente las que comprometían al grupo. Personas que habían tenido vinculación con el Grupo Azul, con el que estaba relacionado Freude, fueron liberadas o sus declaraciones destruidas. Finalmente, el 6 de septiembre de 1946 Perón firmaba un decreto “desnazificando” a su amigo alemán Ludwig Freude y éste nunca más volvería a ser molestado. (11) 
    Como se dijo, pocos días después de la asunción de Perón a la presidencia el 4 de junio de 1946, se produjo la liberación de Becker, Franczok, Harnisch y Schröll. No obstante, la embajada de Estados Unidos continuó presionando para que los ex espías alemanes fueran deportados, a cuyo fin aportaba listas con direcciones y datos a la Oficina de Enlace del Ministerio de Relaciones Exteriores para ser giradas a Coordinación Federal. El funcionario que las recibía notó que Coordinación siempre llegaba cuando los espías ya habían huido. Ante las presiones, Perón se vio obligado a firmar el decreto 14840 del 15 de noviembre de 1946, ordenando la detención y expulsión de 52 agentes del Eje. Algunos de éstos recibieron un duro trato, otros -como Becker y Schröll- en cambio fueron alertados. La División Informaciones ordenó el arresto de Harnisch -cuya enemistad con Ludwig Freude era manifiesta- a principios de febrero de 1947. En su último testimonio, Harnisch involucró a Perón y a los Freude, y amenazó con decir toda la verdad si era deportado. Finalmente partió rumbo a Alemania en mayo de 1947. Jamás lo interrogaron sobre Becker y, a pesar de que algunos policías intentaron aclarar su situación, la influencia de Freude sobre Perón lo hizo imposible. En el mismo barco viajaron Franczok y Schröll y otros cinco “llenadores de cuota”. Otros, como Harmeyer y Amorín habían sido deportados el año anterior. De los interrogatorios y los informes de todos ellos surgiría la evidencia de las relaciones entre el régimen militar del GOU y el SD de Himmler. (12) 
    De los 80 integrantes de la red nazi que tuvieron causas judiciales o los afectaron decretos de expulsión después de la guerra, sólo 7 fueron condenados, todos ellos agentes menores por actos cometidos durante el gobierno de Castillo. Otros 10 fueron deportados o dejaron el país sin sentencia judicial. Un total de 63 fueron sobreseídos entre 1947 y 1948. (13)
    Por otra parte, cuando la Francia ocupada por los alemanes fue recuperada, a mediados de 1944, muchos alemanes y franceses colaboracionistas se dirigieron a España a través de los Pirineos, donde existía una importante comunidad alemana. Sin embargo, la situación de éstos dejaría de ser cómoda a partir del 2 de mayo de 1944, cuando el gobierno de Franco dio por terminada su colaboración con el Eje, alcanzando una serie de acuerdos con Londres y Washington. Los refugiados debieron entonces buscar otros países hacia donde dirigirse. Hacia el final de la contienda, la red coordinada por Charles L’Escat (en su pasaporte argentino figuraría como Carlos Hipólito Lesca Saralegui) guió hasta Sudamérica a muchos que buscaban refugio ante el inminente desenlace. Sin embargo, esta posibilidad quedó cerrada en los primeros meses de la posguerra. L’Escat llegó al puerto de Montevideo en un buque español el 3 de octubre de 1946. En enero de 1947, luego de que el gobierno uruguayo respondiera favorablemente a la extradición solicitada por el gobierno francés, L’Escat se estableció en la Argentina. El pedido de extradición recibido posteriormente por el gobierno argentino fue archivado por Perón. (14) 
    La colaboración argentina en la huida de los nazis se había iniciado prudentemente en 1944.En agosto de ese año los norteamericanos tenían evidencia de que el consulado argentino en Lisboa entregaba pasaportes argentinos con el nombre real de los fugitivos. Otro informe de octubre de 1945 señalaba el comercio desempeñado por el cónsul general argentino en Barcelona, Miguel A. Molina, quien vendía pasaportes a agentes alemanes. Molina estaba vinculado con el español Samuel Sequerra, director de la Organización de Ayuda Conjunta para España y Portugal. Los barcos de la línea Dodero cubrían la ruta Génova-Buenos Aires, haciendo escala en Barcelona. Esta conexión en Barcelona constituyó una de las principales rutas de escape europeas hasta 1949. (15) 
    En la Argentina, el jefe de la Secretaría de la Presidencia de Perón, José Figuerola, un ex colaborador del dictador José Antonio Primo de Rivera en España que se había nacionalizado argentino, facilitaba las cosas, pues tenía las conexiones necesarias para que las personas que huían de España pudieran hacerlo a través de la compañía Iberia. Figuerola había estado en la mira de la Comisión Especial de Investigación de Actividades Antiargentinas por sus reuniones con el espía del SD y jefe de prensa de la embajada alemana Gottfried Sandstede. (16)
    Otra vía de escape fueron las “ratlines” o Vía Vaticana -que utilizaba los monasterios establecidos en Zagreb, Lijubljana, Trieste, Venecia, Roma y Grumo-, y cuyo principal organizador fue el padre Krunoslav Draganovic, secretario del Instituto Croata de San Girolano. Por esta vía llegaron a la Argentina criminales de guerra y ex colaboracionistas con los regímenes de las potencias del Eje. El contacto de Draganovic en la Argentina para este tipo de operaciones fue Branko Benzon, ex ministro del Estado Libre de Croacia y embajador de Croacia ante el Tercer Reich. Entre 1946 y 1949 Benzon fue “asesor para la inmigración yugoslava y croata”, formando parte del cuerpo de “asesores confidenciales” del director de la Dirección General de Migraciones, Pablo Diana. Su función era “encausar la corriente inmigratoria Centro Europea con el consentimiento del Señor Presidente de la Nación”, según fue señalado en el informe secreto elaborado por Coordinación Federal en 1948. (17) 
    En Europa era un problema urgente resolver la situación de miles de bálticos, polacos, ucranianos, servios, croatas y otros, muchos con un pasado colaboracionista y que eran reclamados por la Unión Soviética o sus nuevos estados satélites. La cuestión era relevante en Italia, donde el gobierno exigía el traslado de gran cantidad de europeos orientales de los campos provisorios, y a los cuales los británicos y los norteamericanos no deseaban devolver a sus lugares de origen -dado el comienzo de la Guerra Fría- pero tampoco les encontraban destino. (18) 
    Ján Durkanski, ex ministro de Eslovaquia, fue uno de los criminales de guerra que ingresó a la Argentina a través de la vía dirigida por Draganovic y gracias a la intervención de Benzon. Los contactos entre Draganovic y Ante Pavelic permiten inferir que éste y sus ocho colaboradores llegados a la Argentina en 1947 pudieron haber seguido el mismo camino. La resolución administrativa (1949), por la que se autorizó a Erich Priebke a obtener nueva documentación con su nombre real, consigna los mecanismos que según el solicitante había empleado para entrar al país. Como muchos otros que llegaron a la Argentina a través de las “ratlines”, Priebke tuvo el apoyo de las asociaciones católicas de Roma, por cuyo intermedio consiguió que las autoridades argentinas visaran el pasaporte que le había otorgado la Cruz Roja Internacional. (19)
    Draganovic también puso su organización a disposición de los nazis que Estados Unidos deseaba enviar a Sudamérica. De esta manera, se hizo cargo del “carnicero de Lyons”, el oficial SS Klaus Barbie, quien le fue entregado por oficiales de inteligencia norteamericanos en la estación de trenes de Génova. Draganovic acompañó a Barbie al consulado argentino, donde obtuvo una visa que le permitió obtener documentos de la Cruz Roja con apellido falso para él y su familia. Barbie y otros nazis se embarcaron en Génova, en marzo de 1951, con destino a Buenos Aires para luego trasladarse a Bolivia. Draganovic también colaboró con el gobierno argentino para posibilitar la llegada a la Argentina de los técnicos que el diseñador alemán Kurt Tank necesitaba para la fábrica de aviones en Córdoba. Estos recibieron pasaportes de la Cruz Roja como croatas y fueron recibidos en el convento de monjas Centocelle hasta que tomaron un avión de la Flota Aero Mercante Argentina con destino a Buenos Aires. En este grupo llegó escondido el criminal de guerra Gerhard Bohne, encargado del programa de eutanasia del Reich. (20) 
    En diciembre de 1946, Perón colocaba a un hombre de la Iglesia al frente de la flamante Delegación Argentina de Inmigración en Europa, cuya sede central se estableció en Roma. El presbítero José Clemente Silva, hermano de un amigo de Perón, partió para Italia con la misión de organizar el traslado a la Argentina de varios millones de europeos que fueran útiles para los planes de industrialización argentinos. El sacerdote debía encargarse también del traslado de personas destacadas que no tuvieran documentación. La Delegación comunicó formalmente a Gran Bretaña y Estados Unidos su deseo de reclutar científicos y técnicos alemanes, pero el proyecto no fue ampliamente difundido. Las operaciones más importantes de la Delegación se llevaron a cabo en Italia, donde luego de arduas negociaciones se firmó un acuerdo para establecer las condiciones de reclutamiento el 21 de febrero de 1947. Consecuentemente, el ex espía del Abwehr (Servicio de espionaje militar del Reich) Reinhard Kopps -conocido luego en Bariloche como Juan Maler- inició su colaboración con el obispo austríaco Alois Hudal, rector de la iglesia alemana Santa María dell’Anima en Roma, a fin de enviar grupos de nazis hacia la Argentina. Kopps recibía las solicitudes y hacía los arreglos con el consulado argentino en Génova. Los permisos de ingreso eran otorgados por la Dirección de Migraciones en Buenos Aires, los pasaportes por la Cruz Roja y el transporte lo hacía la empresa Dodero. Miles de inmigrantes llegaron a la Argentina por esta vía, pero pocos fueron trabajadores o técnicos especializados; la mayoría estuvo constituida por intelectuales o capitalistas con antecedentes de colaboracionistas, entre los cuales figuraron Vittorio Mussolini, hijo del Duce, y dirigentes partidarios como Carlo Scorza y Ettore Mutti. (21)
    Otra vía de salida de Europa fue a través de la frontera germano-danesa. Muchos nazis se internaban en Dinamarca con el auxilio de una unidad de la Wehrmacht que el gobierno danés había autorizado a permanecer en el país para el levantamiento de minas. Esta vía fue utilizada por Carlos Fuldner -adscripto a la División de Informaciones de la Presidencia- para hacer llegar a la Argentina a las personas que reunía en sus misiones oficiales a Europa realizadas entre 1947 y 1949. Estas revestían carácter reservado, debido a “poderosas razones de estado” y a las “dificultades de conciencia -que podrían comportar- para algunos funcionarios ante los cuales le era prohibido entrar en detalles o hablar abiertamente”, sobre las actuaciones de esas personas durante los regímenes fascistas. Para disponer de una persona jurídica que solicitara el libre ingreso de “personas que interesaban a la República” y al mismo tiempo eludir la responsabilidad que podía recaer en los encargados de esas misiones, se estableció la agencia de viajes Vianord. (22) 
    Un grupo de empresarios germano-argentinos dirigidos por el fuerte industrial Friedrich Schlottmann, del grupo textil Sedalama, se encargó del rescate de los alemanes refugiados en los países escandinavos. La operación fue encargada a Carlos Schultz. Para respaldar el proyecto se creó en Buenos Aires un Comité Báltico encabezado por Federico Müller-Ludwig, director del diario Freie Presse. Schultz consiguió la aprobación del proyecto por el director de Migraciones, Santiago Peralta, quien le entregó cartas de presentación para los cónsules argentinos en Europa y dio garantías para el ingreso de por lo menos mil personas. En 1947, Schultz lograba que los gobiernos sueco y noruego conmutaran penas a colaboracionistas que estaban interesados en viajar a la Argentina. Las listas de candidatos enviadas por Schultz a Peralta fueron siempre autorizadas sin excepción. Los consulados argentinos otorgaban los pasaportes de la Cruz Roja a las presentaciones de Schultz sin realizar ninguna verificación. Schultz se aseguraba de que no hubiera comunistas entre los propuestos para no perder el apoyo de Peralta. Consiguió de esta manera el ingreso a la Argentina de unos mil alemanes. Pero en noviembre de 1947 Schultz fue arrestado por las autoridades suecas y sometido a juicio junto a una banda de falsificadores de pasaportes. La detención causó un grave problema al embajador, capitán Héctor Russo, quien envió urgentes cables al ministro Bramuglia, señalando que esas operaciones únicamente lograban fortalecer la opinión internacional de que la Argentina era un país declaradamente nazi. El embajador sin embargo no recibió ninguna respuesta. Finalmente, la justicia sueca ordenó a Schultz salir del país. (23)
    Una misión semejante a la de Shultz, pero en este caso de carácter oficial, fue encomendada a Carlos Piñeyro, quien había sido cónsul en Danzig, Beirut y Suecia, hasta su arribo al consulado argentino en Copenhagen, en mayo de 1945. Dos años más tarde fue llamado a Buenos Aires, donde fue adscripto a la División Informaciones entre junio y agosto de 1947. En esta fecha fue enviado nuevamente a Copenhagen como agente reservado. Aquí se conectó con la unidad alemana que se encontraba realizando la tarea del desminado en la frontera con Alemania, a fin de poder ingresar ilegalmente a Dinamarca a los científicos y técnicos nazis reunidos por los enviados de Perón en Europa. El propio jefe de la unidad Toepke acompañó a varios a Copenhagen, entre ellos al diseñador de aviones, Kurt Tank, quien traía el diseño del “Pulqui”, que Perón haría fabricar en Córdoba. Piñeyro entregaba a estas personas pasaportes argentinos con nombres falsos, los cuales les permitían tomar un vuelo a Buenos Aires. Pero la División de Informaciones vio su ruta danesa cerrada en noviembre de 1947, cuando el “argentino” Ernesto Foucard fue detenido tratando de tomar un avión con destino a Ginebra y conexión posterior a Buenos Aires. El individuo resultó ser el profesor alemán Karl Gustav Friedrich Thalau. Poco después, Toepke también era arrestado cuando atravesaba la frontera con otro experto en aviación alemán, Paul Friedrich Klages. El embajador argentino en Dinamarca, Riéffolo Bessone, fue citado por el gobierno danés, el cual exigió el cese de las mencionadas operaciones. Inmediatamente, Piñeyro y su colaborador Mouret fueron retirados, y el embajador Bessone trasladado a Irlanda un poco más tarde. (24) 
    Todas estas redes llegaban a la División de Informaciones de la Presidencia de la Nación, dirigida por Rodolfo Freude. Bajo las directivas del presidente Perón, esta repartición se dedicaba a rescatar ex colaboradores del Tercer Reich que se consideraran útiles al país. Freude actuaba en coordinación con Pablo Diana, un ex empleado de la vicepresidencia de Perón durante el gobierno militar, designado jefe de la Dirección de Migraciones en junio de 1947. Perón le había hecho saber en el momento de su nombramiento que la política inmigratoria la dirigía personalmente el presidente. Para desempeñar su tarea, Diana disponía de una serie de asesores, con quienes se reunía en presencia del presidente. Entre otros, figuraban Eugenio Monti de Valsassini, el “conde de Monti”, Branko Benzon, Pierre Daye, George Degay y Carlos Fuldner, Víctor de la Serna, García Santillán y Smolinski, el ex presidente del Banco Central Orlando Maroglio y el secretario de Aeronáutica, brigadier Bartolomé de la Colina. (25)
    La por mucho tiempo supuesta existencia de un grupo dedicado a rescatar refugiados europeos dentro de la División Informaciones quedó confirmada con el descubrimiento en el Archivo General de la Nación de un abultado sumario del año 1949, producto de la investigación de las irregularidades cometidas en la Dirección de Migraciones durante la gestión de Diana. Dirigido a constatar la entrada al país de “indeseables” judíos y comunistas, el sumario se encontró con la existencia de órdenes para el ingreso de otro grupo de “indeseables”. Toda la plana mayor de Migraciones, incluidos Diana y Fuldner, fue interrogada por los sumariantes Angel S. Taboada y Román Sosa Liprandi. Todos los declarantes señalaron a Freude y Perón como sus superiores. (26) 
    El criterio de la Dirección de Migraciones era no permitir el ingreso al país a comunistas ni judíos. En el caso de los últimos, su ingreso estaba vedado especialmente por los directores de la repartición que eran antisemitas -Santiago Peralta hasta junio de 1947 y luego Diana-. Las solicitudes de israelitas debían ser negadas desde un principio. Las instrucciones de Diana a los asesores eran claras: en cuanto propusieran a un judío, la vinculación con la Dirección se terminaba. Para el trabajo interno se manejaban además algunos códigos. En el caso de que los legajos tuvieran una F en lápiz rojo -que significaba Fuldner-, Diana sabía que debía conceder la radicación incluso si eran personas entradas clandestinamente al país, porque aquél era un agente reservado del presidente. Si el expediente contenía la palabra Banco en el extremo superior izquierdo, esto significaba que el Banco Central había intervenido en el trámite y que podía dársele curso. Finalmente la palabra “Presid” identificaba a un numeroso grupo de legajos que recibían tratamiento especial por haber sido iniciados por el propio Perón. Por otra parte, cuando la cantidad de pedidos de ingreso a favor de sus camaradas firmados por Fuldner excedió las posibilidades de Migraciones, Fulner acordó con Diana que aquéllos se presentaran por intermedio de la agencia de viajes Vianord. (27) 
    Es interesante destacar que luego de ser interrogados por los norteamericanos en Alemania, los ex espías nazis eran mantenidos por un cierto tiempo en campos de detención y luego liberados. La Europa de posguerra no les ofrecía posibilidades de trabajo, por lo cual aquéllos procedentes de la Argentina decidieron en la mayoría de los casos volver a este país. Recibieron para hacerlo documentación de “Libre desembarco” de Migraciones, pero debían entrar bajo la categoría “Doc Def”, porque las órdenes de expulsión en su contra seguían vigentes. Hacia 1950, muchos de ellos habían encontrado ocupación en áreas del gobierno o en las fuerzas armadas. No obstante, su situación legal permanecía sin aclararse. Su presencia en el país no podía admitirse porque ello contrariaba los compromisos derivados del Acta de Chapultepec. Perón apeló entonces a una solución intermedia: la firma de una serie de “indultos” secretos. Comenzó con dos decretos personales en julio de 1950, en favor del ex espía Hans Leuters y de un ex jefe del partido Nazi argentino, Enrique Volberg.
   
 Para conocer la situación de todos los involucrados, en 1951 el mayor Osinde, jefe de Coordinación Federal, ordenó el rastreo de todos los antiguos espías que figuraban en los decretos de expulsión, tomándoles luego declaración para conocer su situación laboral, su grado de integración en la sociedad argentina y sus creencias religiosas. Todos superaron la prueba ampliamente, apareciendo muchos de ellos relativamente prósperos. Poco después, en febrero de 1952, considerando que ya no existían los motivos de orden internacional que habían provocado las medidas en su contra, el presidente Perón y el ministro del Interior, Angel Borlenghi, firmaron el decreto 3625, indultando a 24 ex miembros de las organizaciones nazis. Otros seis germanos recibieron la gracia al año siguiente. No obstante, las gestiones de la embajada de Alemania en Buenos Aires y por alguna razón especial, Perón no favoreció a Harmeyer y a Franczok. Estos tuvieron que esperar hasta la llegada de la Revolución Libertadora, para que el general Aramburu firmara sus indultos. (28) 
    Por cierto, el comienzo de la Guerra Fría modificó la relación de los países, incluso de los que habían formado parte de los Aliados, con muchas personas que habían pertenecido a los regímenes nazi-fascistas. El interés de algunos gobiernos en el desarrollo científico y técnico de la Alemania nazi, con el propósito de aplicarlo a sus propios proyectos industriales o estratégicos provocó las operaciones de reclutamiento de “cerebros”. En Estados Unidos se organizó la operación Paperclip y en la Unión Soviética la Osavakim. Incluso Estados Unidos valoró en alto grado los “capitales ideológicos”, es decir los compuestos por los anticomunistas de la Unión Soviética y de las naciones del Este europeo. Actualmente se sabe que no todas las “ratlines” conducían a Sudamérica, también muchas lo hacían a diversos puntos de Estados Unidos. De la misma manera, la Argentina, Brasil y otros estados sudamericanos buscaron atraer ese “capital humano”. (29)
   
 A fines de agosto de 1946, el Congreso argentino ratificaba el Acta de Chapultepec, lo cual implicaba que el país no podría permitir el ingreso de responsables de crímenes de guerra. Sin embargo, Perón se atendría a su propia política para el asilo de refugiados de guerra, promulgada el año anterior, que establecía que no tendrían refugio en territorio argentino aquellos acusados de crímenes de guerra, ni se admitirían el capital o los bienes de tales personas. La definición de “criminal de guerra” y los procedimientos para llevarlo ante la justicia seguirían las normas de la Comisión Interamericano de Justicia. Por cierto, el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino mantuvo durante esos años relaciones formales con las autoridades aliadas de ocupación en Alemania en cuanto a las solicitudes de alemanes que deseaban emigrar. (30) No obstante, como se ha visto, esto no impidió toda una intensa actividad de enviados reservados del gobierno argentino, que cooptaron y trajeron al país gran cantidad de colaboracionistas e incluso criminales de guerra, y que las solicitudes de extradición de los últimos fueran completamente ignoradas. (31) 
    Más aún, el Ejecutivo otorgó una amnistía por el decreto Nº 15.972, que alcanzó a todos los que habían ingresado al país ilegalmente. Este indulto de carácter general fue seguido de una serie de resoluciones que habrían beneficiado a aquéllos que debían ocultar su verdadera identidad. Así, por ejemplo, con el fin de otorgar inmunidad a los asilados políticos, cuya extradición podía ser solicitada en virtud de tratados internacionales firmados por la Argentina, se dictó el decreto Nº 19.935 del 22 de agosto de 1949, confiriéndoles el status de “asilados residentes”, lo cual los autorizaba a obtener una tarjeta de libre circulación. Por otro lado, el artículo 35 de la Constitución de 1949 permitía a las personas que hubieran regularizado su situación obtener la carta de ciudadanía. Como la impunidad era evidente, muchos incluso decidieron solicitar nueva documentación con sus nombres reales. (32) 
  • NOTAS
  1. Embajada de Estados Unidos 1275, Buenos Aires, 17 de junio de 1945, 862.20235/fecha; Embajada británica a FO, Buenos Aires, 29 de agosto de 1945, con extractos del memo a MEW, 24 de junio de 1940, /44733, cit. en Ronald C. Newton, El cuarto lado del triángulo. La “amenaza nazi” en la Argentina (1931-1947), Buenos Aires, Sudamericana, 1995, pp. 435-436.
  2. Ibid., pp. 436-437.
  3. Embajada de Estados Unidos 2000, Buenos Aires, 9 de febrero de 1946, adjuntando tercer informe SAFEHAVEN, ABB, caja 3, archivo 36; memo de conversación Perón/Faltisek, 10 de diciembre de 1945, 835.00/fecha; memos anónimos, 10 y 30 de septiembre de 1946, memos RPA, caja 20; La República Argentina ante el Libro Azul, 205ss, las tablas de las versiones inglesa y castellana no concuerdan; Embajada británica 58 a Depto. de Guerra Económica, FO, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1946, /51818; New York Times, 25 de enero de 1947, cit. en ibid., p. 437.
  4. Comunicado de prensa presidencial, fines de mayo de 1947, en /61123; Embajada británica 156/47, Buenos Aires, 14 de noviembre de 1947, /61123, cit. en ibid., pp. 437-438. Se dice que Perón estaba enojado con el jefe de la Policía Federal, coronel Filomeno Velasco, que había permitido huir a 39 de los destinados al Pampa. Un año antes, en diciembre de 1945, un oficial de Coordinación Federal llamado Rodríguez se había convertido en el chivo expiatorio por el fracaso en detener aunque fuera a uno de un grupo de potenciales deportados a bordo del Red JacketIbid., p. 454, n. 42.
  5. Ibid., p. 438.
  6. Interrogatorio de Franczok (3), apéndices 4 y 5; L. Rout y J. Bratzel, The Shadow War: German Espionage and United States Counterespionage in Latin America during World War Two, Frederick, Md., University Presses of America, 1986, pp. 419-430; Martin a Mann, memos ARA sobre la Argentina, caja 20; memo agregado legal, embajada de Estados Unidos, Buenos Aires, 1º de enero de 1946, RG 84, BAPR 1946, caja 84, archivo 820.02; memo, Clark a Tewksbury, ibid., 14 de enero de 1946,ibid.; OMGUS 612, Berlín, 26 de febrero de 1946, RG 59, ABB, caja 3, archivo 36; embajada británica 58, 6 de noviembre de 1946, /51818, cit. en R. C. Newton, op. cit., p. 438-439.  Los nombres de Seidlitz y Becker aparecieron en el decreto de deportación del 15 de noviembre de 1946. Dörge trabajaba para el Deutsche Industrienbankcomo especialista en organizar bancos de crédito industrial. Fue consejero del Banco Central y del Ministerio de Hacienda. En 1945 se informó que formaba parte del “trust de cerebros” de Perón. Ibid., p. 454, n. 47 y 48.
  7. Embajada británica, “Heads of Foreign Missions Report for 1937”, Buenos Aires, 2 de marzo de 1938, /21412; Blue Book, pp. 60-64; Perfil de... Haushofer, Registro de Individuos Alemanes Particulares, RG 242, T253, marcos 1703-13 (ref. a la pertenencia de Staudt a la Deutsche Akademie, Munich); DLPZ, 19 de abril de 1933; Der Deutsche in Argentinien 9, Nº 88 (agosto de 1938); Hemmen, leg. alemana a AA, Buenos Aires, 4 de enero de 1933; Thermann a Bohle, Buenos Aires, 4 y 10 de octubre de 1940; memo ref. Firma Bromberg, Wirtschaftsgruppe Maschinenbau a Sedlmayer vía AA, 31 de octubre de 1940, AA/PA, Ha Po 9b, “Vertretungen deutscher Firmen in Argentinien”, vol. 3 (1940-1941); Braden 53 a MRE, Buenos Aires, 5 de septiembre de 1945, MRE/AC, DP, “Guerra con Alemania y Japón 1945”, archivo 28; Blue Book, pp. 41-42, 59-60; Blue and White Book, pp. 237-42; embajada de Estados Unidos 1162, Buenos Aires, 24 de octubre de 1945, 740.35112a/fecha; ibid., 1257, 5 de noviembre de 1945, ABB, caja 3, archivo 43; agregado militar, Buenos Aires, 772-45, 23 de noviembre de 1945, ibid., caja 28, Informes MID/ONI (sobre sucesos de octubre de 1945); aerograma emb. de Estados Unidos 33, Buenos Aires, 11 de enero de 1946, ibid., caja 16, archivo cables Buenos Aires, 11-20 de enero de 1946; ibid., 2346, 27 de marzo de 1946, ibid., caja 2, archivo 35; ibid., 1180, 8 de noviembre de 1946, ibid., caja 2, archivo 21; memo 30 de octubre de 1946, memos RPA, caja 20; Noble, emb. británica, a Bevin, Buenos Aires, 23 de abril de 1946, /51792; interrogatorio de Franczok (3), apéndice 7, cit. en R.C. Newton, op. cit., pp. 439-441. También interrogatorio Harnisch, 1947, NARA, RG 84, Caja 102; interrogatorio Franczok, 1947, ídem, Caja 101; declaración bajo juramento de Amorín, 8 de abril de 1947; declaración jurada de Harmeyer, 15 de abril de 1947; y declaración jurada de Schwaiger, 9 de abril de 1947; las tres en NARA, RG 59, Caja 6743, cit. en Uki Goñi, Perón y los alemanes, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 243-244.
  8. Declaraciones de Becker, 22 y 23 de mayo de 1945, 2º Sumario, Cuerpo 7; 2º Sumario, Cuerpos 6, folios 1218-23; Cuerpo 4 de la causa judicial 793/45, folios 752-3; declaración de Melita Tietz, 14 de mayo de 1945, 2º Sumario, Cuerpo 7; interrogatorio de Franczok, 1947, NARA, RG 84, Caja 101; las direcciones en la libreta de Becker se hallan en memorándum del agregado legal norteamericano sobre Becker, 18 de abril de 1946, NARA, RG 84, Caja 84; la “prórroga” para la declaración de Becker en 2º Sumario, Cuerpo 6, folio 1255; detalles del arresto de Becker, Contal, 13 de agosto de 1997; nota de Cooke a Cabot, 4 de octubre de 1945; nota de Cabot al Departamento de Estado, 20 de octubre de 1945; y “Voluntary Declaration” de Becker, todas en NARA, RG 84, Caja 63, cit. en U. Goñi, op. cit., p. 227. También memo “Becker”, 26 de agosto de 1946, BAPR 1946, caja 84, archivo 820.02; Leeper 58, Buenos Aires, 17 de enero de 1947, /61121; L. Rout y J. Bratzel, The Shadow War, p. 431 y n. 280; interrogatorios de Ezratty Rolland y Amorín, cit. en R.C. Newton, op. cit., p. 441.
  9. Nota de Cooke a Cabot, 4 de octubre de 1945; nota de Cabot al Departamento de Estado, 20 de octubre de 1945; y “Voluntary Declaration” de Becker, todas en NARA, RG 84, Caja 63; AGPJN, Causa 793/45, 2º Sumario de Espionaje Alemán, Policía Federal, 9 cuerpos; interrogatorio Franczok, NARA, RG 84, Caja 101, cit. en U. Goñi,op. cit., p. 229.
  10. AGPJN, Causa 793/45, cuerpos principales, folios 177-188; las declaraciones de González, Sueyro y Gilbert en folios 337-8, 366 y 394; conversación de Goñi con mujer allegada a Hellmuth, 28 y 30 de agosto de 1997; legajo de Osmar Hellmuth, RREE; nota de Cabot al Departamento de Estado, 17 de octubre de 1945, NARA, RG 59, Caja 6736, cit. en ibid., pp. 234-235.
  11. Interrogatorio Harnisch, 1947, NARA, RG 84, Caja 102; decreto 9631-M.623, 6 de septiembre de 1946, en RREE, JVDFPE, “Investigación sobre el Señor Ludovico Freude”, Expediente 50448-F-46, cit. en ibid., pp. 241-242.
  12. Interrogatorio Harnisch, 1947, NARA, RG 84, Caja 102; declaración jurada de Harmeyer, 15 de abril de 1947, NARA, RG 59, Caja 6743; declaración jurada de Schröll, 15 de septiembre de 1947, NARA, RG 84, Caja 102; La Prensa, 6 y 7 de febrero de 1947, cit. en ibid., pp. 244-247.
  13. Ibid., p. 248.
  14. Beatriz Gurevich, “Prólogo. Etnicidad, ideología y política migratoria”, DAIA, Proyecto Testimonio. Revelaciones de los archivos argentinos sobre la política oficial en la era nazi-fascista, Buenos Aires, Planeta, 1998, pp. 52-53. Véase DAIA, op. cit., tomo II, pp. 15-16, caso Charles L’Escat; AMREC, D.P., Francia, 1946, Caja 17, Exp. Nº 22, Nota 121-R-1946, Buenos Aires, 3 de octubre de 1946; ibid., Buenos Aires, 20 de enero de 1947, cit. en B. Gurevich, op. cit., p.  53. Charles L’Escat nació en Francia y obtuvo la nacionalidad argentina. Fue inculpado de inteligencia con el enemigo, crimen de derecho común previsto por los artículos 75/5, 76/3, 84/4 del Código Federal francés y por la jurisprudencia internacional sentada por el tribunal de Nüremberg el 1º de octubre de 1946. Ibid., p. 71, n. 70. Véase también U. Goñi, op. cit., pp. 259-261, cuyas fuentes son: telegrama A-297 de la embajada norteamericana en Madrid, 8 de mayo de 1945, NARA, RG 59, Caja 6748; nota de Messersmith a Washington, 4 de diciembre de 1946, NARA, RG 59, Caja 6749; declaración de Hans Sommer, 27 de noviembre de 1946, NARA, RG 59, Caja 6749; y su declaración bajo el nombre de Herbert Senner, 31 de julio de 1946, NARA, RG 59, Caja 6748; Hoover a Neal, 27 de noviembre de 1946, NARA, RG 59, Caja 6749. Véase también R.C. Newton, op. cit., p. 443.
  15. U. Goñi, op. cit., p. 259.
  16. Ibid., p. 262.
  17. Mudd memo del 30 de enero de 1947, CIC informe de Caniglia y Zappala del 15 de marzo de 1947, USNA, citado por Mark Aarons y John Loftus, Unboly Trinity, New York, 1991, pp. 78 y 76; AMREC, Varios, 1948, Caja 58, Exp. 1, f. 7, “Pedido de informes, Oficina de Enlace con el Ministerio del Interior y la Policía Federal” (documento sin membrete ni firma), en Archivo Testimonio, cit. en B. Gurevich, op. cit., p. 53.
  18. R.C. Newton, op. cit., pp. 446-447.
  19. La República Checoslovaca solicitó el arresto y la extradición de Jun Durkanski y otros sospechosos de crímenes de guerra y de homicidio. Documentos sobre extradición de Durkanski, Votech Hora y otros en DAIA, op. cit., tomo II; Declaración de Draganovic a las autoridades de Yugoslavia, 26 de septiembre de 1967, cit. por M. Aarons y J. Loftus, op. cit., p. 76; AMREC, D.P., Europa, Caja 41, Exp. Nº1, 1947, Nota S/Nº, Buenos Aires, 7 de agosto de 1947; AGN, Sección Nacional de Migraciones, Libro Copiador Nº 4, Exp. 293544/49, Dictámenes 1614/2334, 6/09 al 11/10, folio 401, en Archivo Testimonio, cit. en B. Gurevich, op. cit., pp. 53-54.
  20. H. Meding, op. cit., pp. 46-48, 76-81 y 90-92; M. Aarons y J. Loftus, Unholy Trinity, Nueva York, St. Martin’s Press, 1992; T. Bower, Klaus Barbie, Butcher of Lyons, Londres, M. Joseph, 1984, p. 180, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 267-268.
  21. Idem supra, cit. en ibid., pp. 266-267; R.C. Newton, op. cit., p. 445. Un informe de la Santa Sede, remitido a la cancillería argentina por el embajador Conrado Traverso en 1947, mencionaba el beneplácito del papa Pío XII por la disposición del gobierno argentino para recibir a quienes debían dejar Europa luego de la derrota del Eje. AMREC, D.P., Santa Sede, 2/946, Notas de I. Castiñeiras a Cooke y Bramuglia, cit. en B. Gurevich, op. cit., pp. 54-55.
  22. Antecedentes de Carlos Fuldner en DAIA, op. cit., tomo I, Apéndice; citas textuales en “Sumario Administrativo”, declaraciones de Carlos Fuldner, ibid.; las empresas creadas por Carlos Fuldner en ibid., Anexo II, cit. en B. Gurevich, op. cit., p. 54; R. C. Newton, op. cit., p. 443.
  23. Holger Meding, Flucht vor Nürnberg?, Colonia, Böhlau, 1992; “Detención del ciudadano argentino Carlos Schultz por falsificación de pasaporte”, RREE, DAP, Dinamarca, 1947, Expediente 8; “Illegal Movement of German Citizens to Argentina”, Nota 129 de la embajada norteamericana en La Haya, 1º de marzo de 1948, NARA, RG 319, Caja 2882, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 262-263. Shultz se trasladó a Madrid donde, gracias a sus conexiones con el jefe de policía, obtuvo pasaportes españoles para nuevos clientes. También consiguió visas para alemanes que huían a través de la frontera suiza. En Suiza, la obtención de la visa argentina permitía a éstos obtener un “Ersatzpass” con el cual podían comprar un pasaje de KLM a Sudamérica. Por esta vía fueron rescatadas las dos hijas del industrial Schlottmann y sus maridos. El movimiento fue advertido por los norteamericanos, que notaron que los suizos no interrogaban demasiado a los alemanes que deseaban viajar a la Argentina, y a quienes cobraban una buena suma de dinero por el documento de residencia temporaria que pedía KLM para vender los pasajes. Por cierto, las hazañas de Shultz lo hicieron acreedor al puesto de edecán del gobernador de Buenos Aires, teniente coronel Domingo Mercante. Ibid., pp. 264-265.
  24. H. Meding, op. cit., p. 74; DAIA, op. cit., tomo I, p. 501, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 265-266.
  25. La conformación del grupo que se reunía en la casa de gobierno surge de la declaración de Carlos Fuldner, 18 de agosto de 1949; también declaraciones de Diana, 13-16-17-20-31 de mayo y 1-3-6-7 de junio de 1949; todas en Sumario Administrativo Nº295.342, AGN, Secretaría Técnica, Caja 547, también denominado “Sumario Diana”, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 269-270.
  26. El sumario fue descubierto por los historiadores del Proyecto Testimonio de la DAIA. Sus partes principales están reproducidas en el tomo I de esta obra. Cit. en ibid., pp. 270-271.
  27. Declaraciones de Diana, 13-16-17-20-31 de mayo y 1-3-6-7 de junio de 1949; también declaraciones de Hartkopp y Orliac, Dalmiro Amaya y Bernardo Amaya, 23 de mayo de 1949, Sumario Diana, AGN, cit. en ibid., p. 272. Haim Avni estima entre 1000 y 1550 el número de judíos ingresados legalmente a la Argentina entre 1945 y 1950, y otros 3000 ilegalmente. H. Avni, Argentina y la historia de la inmigración judía, 1810-1950, traducido del hebreo, Jerusalén, Universidad hebrea, 1983, pp. 517-518, cit. en R.C. Newton, op. cit., p. 457, n. 93.
  28. Decretos secretos 13644/1950, 13645/1950, 8482/1951, 3625/1952, 677/1953, 842/1953, 10153/1953, 10386/1953, 13506/1953, 10213/1956 y 13689/1956, contenidos en los expedientes 1947-S-141; 1950-S-83; 1951-S-268; y 1955-S-110, AGMI, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 282-283.
  29. B. Gurevich, op. cit., p. 54; R.C. Newton, op. cit., p. 443.
  30. R.C. Newton, op. cit., p. 444.
  31. B. Gurevich, op. cit., pp. 55-56.
  32. Ibid., pp. 56-57 y 73-74, notas 95, 96 y 97.
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