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viernes, 17 de julio de 2015

CUANDO BELGRANO Y SAAVEDRA FUERON CARLOTISTAS

La rivalidad existente entre España y Portugal por los territorios americanos es tan vieja como el Descubrimiento mismo. El Tratado de Tordesillas de 1494, precisamente pretendía ordenar esa rivalidad entre las monarquías ibéricas en lo referente a sus pretensiones territoriales en el Nuevo Mundo.


Ese enfrentamiento permanentemente expresado en mutuas invasiones y ocupaciones, mantuvo en vilo a las autoridades de las partes y se constituyó en el transcurso de los siglos en la principal Política de Estado Colonial de las monarquías involucradas.
Todo este esquema se modifica de un plumazo cuando el ejército francés ingresa en España, en abril de 1808, con permiso del Rey Carlos IV, para en teoría invadir Portugal y deponer a la Reina consorte de Portugal Carlota Joaquina Teresa de Borbón, casada con Juan VI de Portugal e hija primogénita del Rey Carlos IV de España. Por supuesto el ejército francés además de llegar a Portugal, también se queda en España como ejército de ocupación. En España luego de varias tratativas la corona pasa de Carlos IV a su hijo Fernando VII. Todo el proceso que continúa a partir de ese momento es el enfrentamiento entre los hermanos Fernando VII de España contra Carlota Joaquina de Portugal, quien pretendía por ser primogénita también la corona española. Los que apoyan las pretensiones imperiales lusitanas se denominaban Carlotistas y los que apoyaban a Fernando VII Juntistas.
Cuando Napoleón invade España, la corona portuguesa, con un pragmatismo muy particular, abandona Portugal y les cede todo el país a los ejércitos franceses y traslada la corte a Brasil. Más de 15000 personas ocupando toda la flota disponible que tuviese posibilidad de cruzar el Atlántico, parten a fundar el nuevo imperio lusitano-brasileño. El concepto era: no importa que el país se pierda mientras se salve la casa real. Pragmático criterio utilizado reiteradas veces en la Historia, con mucho éxito para las monarquías y con pésimos resultados para las naciones y sobre todo para sus súbditos, que quedaban en la más absoluta indefensión.
En el Río de la Plata, la clase dirigente política también se dividió de igual manera. Unos apoyaban a un Rey, a Fernando VII (Juntistas) y otros apoyaban a una Reina, Carlota Joaquina (Carlotistas). Ambos hermanos. No hay que asustarse ni rasgarse las vestiduras. Hasta ese momento todos eran monárquicos. ¿Y los independentistas? ¿Y los republicanos? Por ahora duermen la larga siesta de la gran aldea y la seguirán haciendo por lo menos un lustro más.
Habría que reconocer que, probablemente, la única voz en ese momento en el Río de la Plata, en 1808, que utilizaba la palabra “independencia”, era José Artigas, pero carecía de la gravitación y la infraestructura necesaria para grandes emprendimientos.
Una vez instalada la corte de los Braganza en Río de Janeiro, Carlota Joaquina organizó un eficiente sistema de representantes y embajadores que, adelantándose a su tiempo en la importancia de las comunicaciones, servían de eficiente nexo entre la Reina consorte hispano portuguesa y sus adherentes y también con los que la Reina consorte pretendía ganar para su partido. Es notable la cantidad de correspondencia de y hacia Carlota que se redactó y que, llamativamente, se conserva integra. El responsable de esta tarea fue el notable Secretario Real, el español José Presas, quien era el encargado de traducir del portugués al español y del español al portugués, todos los mensajes y la correspondencia. José Presas había organizado un cuerpo de “Mensajeros de la Infanta” que se encargaban, con el rango de embajadores, de distribuir y retirar los despachos.
Manuel Belgrano y Cornelio Saavedra fueron algunos de los que recibieron correspondencia de la Reina Consorte. Por supuesto ambos contestaron como fieles súbditos que eran. Primero transcribiré la respuesta de Cornelio Saavedra. El hallazgo de estas copias es mérito del doctor Enrique Ruiz Guiñazú (1884-1967), jurista, diplomático y político argentino, quien las halló luego de varios años de husmear archivos en Itamaratý.
“Nada he hecho que no haya conformado a los sentimientos de amor y fidelidad que profeso a mi Augusto Soberano y Su Real Familia, y que siguiendo el ejemplo de mis mayores conservaré eternamente: por esto es que me son muy mucho más dignas de respeto y gratitud las expresiones con que V.A.R. ha querido honrarme por mis cortos servicios; ellas, Señora, serán su estímulo siempre poderoso para seguir con mis esfuerzos por la justa causa, y contribuir a que estos Dominios no reconozcan otro gobierno que el Monárquico, ni otra Dinastía que la de la Real Casa de V.A.R. cuyos derechos son para mi de la mayor veneración, y exigen que me postre con el más sumiso acatamiento ante V.A.R.
Buenos Aires, 17 de julio de 1809, Señora A.L.R.P. de V.A.R.
Firmado: Cornelio de Saavedra.”
En la misma fecha contestó su carta Manuel Belgrano. Esta correspondencia la llevó a Río de Janeiro Felipe da Silva Telles Contucci, quien era uno de los “Mensajeros de la Infanta”, con residencia permanente en Buenos Aires. Como Belgrano era un activo Carlotista, de hecho el jefe de los Carlotistas, su misiva fue más extensa y ratifica su
absoluta dependencia de vasallaje a los humores de la Reina Consorte.
“Las expresiones con que la Real Benevolencia de V.A.R. se ha dignado distinguirme, son, seguramente, un premio que mi gratitud jamás sabrá olvidar, y que no creía haber merecido, cuando sólo, ejercía actos obligatorios de mi amor, respeto y fiel vasallaje a V.A.R. única Representante legítima que, en el día conozco de mi Nación.
Todos mis conatos, Señora, son dirigidos, a lograr que V.A.R. ocupe el Solio de sus Augustos Progenitores; dando la tranquilidad a estos sus dominios que, de otro modo, los veo precipitarse a la anarquía y males, que le son consiguientes.
La Junta Central ignorante, a la verdad, de su actual estado, ha puesto a este Pueblo en conmoción con sus decisiones aprobatorias de la conducta de aquellos mismos que han vejado la Autoridad Real con tanto escándalo; y es de temerse que si el nuevo Virrey, imbuido en iguales ideas, procediese sin prudencia, como ya ha principiado, queriendo trastornar la ley en el modo de su recibimiento, plantifique el desorden que reina en la Península, y nuestros males se pongan en estado de incurables.
Firme en obedecer a V.A.R. ejecutaré gustoso su Real Voluntad para que llegue a su Real Noticia cuanto creyera digno, muy pronto se me presentará oportunidad de dar a V.A.R., una idea cabal de nuestra simpatía; lo que ahora no ejecuto porque, puede decirse así, todo está en suspenso, y tal vez mis ideas anticipadas caerían en error; que procuro evitar para que si V.A.R. se digna oírme, sus providencias traigan el carácter de la Sabiduría que las ha distinguido.
Lo que puedo asegurar a V.A.R., desde ahora, que no hay hombre de bien que no mire en su Real Persona el sostén de la Soberanía Española, el apoyo de los derechos de la Nación y de los Vasallos, y el único refugio que le queda a este Continente para gozar tranquilidad, y llegar al grado ventajoso de que es capaz.
Nuestro Señor guarde la importante vida de V.A.R. muchos y felices años para bien de sus dominios, Buenos Aires, 17 de julio de 1809
Firmado: Manuel Belgrano”
Aclaro que las abreviaturas V.A.R. y A.L.R.P. usadas por ambos remitentes quieren decir: Vuestra Alteza Real y A Los Reales Pies.
Fuente de la documentación: Vicente D. Sierra. Historia de la Argentina, Tomo IV, 1800-1810, pag. 440 a 442.
Por: Roberto Antonio Lizarazu



http://www.lagazetadeconcordia.com.ar/2013/02/06/cuando-belgrano-y-saavedra-fueron-carlotistas/


Diez cosas que no sabías del 25 de Mayo

Los masones como artífices de la Revolución, el destino de traición y olvido para los hombres de la Junta, la resistencia de Mendoza. Lo que no te contaron en la escuela.
La Revolución de 1810 transformó la realidad de la época, ¿pero fue realmente una revolución?, ¿cómo fue la trama del proceso que llevaría a los conflictivos hechos de la Semana de Mayo?, ¿quiénes fueron realmente los protagonistas del 25? En esta nota intentamos iluminar algunos aspectos ocultos, o escamoteados, por la historia "vieja" oficial argentina.
1) Cintas blancas y rojas
Era viernes. En la mañana del 25 en la Plaza de la Victoria había parte de las tropas y no más de mil personas. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas, pero French y Beruti repartían cintas blancas y rojas, colores que simbolizaban la unión entre americanos y europeos. Según otra postura, el color blanco representaba la paz y la roja a la guerra. Un grupo de jóvenes, enviados los morenistas, gritaban consignas para alentar a la gente.
2) Pocos paraguas y a oscuras
El viento y la garúa constantes habían hecho que la gente se retirara de la plaza y los que se quedaron, un centenar de personas que soportaban el clima durante la tarde, se protegía bajo los aleros de las casas y galerías aledañas. La lluvia impedía que se encendieran las luminarias; las candilejas y faroles alimentados con aceite de potro o de bagual se apagaban, por eso se abrieron los postigos de todas las ventanas iluminadas desde el interior de las casas con candelabros. Muy pocos tenían paraguas, un artículo caro y de lujo, importado de Inglaterra y que vendía una sola tienda.
3) Mujeres
Un grupo de damas entusiastas que conocían los secretos de la revolución desde hacía tiempo, entre ellas, las mujeres de la familia Vieytes, estaban en la Plaza de la Victoria, mezcladas con la multitud. Cinco días antes Casilda Igarzábal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña, junto con otras mujeres instó a Cornelio Saavedra a oponerse a Cisneros.
4) En nombre del rey
La Primera Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Para algunos era una estrategia a la que llamaron la "máscara de Fernando". Pensaban que todavía no había llegado el momento. Los revolucionarios fueron conservadores, no declararon la independencia. En el Río de la Plata se siguió jurando en nombre de Fernando VII con la bandera española flameando en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1815. La emancipación formal llegaría el 9 de julio de 1816. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias: “Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”.
5) La Primera Junta, un acuerdo político
La composición de la Primera Junta, en realidad, la Segunda Junta, surgió de un escrito presentado por French y Beruti respaldado por un gran número de firmas. En el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, el pueblo había votado la destitución del virrey Cisneros y pidió al Cabildo asumiera el poder y nombrara una Junta. Pero el Cabildo interpretó esto a su manera y nombró una Junta presidida por el ex virrey. Fue un escándalo: esta Junta renunció el 24. El 25 de mayo, por la presión popular, se nombró una Segunda Junta. Los nombres de sus integrantes fue el resultado de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas, los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. Saavedra y Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las invasiones inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más problemática.
6) Más un cambio de gobierno que una revolución
En 1810 Buenos Aires tenía una población de 45.000 habitantes, los sectores populares estaban formados por grupos muy amplios y heterogéneos de personas, incluidos los esclavos, que trabajaban como artesanos, peones, jornaleros, vendedores ambulantes y demás. No se puede saber con exactitud cuántos de ellos participaron en el movimiento revolucionario porque no hay documentos. De ahí que los historiadores concuerden en la idea de que el 25 de mayo no se produjo una revolución sino que a partir de esa fecha el proceso revolucionario comenzó a dar sus primeros pasos.
7) No fue una revolución popular
Uno de los mitos sobre “la Semana de Mayo” es que se trató de una revolución popular. Lejos de ello fue una revuelta de un sector de la clase “decente” de criollos y españoles adinerados que temían la participación de la “chusma” tanto como los partidarios del virrey. Por eso, cuando las cosas arrancaron en la dirección incorrecta y Saavedra y Castelli insólitamente aceptaron el 24 de mayo integrar una Junta presidida por Cisneros, en una actitud que parecía una la traición, Beruti, líder de los “chisperos” que integraban la temible “Legión infernal” amenazó con que tañiría la campana del Cabildo para convocar al pueblo. El susto de los españoles y criollos, partidarios y contrarios de la continuidad del virrey, hizo que todo volviese atrás.
8) Fue resistida en Mendoza y otras provincias
El haber derrocado al virrey y a la junta que en principio se había formado para representarlo, reemplazándolos por la Primera Junta fue algo escandaloso para muchos y por lo tanto las primeras reacciones en el virreinato ante lo sucedido fueron disímiles. En Córdoba se armó una contrarrevolución presidida por Liniers; Mendoza tuvo algunas reticencias en aceptar a la Junta; en Salta hubo muchas discusiones; la resistencia fue activa en el Alto Perú, Paraguay y Montevideo. Mendoza en un primer momento dudó pero luego apoyó a la Revolución. Nuestra provincia no tuvo durante los primeros años un peso determinante y se limitó a enviar a sus diputados a la Junta, entre ellos, Tomás Godoy Cruz. Adquirió un peso mayor a partir de 1814 y cuando el plan de San Martín se empieza a ejecutar desde Mendoza y se instala aquí con una base fuerte..

9) La Masonería estuvo detrás de la Revolución de Mayo
Según algunos historiadores el movimiento de mayo de 1810 fue promovido por dos logias masónicas: La Logia Independencia y la Sociedad de los Siete. La primera nació en 1810 y estuvo presidida por Julián Alvarez: esta logia habría servido de base para la creación de la Logia Lautaro de San Martín y Alvear. La Sociedad de los Siete nació con el movimiento revolucionario del 25 de mayo de 1809 (ocurrido en Chuquisaca y que fuera antecedente del 25 de mayo de 1810), y llegó a tener nueve miembros: Matías Irigoyen, Castelli, Chiclana, Donado, Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Vieytes, Belgrano, y Beruti: todos eran masones. La mayoría de ellos tuvieron participación fundamental en las reuniones de la jabonería de Vieytes, en el Café de Marco (las dos cocinas de la revolución), y en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. De los nueve miembros de la Sociedad de los Siete, tres formaron parte de la Primera Junta: Paso, Castelli y Belgrano. Esta sociedad secreta fue un desprendimiento de una logia anterior llamada Logia San Juan de Jerusalem, que tenía entre sus miembros a Peña y Vieytes, quienes iniciaron en dicha logia a Belgrano, Beruti, Paso, Saavedra, Alvarez Thomas, y a los tres hermanos Balcarce. Otros historiadores sostienen que las logias mencionadas nacieron de influencias de logias inglesas durante las invasiones a Buenos Aires en 1806 y 1807.
10) Enfermedad, traición y olvido para los hombres de la Junta
Saavedra: Fue destituido, y luego restituido en sus grados militares. Estuvo un tiempo confinado en Arrecifes y luego volvió rehabilitado para desempeñar cargos militares de escasa importancia. Murió absolutamente olvidado.
Moreno: Su paso por el poder fue efímero pero intenso. Murió en alta mar en una fragata inglesa, cuando viajaba a Londres a cumplir una misión encomendada por la Junta. Su hermano Manuel siempre sostuvo que Mariano fue envenenado por disposición de sus enemigos.
Paso: Desempeñó cargos importantes durante mucho tiempo y militó en la Masonería en mayo de 1810. Murió en 1833 a los 72 años, y en el más absoluto olvido.
Alberti: Durante una acalorada reunión en el Fuerte el sacerdote murió de un síncope el 2 de febrero de 1811. Tenía 48 años.
Azcuénaga: Fue el único miembro de la Junta que tuvo una vida feliz y tranquila junto a su familia. Murió en 1833 en su finca, donde actualmente se encuentra emplazada la Residencia Presidencial de Olivos.
Belgrano: Murió en 1820 de múltiples enfermedades y en la más absoluta pobreza. Su lápida fue confeccionada con un mármol de una cómoda perteneciente a su hermana. No tenía dinero ni para su funeral.
Castelli: Fue procesado militarmente por su actuación en el desastre de Huaqui y por sus diferencias con Viamonte. El 12 de octubre de 1812 murió en prisión víctima de un cáncer de lengua provocado por la quemadura de un cigarro. Fue el principal orador del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.
Larrea: Fue un comerciante que ganó y perdió varias veces su fortuna. En 1847, desesperado por no poder levantar un pagaré, se suicidó de un navajazo.
Matheu: Luego de ocupar algunos cargos, en 1847 se alejó de la función pública por su estado de salud y se dedicó hasta sus últimos días a ser un comerciante de bajo perfil.
Fuentes: Diario de Buenos Aires 1810, de Roberto L. Elissalde; Historias argentinas de Pacho O'Donnell; Hombres de Mayo. Quiénes hicieron la Revolución, de Ricardo De Titto; La masonería: política y sociedades secretas,de Emilio Corbiére; Buenos Aires de Fiesta. Luces y sombras del Centenario, de Ricardo Warson, Lucas Rentero y Gabriel Di Meglio.
Patricia Rodón
http://www.mdzol.com/nota/466666-diez-cosas-que-no-sabias-del-25-de-mayo/