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jueves, 8 de octubre de 2015

Los ricos se están vengando exprimiendo al pueblo

La mentira constante que vomitan los ricos y los medios pagados por ellos es: «no hay dinero». Se trata de la mayor mentira de la historia de la posguerra. En todo el mundo las grandes empresas están sentadas sobre una montaña de 7.000.000 millones de dólares con los que no saben qué hacer. Es, por así decirlo, un excedente de capital.

La codicia y el salvajismo de los ricos no cesa.
La codicia y el salvajismo de los ricos no cesa.
Por Marc Vandepitte. Cualquiera que lea un poco más allá de la retórica populista de «la necesidad de austeridad» ve la cruda realidad: la venganza de una élite desposeída de sus bienes tras la Segunda Guerra Mundial. “La austeridad no es sino una guerra de clases.” Noam Chomsky (1)

¿Cambio o estafa fiscal?

El año pasado todavía había grandes esperanzas en Bélgica. El gobierno se había dirigido únicamente al trabajador ordinario con la primera serie de medidas de ahorro: alargamiento de la jornada de trabajo, aumento del índice de precios y otras medidas que habían evitado cuidadosamente afectar a los poderosos. Pero, no nos alarmemos, el famoso cambio fiscal (tax shift ) (2) iba a reequilibrarlo todo y por esta vez se iba a dirigir al capital.
Pero el resultado resultaría ser muy diferente. Como en ocasiones anteriores, el hombre de la calle es quien paga los gastos de la boda y la factura está bien hinchada. Se carga a las familias con casi 1.000 euros al año. Los pensionistas y los enfermos también se ven afectados. En el mejor de los casos, con el beneficio que se espera hacia 2018, los salarios más bajos, del 5 al 25% del total, verán aumentar sus ingresos unos 40 euros netos al mes. Mucho menos de lo que perderán debido a las demás medidas. ¿Y los ricos? Está la tasa a la especulación, la tasa Caimán al dinero negro en el extranjero y la lucha contra el pequeño fraude fiscal. En total supondría unos 800 millones de euros, según el gobierno. Una valoración muy optimista ya que las previsiones más admitidas calculan que estas medidas reportarán mucho menos, una minucia, a fin de cuentas.
En resumen, quien paga el pato es el trabajador ordinario, el parado, el pensionista y el enfermo. Se rascarán el bolsillo para cubrir un 83% de este «deslizamiento fiscal». El 17% restante vendrá de los ricos, si es que se llega a este porcentaje. A la inversa, el cambio fiscal sirve obedientemente a los intereses de esta clase superior. Con la disminución de las cargas patronales en la seguridad social los empresarios se embolsarán no menos de 2.000 millones de euros, que vendrán a sumarse a los muchos miles de millones acumulados durante las anteriores reformas fiscales.

¿Cómo que no hay dinero?

Es incomprensible y absolutamente escandaloso que hoy se ahorre a costa de los enfermos, los parados o los pensionistas. Bélgica es uno de los países más ricos del mundo. Los ingresos medios de un hogar con dos hijos son de casi 8.000 euros al mes.(3) No hay el menor motivo de tocar el bienestar de la población. Nuestro país y los demás países de Europa son lo suficientemente ricos como para garantizar a cada habitante unos ingresos (alternativos) generosos.
Se suelta constantemente el leitmotiv de «no hay dinero» que probablemente es la mayor mentira de la historia de la posguerra. En todo el mundo las grandes empresas están sentadas sobre una montaña de 7.000.000 millones de dólares con los que no saben qué hacer. Es, por así decirlo, un excedente de capital. En el caso de Bélgica este «excedente» asciende a varias decenas de miles de millones de euros.(4) Por consiguiente, no se trata en absoluto de una cuestión de falta de dinero. Por una parte tenemos un excedente de capital de los grandes empresarios, mientras que por otra tenemos una falta de dinero en el presupuesto del Estado. El colmo es que el propio Estado entrega sus fondos a estas empresas que no saben qué hacer con su capital y luego acuden a recuperarlos al trabajador medio y a las personas más débiles de nuestra sociedad. El Efecto Mateo (**) ha adquirido unas proporciones surrealistas.
Una sola cifra basta para aclarar la injusticia de todo este sistema del cambio fiscal en Bélgica, que asciende a un montante de 3.700 millones de euros. Comparémoslo con los 4.800 millones de euros que el año pasado se embolsaron los accionistas de la empresa InBev (una transnacional de la cerveza con sede en Bélgica).(5) ¿Cómo que no hay dinero?

La venganza de los ricos

Para comprender lo que nos ocurre hoy en día y lo que está en juego, tenemos que examinar el aspecto histórico. El reparto de las riquezas es la cuestión socioeconómica fundamental para toda la sociedad. En la época de Daens (un célebre sacerdote católico flamenco defensor de la causa obrera), hace algo más de cien años, el abismo entre ricos y pobres era indignante. El largo y encarnizado combate social llevado a cabo por el recién nacido movimiento obrero debía permitir entonces una mejora progresiva de la desigualdad extrema en el reparto de la riqueza. Esto llegó a su punto culminante tras la Segunda Guerra Mundial. Se había vencido al fascismo, la (extrema) derecha estaba fuertemente desacreditada y el movimiento obrero era más fuerte que nunca. El miedo al comunismo forzó a las elites de la época a hacer muchas concesiones. El político socialdemócrata y ministro belga Philippe Mouraux lo expresa claramente: «¿Por que asistimos en el periodo que sigue a la guerra a un progreso social tan importante? Porque el comunismo aterrorizaba a la burguesía». (6) En esas condiciones nació y se desarrolló el Estado del bienestar.
Pero esto no agradaba a la clase dominante, que veía disminuir sensiblemente su riqueza (cfr. gráfico). Meditaba su revancha. Los ricos del planeta comprendían que de lo que había que apropiarse era del propio espíritu de la gente. Iban a invertir decenas de millones de dólares en el laboratorio de ideas más de derecha que tenía la tarea elaborar una ideología convincente como alternativa al Estado del bienestar.
Veamos los ingresos.
Veamos los ingresos.
Exactamente de la misma manera que los sabios más eminentes se habían reunido en la década de 1940 para desarrollar la bomba atómica, se había rogado a las cabezas pensantes más eminentes que pusieran a punto una especie de arma nuclear ideológica. (7)
Más adelante se denominaría neoliberalismo a esta ideología. Se trataba de una política socioeconómica caracterizada por una disminución del impuesto sobre el capital, el ahorro en gastos sociales, la disminución de los gastos del Estado, las privatizaciones y los intercambios comerciales libres.
Es esencial señalar aquí que, según los fundadores del neoliberalismo, la condición sine qua non para que funcione su modo de gobernanza era la neutralización del perro guardián del Estado del bienestar: los sindicatos. Así es como esta ideología socioeconómica se armó de un componente antidemocrático.

El empujoncito de la crisis

Era una ideología poderosa, pero en los años posteriores a la guerra la relación de fuerzas era desfavorable a su arraigo. Esto iba a cambiar durante la crisis económica de 1973. El fuerte paro provocó un debilitamiento importante de los sindicatos. Las ideas neoliberales, que tras la Segunda Guerra Mundial habían sido marginales, fueron lanzadas con fuerza y esta vez con éxito ya que la caída del Muro de Berlín en 1989 dio aún más impulso a esta ofensiva. Las ideas altamente asociales del neoliberalismo iban arraigando muy lentamente y se iban haciendo un hueco en la opinión pública, mientras que el movimiento obrero se ponía cada vez más a la defensiva.
Manos a la obra o las consecuencias que ya son terribles, lo serán aun más.
Manos a la obra o las consecuencias que ya son terribles, lo serán aun más.
En este contexto es donde hay que situar el cambio fiscal y el desmembramiento del Estado del bienestar. Hay que verlo en el marco de una ofensiva lanzada en todos los países desarrollados. Se trata de un intento de las elites (bien camuflado, es cierto) por reconquistar su «reino perdido». Además, los populistas de derecha resultan ser cada vez más hábiles en este arte del camuflaje. Actúan de manera astuta basándose en las incertidumbres y angustias de la población, y desvían la atención hacia otras cuestiones: las amenazas terroristas (que se exageran), una crisis de la emigración (autoorganizada), etc. Su ofensiva antisocial, conforme en todo a las teorías neoliberales, va acompañada de ataques a los sindicatos y de poner fuera de juego al ámbito de lo social.
No se engañen, la bulimia del capitalismo está lejos de estar saciada. El gráfico anterior muestra que las elites solo han recuperado una parte de su reino. Dependerá de las relaciones de fuerzas (es decir, de usted y de mí), y de la medida en la que puedan debilitar aún más a los sindicatos, de ver si pueden o no hacerse con más riqueza y bienestar. Cuanto más débil sea nuestra respuesta a la ofensiva antisocial, más fuerte golpearán la próxima vez. La consigna es, más que nunca, “¡manos a la obra!”.
Notas:
(2) La explicación oficial del cambio fiscal (tax shift) es un conjunto de medidas con el propósito para disminuir el impuesto sobre el trabajo.
(3) El cálculo para una familia media parte de la hipótesis de que los ingresos disponibles de la familia representan el 66% del PIB. En algunos países es más elevado, en otros menos. Las cifras tienen en cuenta las diferencias de precio entre países para los mismos productos o servicios, y expresan el poder adquisitivo real. PNB de Bélgica : http://ec.europa.eu/eurostat/statis… . La mediana es mucho más baja que la media, precisamente porque el 10 % de rico se apropia de una parte escandalosamente impirtante de los ingresos.
(4) http://www.telegraph.co.uk/finance/… . Si las empresas belgas se encuentra con un excedente más o menos comparable, entonces debe corresponder a 100.000 millones de euros.
* El Efecto Mateo (Matthew Effect) es un término acuñado por el sociólogo estadounidense Robert K. Merton que designa los mecanismos por los cuales los más favorecidos tienden a aumentar su ventaja sobre los demás. Hace referencia al versículo 29 de la Parábola de los talentos del Evangelio según San Mateo (Mt, cap. 25, vers. 14-30): “Al que más tiene más se le dará y al que menos tiene, se le quitará para dárselo al que más tiene.” (N. de la T.)
(6) Knack, 17 de octubre de 2007, p. 48.
Traducción : Rebelión
http://www.contrainfo.com/16875/los-ricos-se-estan-vengando-exprimiendo-al-pueblo/


La historia olvidada del “Malón de la Paz”

NÚMERO 74 - OCTUBRE 2009

Ruta del kolla

La marcha a pie de 174 kollas desde Jujuy hasta Buenos Aires en 1946, dejó sin palabras a quienes afirmaban que “en Argentina no hay indios”. Recibida con algarabía en las distintas localidades -los indígenas llegaron a jugar al fútbol frente a 40.000 personas- y seguida de cerca por los medios de la época, colocó a dos aborígenes en el balcón de la Casa Rosada, ante una plaza colmada. Pero tuvo el peor final: el gobierno peronista, que había impulsado el reclamo, terminó reprimiendo, secuestrando y confinando a sus protagonistas.
Por Daniel Badenes
“...paseos en auto, en tranvías, en trenes subterráneos. Hasta nos llevan a la ciudad de La Plata, y conociendo varias fábricas y haciendas, campos, quintas, etc. Todo bien. Pero nada”
(diario personal de uno de los maloneros, Hermógenes Cayo, 1946)
Los 65 salteños viajaron montados. El centenar de jujeños fue a pie; tenía algunos caballos, mulas y burritos para llevar sus cargas. Calzaban ushuntas (ojotas) con suela de goma. Llegaron a caminar 80 kilómetros diarios. En total, hicieron 2000, desde pequeñas localidades del Noroeste argentino hasta la mismísima Capital Federal. La marcha, que duró casi tres meses, era para reclamar por tierras avasalladas por latifundistas norteños, entre los que se encontraba el líder conservador Robustiano Patrón Costas, que pocos años antes había mostrado sus ambiciones presidenciales.

Corría el año 1946. Perón asumía en la Casa Rosada. El “Malón de la Paz por las Rutas de la Patria” no sólo fue la protesta indígena con mayor visibilidad pública de la historia argentina, sino también el primer reclamo multitudinario que el flamante gobierno tuvo que afrontar.

No era una demanda casual. Durante la campaña, el candidato electo había hablado de expropiar tierras en algunos pueblos. La promesa de reforma agraria corrió de boca en boca.

Entre esos nuevos aires, apareció entre las comunidades indígenas de Orán y de la Puna un tal Mario Augusto Bertonasco, un militar retirado que las instó a confiar en Perón y arrojó la idea de marchar a Buenos Aires para su asunción. La peregrinación permitiría hacer pública la miseria en que “los vendepatrias” habían hundido al pueblo, y confrontarla con la promesa reparadora de la “Justicia Social”. Próximo al nuevo presidente y empleado en la Secretaría de Trabajo y Previsión, Bertonasco los ayudó a organizarse y resultó una de las caras visibles del Malón hasta que su desenlace trágico lo llevó a un doloroso ostracismo.

Otro referente para los maloneros fue Viviano Dionicio, un kolla que había sido electo diputado y que llegaría a ser convencional para la reforma constitucional desde 1949. “Es uno de esos héroes americanos que por su modestia y sobre todo por su condición indígena, la historia olvidó e hizo a un lado. No se avergonzaba de ser considerado indio, kolla, puneño o aborigen y llegaría a tener un comportamiento ejemplar para con sus hermanos en los peores momentos”, lo rescata Marcelo Valko, autor de una exhaustiva investigación sobre el Malón (ver recuadro).

“Sería un error hablar de un único promotor del Malón”, advierte el estudioso del movimiento. “En realidad se trató de un conjunto de factores e intereses diferentes que confluyeron en el origen de la marcha”. Comenzó así una movilización como nunca se había visto, que debió lidiar con una geografía difícil, en alturas de 5.000 metros sobre el nivel del mar.

“Para comunidades indígenas que no salían de la mera subsistencia diaria, no era sencillo movilizar un grupo numeroso. Se necesitaban coordinar los recursos, aunar esfuerzos, elaborar un cronograma de marcha, planear una logística”, remarca Valko. Al principio, el peronismo prestó su apoyo. En muchos pueblos los maloneros pararon a descansar en reparticiones militares. Desfilaron con el Ejército. El clima político parecía propicio al reclamo y habilitaba la ilusión.

El flamante presidente, además, había mostrado curiosidad intelectual por la cultura indígena. A mediados de los ´30, Perón hizo un trabajo sobre Toponimia patagónica de etimología mapuche, publicado por entregas en un almanaque del Ministerio de Agricultura. Y siempre circularon comentarios sobre una ascendencia aborigen materna. Aún así, sus políticas hacia las comunidades no se apartaron de la “reducción”, “protección” e “instrucción”, eufemismos con los que históricamente se nombraron las prácticas de segregación, violación de la autonomía y supresión de pautas ancestrales. Como bien define Valko, los organismos peronistas tuvieron como meta, “más que trabajar para superar las desigualdades sociales y económicas de las comunidades, una marcada preocupación por borrar las diferencias identitarias de los grupos aborígenes para disolverlos u homogeneizarlos en el gran conjunto del pueblo”.

Apogeo

El pacífico Malón fue políticamente correctísimo. Además de mostrar lealtad a Perón –a quien jamás cuestionaron-, apelaron a muchos símbolos de la Nación argentina y la religión oficial. Cuidadoso en sus formas, el reclamo podía ser útil al peronismo para desacreditar a sectores opositores y en particular a la figura de Patrón Costas, denunciado por los maloneros. En la localidad salteña de Orán, su ingenio El Tabacal -que ya arañaba las mil hectáreas- quería literalmente eliminar a las comunidades para apropiarse “hasta del aire que respiramos”. Dionicio y otros dos kollas se adelantaron para denunciar ese régimen feudal en el Congreso.

Era el país forjado a fines del siglo XIX, con la expansión de la frontera agroganadera lograda a costa del exterminio de los pueblos originarios. Esas campañas militares no hicieron otra cosa que concentrar millares de hectáreas en pocas manos, promoviendo grandes latifundios. Muchos siguen vigentes: hoy El Tabacal –que desde 1996 pertenece a una compañía con sede en Estados Unidos y negocios diversificados en el mundo- posee el 80% de las tierras de Orán.

“Durante los meses en que el Malón estuvo instalado como tema cotidiano en los medios de difusión escritos, radiales, cinematográficos, ocurrieron los episodios más paradójicos e inauditos de los que se tenga memoria en relación con una demanda de estas características”, evoca Valko. Llegó a aparecer en Radiolandia Antena,dos revistas masivas dedicadas a la vida de la farándula. Para sorpresa de muchos, expresiones como “régimen feudal”, “explotación inhumana” y “esclavitud” se utilizaron en los principales medios.

A mitad del viaje -en Córdoba, donde se sumaron cinco comuneros de Rinconda que se habían desencontrado y el Malón quedó conformado con sus 174 integrantes kollas- cambiaron los planes: “Advirtieron que, en lugar de llegar en el tiempo previsto, era mucho más importante detenerse para recibir las adhesiones y muestras de solidaridad, en definitiva sumar aliados y sectores afines, en lugar de correr desesperadamente hacia Buenos Aires como si estuvieran participando de una maratón”, comenta Valko. Fue una apuesta fuerte, que resultaría fatal para sus aspiraciones.

Tras un desfile gigante en Rosario, el 9 de julio, el paso por Pergamino fue un punto de inflexión. “Implicaba adentrarse en el centro del granero del mundo, es decir, en el eje del problema de la tenencia de tierras y mostrarse también ellos como trabajadores del campo. Cultivar la parcela propia no era una problemática circunscripta a la Puna, era una herida que lastimaba a todas las regiones por igual”,afirma Valko. Para entonces, “el Malón de la Paz había superado las expectativas de los mismos organizadores” y escapaba a su control. Miles de arrendatarios se acercaron para apoyar la demanda de tierras. Los indígenas se habían convertido en representantes de un macroreclamo. “Se acerca a Buenos Aires la voz de la protesta del agro”, tituló el diario La Época a mediados de julio.
El gobierno, que inicialmente había apoyado, estaba estupefacto. Era tarde para dar marcha atrás, pero en su interior comenzó a pergeñarse la idea de correrlos de la escena pública.

Mientras, el reclamo seguía creciendo. En San Antonio de Areco, recibidos por todo el pueblo, los kollas se encontraron con caciques mapuches provenientes de la provincia de Chubut. En Giles tuvieron otra cálida recepción, de la que participó, entre otros, Héctor Cámpora. Finalmente, después de 81 días de marcha, el 3 de agosto arribaron a la Capital. Tardaron horas en llegar desde el barrio de Liniers hasta el centro. Recibidos en la Casa Rosada, entregaron un sobre lacrado y se fueron con la promesa de Perón de conceder lo solicitado.

El clímax de popularidad llegó con los primeros días en Buenos Aires. Los maloneros conocieron puntos turísticos de la ciudad; incluso visitaron La Plata. El 15 de agosto, cuando Boca y River disputaron el clásico, alguien tuvo la extraña idea de organizarlos en dos equipos –salteños y jujeños- que disputaron un encuentro preliminar. Según la prensa oficialista “brindaron la nota simpática”; según la opositora, “fueron objeto de risas”. El episodio banalizó el reclamo, que estaba a punto de conocer la desgracia. Fue su última aparición pública.

El gobierno había dado alojamiento a los kollas en el “Hotel de los Inmigrantes”, paradoja que inicialmente pasó inadvertida. El albergue de extranjeros tenía un triste antecedente: a fines del siglo XIX, en plena campaña militar contra los pueblos originarios, solía internarse a los vencidos en el viejo Hotel, para luego subastarlos en la “Sociedad de Beneficencia”.
Represión y silencio
Los días pasaban y no había respuestas. A fines de agosto y sin mediar explicaciones, una guardia armada cercó el Hotel. Un periodista fue detenido cuando intentaba hacer una nota. Estaban incomunicados.

Cuando les notificaron un cambio de alojamiento, el traslado resultó una mentira: los llevaron a Retiro para enviarlos de vuelta a casa, lo que terminó en una batalla campal. Los maloneros lograron regresar al Hotel, entre corridas, forcejeos y golpes. La zona fue acordonada por la Marina de guerra.

La orden había sido dada por el general Filomeno Velazco, titular de la Policía Federal y jefe en las sombras de la Alianza Libertadora Nacionalista. Había conocido a Perón en el Colegio Militar y, una vez egresados, compartieron un departamento.“Velazco contó con el apoyo del Vicepresidente Quijano, y también de la Dirección de Protección al Aborigen fuertemente cuestionada por los kollas, así como de legisladores variopintos, en especial de las regiones norteñas molestos con tanto revuelo”, detalla responsabilidades Valko: “también recibió el aval de los hacendados acusados por los maloneros...”.

El 29 de agosto fue definitivo: las tropas irrumpieron en las habitaciones y esta vez, a la fuerza y con gases lacrimógenos, los kollas fueron embarcados en vagones de ganado y devueltos a casa en un tren que sólo hacía paradas nocturnas, estando prohibido cualquier movimiento. La mayoría perdió sus pertenencias y documentos de identidad en el desalojo, presenciado por el subgerente del Hotel y por otro personaje oscuro del peronismo: el ideólogo racista Santiago Peralta. Admirador confeso de Hitler, en 1943 publicó La acción del pueblo judío en Argentina, donde hablaba de los judíos como un “quiste” que debía extirparse. Desde ese año Peralta se desempeñó como director de Migraciones y Jefe del Servicio Étnico del Ministerio de Guerra, hasta asumir -ya con Perón- la dirección del Instituto Étnico Nacional. La presión internacional en su contra se volvió tan intensa que debió renunciar.

Como es evidente, Perón tuvo desde muy temprano la práctica de amparar en su movimiento a sectores antagónicos. Así, cuando el diputado kolla Dionicio consiguió una audiencia para denunciar el violento desalojo, el presidente lo recibió con los funcionarios involucrados. Y como era esperable, la comisión creada para deslindar responsabilidades hizo poco y nada. “Investigó” el hecho ¡sin interrogar a ningún kolla! En tanto, los medios de difusión se alternaron entre el silencio y campañas de descrédito hacia los manifestantes a los que antes habían promovido. Llegaron a decir que eran falsos indios, apuntando como prueba que varios sabían leer y escribir.

En octubre, algunos representantes kollas volvieron a Buenos Aires, convencidos de que Perón era ajeno a las maniobras represivas. Aunque no obtuvieron respuestas, esa “teoría del cerco” siguió vigente. “Todavía hoy en día, la mayoría de los dirigentes indígenas mantienen aquella postura”, apunta Valko.

Un año más tarde, la Gendarmería protagonizaría la mayor matanza de indígenas del siglo XX. En la localidad formoseña de Las Lomitas, la comunidad pilagá sufrió una represión cruda y sangrienta que produjo entre 400 y 800 muertes, incluidos niños. “Pienso que es parte de la misma historia”, analiza el autor del libro sobre el Malón: “Los protagonistas fueron los mismos. De un lado indios pauperizados y del otro, las ´fuerzas del orden´ del Estado. Los dos episodios quedaron en el olvido y ocurrieron durante el mismo gobierno que dejó ambos hechos sin investigación y sin castigo”.
Cuando el año pasado Cristina Fernández de Kirchner recibió en su despacho a Osvaldo Bayer, éste le pidió que reivindicara la gesta pacífica de 1946 y propuso tres medidas concretas. Una, incluir al Malón en los programas de estudio provinciales en Salta y Jujuy. Otra, conceder pensiones vitalicias a los cuatro sobrevivientes. Por último, reparar de una vez por todas la usurpación de tierras. La presidenta sonrió, halagó y se fotografió con el historiador. Todo bien. Pero nada.
 

Ecos del Malón

En Argentina sigue habiendo indígenas y tienen, como si el tiempo no hubiera pasado, los mismos problemas. En 2006, sesenta años después de la histórica marcha, los pueblos del noroeste argentino realizaron un “Segundo Malón de la Paz” para demandar que se cumpliera la entrega de tierras ordenada por la Justicia del Estado de Jujuy. Unas mil personas marcharon por la Quebrada de Humahuaca hasta Purmamarca, 60 kilómetros al norte de la capital provincial.

En agosto de este año los pueblos originarios del Chaco también marcharon kilómetros y kilómetros. Desde Pampa del Indio caminaron hasta la capital Resistencia. Eran 1400. También reclamaban al gobierno de su provincia. Habían firmado acuerdos en 2008, que nunca se concretaron. Caminaron cinco días, uno por cada promesa incumplida. El principal reclamo fue el de tierras. No salieron en los medios comerciales de la Capital Federal.

Rescatados del olvido

“Los indios invisibles del Malón de la Paz. De la apoteosis al confinamiento, secuestro y destierro” es el título de la investigación de Marcelo Valko, finalizada en diciembre de 2006 y publicada por la Editorial de las Madres de Plaza de Mayo. Se trata de un libro minucioso que podría inscribirse en lo que Osvaldo Bayer –su prologuista- denomina la Historia de las crueldades argentinas.

“La única finalidad que persigue”, dice el autor, “es rescatar aquella gesta del olvido. Recalco esta cuestión, dado que es probable que a muchos les resulte chocante”. “Con excepción de los indios, es decir, los eternos damnificados de ´la obra civilizadora´, nadie sale muy bien parado. Probablemente dicha circunstancia lleve a conclusiones erróneas. Los peronistas darán por hecho que lo escribió un gorila de largo y duro pelaje interesado únicamente en hacer quedar mal al general. Por su parte, los radicales pensarán hallarse frente a alguien que desconoce los esfuerzos del partido de Yrigoyen por aprobar ciertas legislaciones en favor del indígena. Otros, comunistas y socialistas, se disgustarán por la penosa performance que le cupo protagonizar a dichos sectores durante a aquel episodio. Determinado segmento católico supondrá a su vez que la investigación fue redactada por un ateo que se complace en destacar aspectos negativos de la iglesia para debilitar la religión. Incluso, hasta algún dirigente indígena podría molestarse, en especial por las referencias a la explícita ayuda estatal que recibió el Malón en buena parte de su ruta, como si ventilar semejantes datos implicara disminuir en algo la cruzada de aquellos 174 kollas”. Acciones y omisiones de unos y otros están expuestas en el libro, “guste o disguste”.

Don Ata
El Malón no captó el interés de artistas e intelectuales, con la honrosa excepción de Atahualpa Yupanqui, quien tras la expulsión de los kollas publicó una extensa carta abierta en el diario comunista La Hora. “...fuiste echado a patadas. Roto quedó tu erkencho, destrozado tu bombo. Con las hilachas de tu pobre poncho enjuagaste tu llanto. ¡Tu llanto hermano kolla! ¡Cómo me duele tu llanto que es el mío y el de todos los que animamos nuestro corazón para mostrar la injusticia de tu voz!”, escribió. Luego se dedicó a reunir fotos y recortes periodísticos para rescatar la memoria de la protesta.

Por sus críticas al gobierno –además de la afiliación al Partido Comunista-, Yupanqui terminó integrando las listas negras del peronismo. Le prohibieron actuar y ni siquiera se permitió que otros cantantes interpretaran sus temas. Después de ser encarcelado ocho veces, se exilió en Europa.

Muchos años más tarde, tras el golpe de Estado que lo derrocó, Perón tuvo el mismo destino. Hacia 1960 fue a ver al legendario músico a un concierto y lo visitó en su camarín. “Que feo es el desarraigo, ¿no...?”, cuentan que lanzó Yupanqui a un general cabizbajo, golpeado. Y le recordó el comienzo del suyo: “cuando usted me mandó para estos pagos y otros lares, por culpas de defender a los kollas, por decirle que era un latrocinio envagonarlos y mandarlos al norte...”.


http://www.lapulseada.com.ar/74/74_malon.html


Genocidio de los pilagá durante el gobierno de Perón en 1947

(El mayor muro de silencio de la historia argentina reciente)
[La fuente principal de la siguiente nota es “La matanza de Rincón Bomba”, del Dr. Carlos A. Díaz, uno de los actuales abogados de la comunidad pilagá de Formosa. En su escrito se citan los diarios de la época y el testimonio del gendarme Teófilo Cruz publicado como artículo ¡en 1991! en la revista de la Gendarmería Nacional. Recomendamos asimismo “La masacre de los pilagá", realizada por Sebastián Hacher tras su viaje a Formosa en 2006 y en donde se puede oír a algunos sobrevivientes del genocidio. Cuando en diciembre escribimos la nota que continúa, se hablaba de 750 asesinados; hoy —en marzo de 2007— debemos hacer constar esta reciente declaración del Dr. Carlos A. Díaz: ‘No hay dudas ya que fue autoría de la Gendarmería Nacional Argentina la que realizó dicha matanza. Cuando nosotros iniciamos la demanda estábamos en un número aproximado de entre 600 y 700 aborígenes. Hoy las investigaciones judiciales nos llevan a afirmar que superaron las 1.500 víctimas’
Mujer Pilagá
Mujer Pilagá

Genocidio de los pilagá durante el gobierno de Perón en 1947

(El mayor muro de silencio
de la historia argentina reciente)



Corresponde empezar por la conclusión: El gobierno más popular de la historia de los argentinos es responsable de genocidio, y “en estado agravado”, si cabe decirlo así, porque es también responsable de su criminal ocultamiento y, obviamente, portador de un inexistente e imposible arrepentimiento.

Quienes escuchen por primera vez esta historia se dirán: «¿Puede ser? ¡Acá tiene que haber algún error!». No, lector, acá el único «error» es que durante generaciones la cobardía de unos y el miedo aterrorizado y aterrorizante de otros, la asqueante complicidad de muchos y, en definitiva, la barbarie capitalista han hecho de las suyas, ¡por enésima vez!, ante nuestras narices, apenas treinta años antes del genocidio iniciado en marzo de 1976.

Ocurrió en la provincia de Formosa, entre el 10 y el 30 de octubre de 1947 (no, lector, no está mal el dato), durante el primer gobierno de Perón. Los ejecutores de la masacre fueron la Gendarmería nacional y cómplices civiles de la zona. Los “incitadores-artífices” debieron de ser, quién puede dudarlo, los terratenientes y capitalistas con intereses en la región. ¿Por qué “genocidio”? Las víctimas fueron los niños, mujeres y hombres de la población pilagá de Formosa, pueblo originario y milenario (famoso por su hospitalidad), al que se le aplicó, desarmado e inerme, la «solución final» hitlerista: unos 750 (no, lector, no hay error en la cifra) hermanos nuestros fusilados (los niños, sus madres, los viejos, todos), cientos de desaparecidos, centenares de huérfanos, cientos de heridos y vejados en su más elemental dignidad... en apenas unos pocos días, por el método del fusilamiento masivo, la persecución a campo traviesa, la quema colectiva de cadáveres y las fosas comunes (sin duda con muchos de ellos aún vivos) sin identificación y con el declarado propósito de que no quedasen testigos, intentando ocultar todas las huellas del crimen. ¿Castigo a los culpables? Sí, «un» culpable. ¡Fue echado de su puesto un empleado ministerial de segunda, señalado como el “iniciador del conflicto”! ¿Investigación? Hasta donde sabemos, ninguna. Y si la hubo, peor: sólo sirvió para ocultarlo todo por casi 60 años. De uno y otro lado (víctimas y victimarios) hay testigos que aún viven. 

Abogados y antropólogos están en la actualidad trabajando en la zona con el propósito de sacar a la luz esta matanza inconmensurable: ya hay restos óseos de cientos de cadáveres descubiertos en el lugar de los hechos, hoy terrenos de… ¡la masacradora Gendarmería nacional!

Los hechos. La masacre de un pueblo milenario



[Las comillas indican el texto de los principales testimonios escritos y grabados, de hoy y de aquellos años.]



«En el mes de abril de 1947 miles de braceros Pilagás, Tobas y Wichís son despedidos sin indemnización alguna del Ingenio San Martín de El Tabacal. Un mes antes habían sido traídos, desde el Territorio Nacional de Formosa, caminando cientos de kilómetros, cargando al hombro sus pobres enseres, sus mujeres y sus niños con la promesa que se les pagaría $6 [seis pesos] por día. Una vez en El Tabacal se les quiso abonar la suma de $ 2,50 [pesos] por día.» (Díaz, 2004)

«...Considerándose defraudados recurrieron ante las autoridades respectivas de El Tabacal y no pudieron obtener justicia, por el contrario, cuando insistieron en sus reclamaciones fueron despedidos inhumanamente. El pueblo condolido les ayudó dentro de sus posibilidades. Por su parte la comuna está dispuesta a que se les adjudiquen unos trabajos para que puedan obtener lo indispensable para costear su alimentación. Del Tabacal volvieron a pie hasta Las Lomitas porque carecían de medios para hacerlo por ferrocarril...». (Diario «Norte», Formosa 13-5-47).

«Allí se reúnen entre 7.000 a 8.000 indígenas» (T. R. Cruz, Revista Gendarmería Nacional, ed.120-3-1.991.

«Las primeras víctimas de la hambruna y las enfermedades comenzaron a ser los niños y los ancianos. Luego los hombres y las mujeres. La situación expulsa a esta población a salir de su ámbito natural y buscar ayuda en las poblaciones cercanas, ubicándose en el paraje conocido como ‘Rincón Bomba’. Una delegación encabezada por el Cacique Nola Lagadick y Luciano Córdoba piden ayuda a la Comisión de Fomento de Las Lomitas y al Jefe del Escuadrón 18 Lomitas de Gendarmería Nacional, Comandante Emilio Fernández Castellanos. Se trasladan hasta un descampado, ubicado a 500 metros, aproximadamente, del pueblo ‘para que se vean nuestras miserias...’. Comienzan a mendigar las madres con sus hijos en brazos, puerta por puerta, pidiendo tan sólo un poco de pan. Al principio algunos se solidarizan, inclusive el Jefe del Escuadrón de Gendarmería, como algunos de sus hombres a su mando, se preocupan por la desesperante situación, les dan yerba, azúcar y ropas. Pero al transcurrir de los días las puertas ya no se abren y no se les recibe más en el Escuadrón. [subr. nuestro] (...)

El Presidente de la Comisión de Fomento, telegráficamente, lo impone de la situación al Gobernador Federal [Rolando de Hertelendy, quien administraba ¡negocios familiares en la ciudad de Clorinda!] solicitándole el urgente envío de ayuda humanitaria. También se entrevista varias veces con el Jefe del Escuadrón de Gendarmería, transmitiéndole la preocupación de los vecinos que temen ser atacados por los indígenas hambrientos. 

El Gobernador se comunica diligentemente con el Ministro del Interior de la Nación haciéndole saber la gravedad de la situación y la falta de recursos en el territorio para afrontarla (sic). [Sic nuestro]. Este a su vez le hace saber al Presidente Juan Domingo Perón [con quien –según testimonios– en algún momento incluso se pacta una entrevista] quien ordena inmediatamente, como parte de una ayuda mayor y planes de desarrollo social, el envío de tres vagones (...) con alimentos, ropas y medicinas. La carga llega a la Ciudad de Formosa en la segunda quincena del mes de septiembre consignada al Delegado de la entonces Dirección Nacional del Aborigen Miguel Ortiz. Permanece en la estación, a la intemperie, diez días aproximadamente. (...) A la estación de Las Lomitas, llega un solo vagón lleno, dos semivacíos, los primeros días de octubre de 1947, sólo con alimentos, la mayoría en mal estado por el tiempo transcurrido (...): harina con gorgojos y moho; grasa para cocinar derretida por el calor; azúcar; yerba, galletas ya verdes en bolsas. Se sabe de algunas ropas y nada de las medicinas. Son distribuidos y consumidos rápidamente por los miles de famélicos, hambrientos, enfermos, semidesnudos y debilitados seres humanos. A las pocas horas comienzan a sentir los síntomas de una intoxicación masiva. Fuertes dolores intestinales, vómitos, diarreas, desvanecimientos, temblores y nuevamente la muerte... primeramente de los que se encontraban más débiles, que llegó a más de cincuenta, mayormente niños y ancianos. Los gritos y quejidos de dolor en las noches de las madres que aún sostienen en sus brazos a sus bebes muertos retumbaban en la noche formoseña. No tenían consuelo. Los primeros son enterrados en el cementerio ‘cristiano’ de Las Lomitas. Al ser tantos se les niega que lo sigan haciendo en el mismo [subr. nuestro] (...). No les queda otra posibilidad que hacerlo en el monte. Las ceremonias mortuorias, con sus danzas rituales marcadas con el ritmo de instrumentos milenarios, retumban noche tras noche.

(...) Comienza a circular el rumor, lanzado a rodar por no se sabe quién que aquellas sombras de seres humanos no sólo ahora hambrientos, desarmados, indefensos, sino también enfermos [subr. nuestro], estarían por atacar a no se sabe quién. Las danzas, los cánticos en una lengua desconocida y la música interpretada no dejan dormir en las noches calurosas a los habitantes del pueblo como a los hombres y las familias de la Gendarmería Nacional, que viven en el lugar. Se realizan reuniones de vecinos en la sede de la Comisión de Fomento desde donde se les trasmite nuevamente preocupación a las autoridades de Gendarmería Nacional y nuevos telegramas al Gobernador. Comienza a hablarse del ‘peligro indio’.

Gendarmería Nacional forma un ‘cordón de seguridad’ alrededor del campamento aborigen. No se les permite traspasarlo ni ingresar al pueblo a los Pilagás. Se colocan ametralladoras en ‘nidos’, en distintos sitios ‘estratégicos’. Ya son más de 100 los gendarmes, armados con pistolas automáticas y fusiles a repetición que día y noche custodian el ‘ghetto’.

Hasta que sucede lo inexorablemente esperado. En el atardecer del 10 de octubre ‘...el cacique Pablito pidió hablar con el Jefe (del escuadrón), por lo que concerté una entregista (sic) [Sic nuestro] a campo abierto. Los indios, ubicados detrás de un madrejón, nos enfrentaban a su vez, hallándonos con dos ametralladoras pesadas, apuntando hacia arriba. En los aborígenes (más de 1.000) se notaba la existencia de gran cantidad de mujeres y niños, quienes portando grandes retratos de Perón y Evita avanzaban desplegados en dirección nuestra’. [Testimonio del gendarme T. Cruz]

En tales instantes se escucharon descargas cerradas de disparos de fusil ametralladora, carabinas y pistolas, origen de un intenso tiroteo del que el Cte. Fernández Castellanos ordenó un alto de fuego, pensando procedía de sus dos ametralladoras, lo que no fue así: el 2º Cte. Aliaga Pueyrredón, sin que nadie lo supiera, hizo desplegar varias ametralladoras en diferentes lugares del otro lado del madrejón, o sea unos 200 metros de nuestra posición y en medio del monte...».

»Contó Orlando (yerno del gran cacique y «pi’ogonaq» (médico indígena) de Soledad) que él trabajaba para la gendarmería a los 16 años, cortando leña. Según él, un cabo de la gendarmería amigo le avisó que iban a atacar el asentamiento indígena [subr. nuestro], vecino a Las Lomitas. Orlando avisó a los ancianos pero no le creyeron porque creían en el poder de Luciano. Él no fue, porque tenía miedo y sí creía en las balas de la gendarmería... Según Castorina, la mujer de H. González, de La Línea, hubo una gran matanza en el lugar de la Bomba, que provocó una huida desorganizada. Ella y su madre pasaron la noche escondidas y al día siguiente huyeron por el monte hasta Pozo Molina». (Idoyaga Molia, citado por Patricia Vuoto y Pablo Wright).

Se lanzan bengalas para iluminar la dantesta escena y determinar mejor los blancos a tirar. Cientos de mujeres con sus niños en brazos, ancianos y hombres comienzan a huir hacia ninguna parte que los lleva fatalmente a la muerte. Con las primeras luces del alba la imagen es dantesca. Más de 300 cadáveres yacen. Los heridos son rematados. Niños de corta edad, desnudos, caminan o gatean, sucios, entre los cadáveres, envueltos en llanto.

Luego del ametrallamiento «... pensando que al llegar la noche atacarían avanzando sobre Las Lomitas, efectuamos tiros al aire desde todos lados para dispersarlos. El tableteo de la ametralladora, en la oscuridad, debemos recordarlo, impresiona bastante. Muchos huyeron escondíéndose en el monte, al que obviamente conocían palmo a palmo...» (Comandante Mayor (R) Teófilo Ramón Cruz).

Pero allí no termina la matanza. Comienza la persecución de los que pudieron escapar, «para que no queden testigos», contando la Gendarmería Nacional con la «colaboración» de algunos civiles. Van en dirección a Pozo del Tigre la mayoría, otros para Campo del Cielo, miles se guarecen en la espesura de los pocos montes que quedan. En los días subsiguientes son rodeados por las partidas. Y allí nuevamente son masacrados en distintos lugares (Campo del Cielo, Pozo del Tigre, etc.) más de 200 personas. Entre los represores ninguna víctima. Se hubiera podido seguir la trayectoria de las tropas por las piras de cadáveres humanos que se quemaban, porque «no había tiempo para enterrarlos», a medida que avanzaban.

En total son asesinados en la «campaña» entre 400 a 500 argentinos de etnia Pilagá, aproximadamente, además de los heridos y más de 200 «desaparecidos». Ello sumado a los más de 50 muertos por intoxicación, hambre y falta de atención médica y la desaparición de un número indeterminado de niños, elevan las bajas a más de 750, entre niños, ancianos, mujeres y hombres. La locura llega al extremo de solicitar la intervención de dos aviones caza-bombardeos.” (C. A. Díaz, 2004).

Consecuencias e inconsecuencias



Carlos Alberto Díaz, uno de los abogados actuales de la comunidad pilagá, agrega en su testimonio: “El corresponsal del diario La Razón de Buenos Aires, Federico Gutiérrez, ya escribía a principios de 1924: «Muchas hectáreas de tierra flor están en poder de los pobres aborígenes, quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto».”.

“Las consecuencias sociales, culturales y económicas producidas por «La Matanza de Rincón Bomba» es uno, entre numerosos acontecimientos trágicos, que han vivido los indígenas Formoseños en particular y argentinos en general. El genocidio se extendió en el tiempo, por diversos medios, a veces brutales, otros sutiles, pero no por ello menos criminales. Antes y durante los 58 años que siguieron desde el año 1.947, se produjeron más daño y más muertes que los fusilamientos o el «remate» de los heridos en aquellos fatídicos días. Cundió el terror a defender sus reivindicaciones que se transmitió oralmente por los «antiguos», de generación en generación. La memoria de este pueblo aún perdura. El temor por ejercer sus derechos hoy también perdura.»

Se puede agregar el comentario del diario «El Territorio» de Resistencia, en aquella época: «Los indios que animaron el levantamiento lo hicieron después de aguardar en vano el cumplimiento de las promesas formuladas en el sentido de que se les facilitarían tierras para que se arraigaran en ellas mediante la explotación de pequeñas chacras. En los últimos tiempos, estos indígenas carecían de lo más indispensable para el sustento diario, viéndose precisados no pocas veces a incurrir en hechos delictuosos para proveerse de alimentos. Las tierras prometidas y la creación en el lugar de escuelas, como así la entrega de elementos de trabajo, semillas, etc., nunca se concretaron, mientras que las gestiones por el logro de esa ayuda eran recibidas de manera violenta, tal si existiera el propósito de condenar a millares de seres humanos a la inanición...».

Las preguntas caen como peras podridas: ¿quién/es difundieron la falsa alarma de que los pilagá atacarían? ¿por qué el “buen” comandante Fernández Castellanos, aunque dicen se enfrentó a su subalterno Aliaga Pueyrredón, siguió o permitió durante muchos días la posterior cacería a campo traviesa, la aniquilación y el posterior ocultamiento? ¿Por qué Aliaga Pueyrredón «se enfrenta» a Fernández Castellanos? ¿Quiénes son? ¿A qué intereses responden ambos? ¿A quién/es interesaban en particular las tierras del centro-oeste de Formosa, residencia de los pilagá? ¿Por qué Perón y su gobierno, enterados de lo sucedido, jamás castigaron a nadie? ¿Por qué todos los sectores políticos pasaron décadas ocultándolo? ¿Por qué los historiadores (de cualquier ideología) que conocían estos hechos no los dieron a la luz pública?

En las respuestas que se vayan dando a estos interrogantes, y en los hechos consecuentes, empezará a asomar la auténtica “reparación” que las comunidades originarias de este territorio del sur de América esperan. Hay mucho que hacer hoy mismo para que esta verdad salga a plena luz y se complete en todas sus aristas.

Se debate por ahí si la palabra «formosa» proviene o no del castellano «fermosa». Eso no lo sabemos, lo que sí sabemos es que sólo la más grandiosa, la más «fermosa» revolución socialista DEBE SER CAPAZ de vengar o “reparar” estos crímenes de lesa humanidad cometidos contra nosotros.


Alberto a. Arias
(diciembre del 2006)

Related Link: http://www.signosdeltopo.com.ar/genocidiopilaga.htm

http://www.anarkismo.net/article/9118

Octubre Pilagá: La masacre de Perón



Fuente: http://tierraentrance.miradas.net/



link: http://www.youtube.com/watch?v=--IURxjrjQE

A mediados de 1947, cuando Juan Domingo Perón atravesaba su segundo año de gobierno, en el monte formoseño se orquestaba una masacre. La comunidad aborigen Pilagá, que se resistió a alojarse en las famosas reducciones, comenzó a preocupar a las autoridades, que no soportaron sus manifestaciones culturales y religiosas y que temían un alzamiento indígena. El 10 de octubre comenzó la tragedia de un pueblo pacífico que fue diezmado a fuerza de balas, persecución, violaciones y trabajo esclavo. Un documental llega para relatar esta tragedia silenciada por la historia argentina.



link: http://www.youtube.com/watch?v=wdPCN7gqT5M

Desde hacía más de medio siglo en el norte argentino funcionaba el régimen de colonias aborígenes (conocidas por entonces como “reducciones”). Estas colonias eran fundamentales para el sistema de control de la población originaria sobreviviente del genocidio iniciado 400 años antes por los conquistadores españoles. Eran una versión renovada de las antiguas reducciones religiosas y concentraban a miles de personas de distintos pueblos que el Estado argentino sometía al trabajo esclavo para satisfacer las necesidades de los ingenios, algodonales y obrajes. 

El Ministerio del Interior era el organismo de gobierno encargado de velar por el buen funcionamiento del régimen de colonias. La policía y la Gendarmería Nacional tenían a su cargo el disciplinamiento y la represión. Las industrias pagaban al Estado una suma establecida por ley a cambio de la obtención de obreros y obreras. Estos fondos eran administrados por el Ministerio del Interior. 

En 1947, los Pilagá, que habían sobrevivido pacíficamente a sucesivas campañas de exterminio estaban siendo desplazados a tierras áridas o inundables. Aislados, y con su territorio reducido, no tenían otra salida que buscar trabajo en las industrias. El país más justo que proclamaba el aparato estatal no le llegó a esta comunidad aborigen.

En octubre de 1947, en La Bomba, un paraje cercano a Las Lomitas, en la provincia de Formosa, unos 2.000 pilagá se habían reunido para recibir de boca de su carismático líder la noticia sobre un Nuevo Dios escrito en un libro que ellos desconocían: La Biblia. 

Las danzas y los tambores se mezclaron con los himnos bíblicos y resonaron durante varias noches. En el regimiento 18 de Gendarmería, distante a sólo un kilómetro del paraje, comenzó a gestarse la represión planificada y ordenada por el Estado.

La indisciplina tenía que cesar, la gente debía ser encerrada en un espacio controlado para ser enviada a trabajar. La prensa comenzó a mostrar a los pilagá como peligrosos y se agitó el fantasma de posibles malones sobre las poblaciones blancas. Desde Buenos Aires le temían a un “alzamiento”. Aquella expresión de libertad cultural y religiosa debía terminar. Ante la negativa a ser trasladados a las reducciones, el escarmiento no tardó en llegar. 

LA MASACRE
El 10 de octubre, al caer la tarde, la Gendarmería Nacional apuntó sus armas contra la multitudinaria reunión, fusilando a cientos de personas. 

De acuerdo a los testimonios de sobrevivientes, la matanza se extendió durante varios días. Después de los fusilamientos iniciales, se iniciaron las persecuciones de testigos a través de los montes. Varias mujeres fueron violadas y hubo más fusilamientos en comunidades cercanas. 

Muchos niños murieron por las heridas de bala. Muchos ancianos fallecieron vencidos por el cansancio y la sed, acorralados por las tropas que controlaban el acceso a los arroyos. Muchos cadáveres no pudieron ser sepultados y permanecen desaparecidos.

Finalmente los sobrevivientes acabaron capturados y encerrados en las reducciones. Según informes oficiales muchos de ellos padecían al poco tiempo subalimentación y “hambre aguda”. 

600 pilagá murieron en los eventos desencadenados el 10 de octubre de 1947.

EL SILENCIO DE LA HISTORIA
Durante más de 60 años el pueblo Pilagá no tuvo oportunidad de contar lo sucedido, el terror fue sembrado con éxito, y también la mentira. Algunos historiadores, antropólogos y medios de comunicación, hicieron su aporte para cubrir estos crímenes con un manto de silencio. Sin embargo la memoria de los sobrevivientes permaneció en espera de ser escuchada. 

En el año 2006 la masacre de La Bomba dió lugar a una demanda contra el Estado Nacional de características inéditas en el derecho argentino, fundada en los principios jurídicos de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. El juez federal Mario Bruno Quinteros ordenó que un forense trabaje en la búsqueda de restos humanos.
Octubre Pilagá: La masacre de Perónindigenas

OCTUBRE PILAGÁ
“No tenemos libros sobre la masacre. La gendarmería los debe tener”, asegura un sobreviviente pilagá ante las cámaras de la directora Valeria Mapelman. “Octubre Pilagá, relatos sobre el silencio”, se acaba de estrenar a sala llena y entradas agotadas en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. 

El documental que narra la tragedia de los Pilagá revela hechos deliberadamente ocultos, sin ser una película sobre el pasado, sino un vehículo para entender el presente. Está hecha con retazos de memorias personales que dan cuenta de una historia que urge conocer y asumir: la del genocidio de los pueblos originarios de la Argentina. 

“Hacer la película fue un proceso doloroso y largo, que nos enriqueció a todos. Hay mucho para contar en Argentina, tenemos que tratar de escuchar a los ancianos. Hay cosas que no están en los libros. En la voz de los más viejos está la historia oculta de nuestra nación” asegura Mapelman.



link: http://www.youtube.com/watch?v=ilNe1ieCRew

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Este hecho muestra a las claras como en nuestro pais hace falta realizar un revisionismo de nuestra historia ya que este es un hecho que algunos han logrado desterrar de la historia, uno de los pocos historiadores que se refirio a este tema fue Osvaldo Bayer que dijo en un articulo que hizo para pagina 12: "Acaba de editarse Octubre pilagá, un documental de Valeria Mapelman. Es el relato de la investigación sobre la masacre cometida en 1947, en el norte argentino, con los pilagás, un pueblo ancestral de aquellas regiones. Cientos de pilagás fueron asesinados en la forma más brutal por la Gendarmería Nacional. Fue en el segundo año del gobierno de Perón. Jamás se ordenó una investigación del hecho. Hay todavía testigos sobrevivientes de la matanza. Con sus rostros se ocupan las cámaras. Tienen la sabiduría del tiempo y hablan pausadamente, sin levantar la voz. Relatan cómo se los encerró en un lugar conocido como La Bomba y se los baleó impunemente. Los ojos tristes, la voz pausada. Detalle por detalle. La sabiduría que va dejando la vejez y la vida humilde. No hablan de venganza, sí de lo injusto. De la incomprensión. Rostros formados con tierra generosa. Nos llevan al lugar. Sí, allí cayeron hombres, mujeres, niños. Desarmados. A tiro limpio les quitaron la vida, sin poder defenderse. Algunos hablan mientras realizan, lentamente, sus tareas. Sí, allí fue, allí están enterrados. Jamás se nos dio una explicación... nada. Los rostros de los niños, que nos miran."
Tambien algo se explica en este articulo : http://www.ibcperu.org/doc/isis/12650.pdf
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Aca le agrego un articulo que salio en el diario perfil el sabado 27 de noviembre de 2010:

EN 1947, EN PARAJE LA BOMBA
La masacre de aborígenes aún impune que causó la muerte de 1.500 a 2 mil pilagás. Por Marcelo Zavála
represion

Los rostros de sobrevivientes, tal como aparecen en el documental Octubre Pilagá, de Valeria Mapelman, estrenado este año.

Un grupo de aborígenes se reúne para escuchar a un líder religioso que cura enfermos y predica la palabra de Dios, pero hace temer un levantamiento indio al “hombre blanco”.
Un escuadrón de Gendarmería ilumina la escena con bengalas y abre fuego sobre los aborígenes indefensos. Luego inicia una persecución despiadada en la que remata a niños y ancianos.
El gobierno no frena la matanza, ni la investiga. El asesinato de 1.500 a 2000 pilagás queda impune y no figura en los libros de historia.
Esto es lo que sucedió en la segunda quincena de octubre de 1947 en el paraje La Bomba, cerca de Las Lomitas, en el entonces Territorio Nacional de Formosa, bajo la presidencia de Juan Domingo Perón.
Todos los años los pilagás trabajaban en las cosechas de caña de los ingenios azucareros de Tucumán. Se les pagaba en efectivo, pero en1947 no se les respetó lo acordado.
Retornaron disgustados. Al llegar, apenas si fueron reconocidos por Luciano-Tonkier (líder religioso), que alarmado acudió al lugar. Enterados de su presencia, miles de indígenas abandonaron las comunidades para congregarse alrededor de un círculo elevado de tierra con un borde de palmas para orar (corona). Allí subían los enfermos para curarse y a recibir a los espíritus.
Pero la multitud alimentó el rumor de un levantamiento indígena. El comandante Emilio Fernández Castellanos, jefe del escuadrón de Gendarmería de Las Lomitas, informó al gobernador Rolando de Hertelendy, quien hizo lo mismo con el Gobierno nacional.
El presidente Perón envío tres vagones de tren con alimentos, medicinas y ropa, que demoraron 15 días. El delegado de la Dirección Nacional del Aborigen, Miguel Ortiz, tardó otros diez días en enviar la ayuda a Las Lomitas.
Sólo un vagón llegó completo. La ropa y los medicamentos desaparecieron y cuando los alimentos fueron entregados a los aborígenes la harina tenía gorgojos, la grasa para cocinar estaba derretida por el calor y las galletas con moho. Muchos “favorecidos” por la donación murieron.
Temiendo un levantamiento indígena, los gendarmes se dieron cita en los puntos fijados de antemano y al anochecer el comandante Fernández ordenó atacar ante una multitud azorada e indefensa.
Luego, encendieron bengalas para iluminar la escena y “unos instantes después comenzó a escucharse el tableteo de las ametralladoras”. El tiroteo fue intenso. La confusión, total. Hombres, mujeres y ancianos corrían aterrorizados hacia la muerte mientras algunos niños gateaban desnudos entre los cadáveres.
Enrique Prueguer, encargado del equipo de investigación forense en las excavaciones realizadas en 2005, asegura que dentro de las fosas halladas “hay un número importante de restos óseos de criaturas en brazos de sus madres”.
Esa noche hubo alrededor de 300 muertos. Pero a partir de ahí, la Gendarmería inició una cacería de más de tres semanas. Violó a mujeres, asesinó a ancianos y ató con cadenas a los árboles a los heridos para para quemarlos vivos.
Ernesto Gómez –Gadetgakien, en lengua Pilagá–, un cacique sobreviviente de la masacre, afirma que muchos de los que quedaron heridos murieron abandonados por la falta de atención médica.
Los “muertos eran incinerados y se hubiera podido seguir la trayectoria de las tropas por las piras de cadáveres humanos que quemaban a medida que avanzaban”.
El cacique confiesa que tuvo mucho miedo esos días, y además advierte que no quiere ver más a los gendarmes.
“Yo sé que si ellos vienen es para problemas. Nuestros abuelos sufrieron demasiado por ellos y no nte cocinero me dijo que corriera a avisarle a mi mamá y a mi abuela porque los gendarmes nos matarían a todos la noche siguiente.”
Carlos Alberto Díaz, abogado de la Federación Pilagá, dice que no fue fácil calcular el número de muertos. Pero señala que gracias a un estudio de los clanes para ver quiénes habían desaparecido, pudieron calcular que el número de víctimas “está cercano a 1.500”.
La Gendarmería no habla del tema porque no quedan sobrevivientes de la fuerza que puedan dar una explicación.
Pero una investigación del comandante Teófilo Román Cruz, publicada por la revista Gendarmería Nacional (marzo de 1991), reconoce la matanza, que atribuye a que los aborígenes eran considerados “casi como salvajes o animales”.
Pero no hubo culpables de la masacre, que no se investigó. Jamás se ofreció una reparación económica a los sobrevivientes y nadie desde el Estado mostró arrepentimiento. “Sólo hubo indios muertos.”
El Gobierno nacional de la época no participó, pero miró para otro lado.
El paso del tiempo delata que los pilagás no murieron simplemente por las balas de Gendarmería. Dejaron de existir mucho antes, cuando el conjunto de la sociedad decidió que los aborígenes fueran seres invisibles.
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aborigenes
1884
El ministro de Guerra y marina General Benjamín Victorica es enviado por el presidente Julio Argentino Roca a conquistar el Gran Chaco llamado “Desierto del Norte” Ésta campaña militar completa el sometimiento iniciado en Pampa y Patagonia. 
1889
Campaña militar del General Lorenzo Vintter 
1898
Los franciscanos inician la fundación de diversas misiones tendientes a convertir y disciplinar a familias Qom, Wichi y Moqoit. Las prácticas religiosas propias de los pueblos del Gran Chaco fueron reprimidas con el argumento de que eran peligrosas y “salvajes”, se les impuso un idioma, y se los bautizó con un nombre diferente del que tenían. 
1907 a 1911 
Campaña militar del General O’ Donell 
1911
Creación de las reducciones de Bartolomé de las Casas (en el territorio de Formosa) y Napalpí (en el territorio del Chaco) 
1912 
Campaña militar del coronel Rostagno en la que se ocupan efectivamente los territorios de las actuales provincias de Chaco y Formosa 
1917 
El presidente Hipólito Irigoyen firma la finalización oficial de las campañas militares al Gran Chaco, pero para los pueblos originarios de la región esto no se traduce en la llegada de tiempos de paz sino en la consolidación de una era de trabajo forzado en beneficio de los poderosos nuevos propietarios de la tierra y de las industrias del Norte de la Argentina. 
1919
Entre marzo y abril de 1919, durante la presidencia de Irigoyen, se acusa al cacique pilagá Garcete del ataque al fortín Yunká, cercano a la frontera con Paraguay. En una expedición punitiva, a cargo del Teniente Boy responsable del fortín Gran Guardia, las tolderías de Garcete son atacadas y fusiladas decenas de personas, entre ellas los padres del cacique. Esta represión jamás fue investigada, Garcete termina sus días “reducido” en Bartolomé de las Casas 
1924
En julio de 1924 durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear ocurre una represión durante la cual son fusiladas cientos de personas que se encontraban reducidas en Napalpí. Los sobrevivientes de los fusilamientos fueron degollados y mutilados. Los cadáveres de las víctimas fueron enterrados en fosas comunes dentro del territorio de la reducción. Este hecho aunque denunciado en periódicos locales y hasta en la cámara de diputados de la Nación nunca fue debidamente investigado, ni castigados los culpables. 
1946
Un grupo de más doscientas personas pertenecientes al pueblo Coya inicia una larga marcha a Buenos Aires para solicitar al flamante presidente Juan Domingo Perón el título de propiedad de sus tierras en la Puna. Luego de grandes recibimientos y de una cobertura mediática sin precedentes, son secuestrados en el hotel de inmigrantes y finalmente envagonados para ser llevados por la fuerza de regreso a Jujuy 
1947
Matanza de La Bomba
peron