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miércoles, 29 de abril de 2015

Psicología del genocidio

calaveras
En Los ángeles que llevamos dentroSteven Pinker dedica buena parte del capítulo ‘La nueva paz‘ a explicar el genocidio — empezó con con lascategorías mentales y luego pasa a explicar la ideología (pgs 436 – 441):
Hasta ahora he intentado explicar el genocidio de la siguiente manera: el hábito mental del esencialismo puede clasificar a las personas en categorías, y de este modo se les pueden aplicar los sentimientos morales en su totalidad. La combinación puede transformar la competencia hobbesiana entre individuos o ejércitos en competencia hobbesiana entre puelos. Pero el genocidio tiene otro ingrediente fatídico. Comodecía Solzhenitsyn, para matar a millones de personas hace falta unaideología. Ciertos credos utópicos que clasifican a los individos en “categorías moralizadas” quizás arraiguen en regímenes poderosos y se engranen en su capacidad destructiva. Por eso, son las ideologías las que generan valores atípicos o aberrantes en la distribución de las víctimas mortales de genocidio. Entre este tipo de ideologías que dividen encontramos el cristianismo durante las Cruzadas y las Guerras de Religión (y, en una rama, la Rebelión de Taiping de China); el romanticismo revolucionario en los politicidios de la Revolución francesa; el nacionalismo de los genocidios de la Turquía otomana y los Balcanes; el nazismo en el Holocausto; y el marxismo en las purgas, expulsiones y hambrunas a causa del terror en la Unión Soviética de Stalin, la China deMao y la Camobya de Pol Pot.
¿Por qué las ideologías utópicas desembocan tan a menudo en genocidios? A primera vista, parece no tener sentido. Aunque una verdadera utopía sea inalcanzable, la búsqueda de un mundo perfecto ¿no debería procurarnos al menos un mundo mejor, uno que fuera perfecto en un 60%, pongamos, o incluso en un 15%? A fin de cuentas, para lograr lo que vale la pena hay que intentar lo imposible. ¿No hemos de apuntar más alto, soñar el sueño irrealizable, imaginar cosas que nunca fueron y decir: “Por qué no”?
Las ideologías utópicas incitan al genocidio por dos razones. Una es que crean un cálculo utilitario pernicioso. En una utopía, todos son felices para siempre, por lo que su valor moral es infinito. La mayoría de nosotroscoincidimos en que es éticamente aceptable desviar un tranvía descontrolado que amenaza con atropellar a cinco personas a una vía muerta donde mataría sólo a una. Pero supongamos que fueran cien millones de vidas las que pudiéramos salvar desviando el tranvía, o mil millones, o —proyectándonos en un futuro indefinido— infinitamente más. ¿Cuántas personas sería aceptable sacrificar para conseguir un bien infinito? Unos cuantos millones parece algo bastante razonable.
Y no sólo eso. Pensemos en las personas que se enteran de la promesa de un mundo perfecto pero que aun así se oponen a ello. Son sólo obstáculos en un plan que puede conducir a la bondad infinita. ¿Hasta qué punto son malvadas? Que cada uno haga sus cálculos.
El segundo riesgo genocida de una utopía es que debe ajustarse a un plan de acción ordenado. En una utopía, todo está ahí por alguna causa. ¿Y qué hay de las personas? Bueno los grupos de personas son diversos. Algunos se aferran de forma obstinada, acaso esencial, a valores que en un mundo perfecto están fuera de lugar.Quizá sean emprendedores en un mundo comunitario donde todo se comparte, o les guste leer en un mundo marcado por el trabajo manual, o tengan mucho desparpajo en un mundo regulado por la piedad, o sean partidarios de los clanes en un mundo unitario, o urbanos y comerciales en un mundo que ha vuelto a sus raíces en la naturaleza. Si diseñamos la sociedad perfecta en una hoja de papel en blanco, ¡por qué no descartar engendros desde el principio?
En Blood and Soil: A World History of Genocide and Extermination from Sparta to Darfur, el historiador Ben Kiernan señala otro aspecto curioso de las ideologías utópicas. Una y otra vez rememoran un paraíso agrario desaparecido, que quieren recuperar como saludable sustituto de la preponderante decadencia urbana. En el capítulo 4 vimos, efectivamente, que tras surgir la Ilustración del bazar intelectual de las ciudades cosmopolitas, la Contrailustración alemana idealizó el vínculo de la gente con la tierra, la sangre y el suelo (blood and soil) del título de Kiernan. La ingobernable metrópolis, con su población incierta y sus enclaves étnicos y ocupacionlaes, es una afrenta para una mentalidad que prevé un mundo de armonía, pureza y totalidad orgánica. Muchos de los nacionalismos de los siglos XIX y XX estaban guiados por imágenes utópicas de grupos étnicos que prosperaban en sus patrias natales, imágenes basadas a menudo en mitos de tribus ancestrales que poblaron el territorio en los albores de los tiempos. Este utopismo agrario subyacía a las obsesiones duales de Hitler: su odio a los judíos, que asociaba al comercio y las ciudades, y su desquiciado plan de despoblar el este de Europa para conseguir tierras de cultivo para los habitantes de las ciudades alemanas. Otros ejemplos son las inmensas comunas agrarias de Mao y la política de Pol Pot consistente en expulsar a la gente de las ciudades camboyanas y trasladarla a campos de exterminio rurales.
Las actividades comerciales, que suelen concentrares en las ciudades, pueden desencadenar también odio moralista. Como analizaremos en el capítulo 9, la intuición de los individuos respecto a la economía está arraigada en la idea de intercambios equitativos de servicios o bienes concretos de valor equivalente —pongamos, tres pollos por un cuchillo—. Esto no encaja fácilmente en el engranaje matemático abstracto de una economía moderna, que incluye el dinero, el beneficio, el interés y la renta. En la economía intuitiva, los agricultores y los artesanos producen artículos de valor palpable. Los comerciantes y otros intermediarios, que se llevan un beneficio al trasladar bienes sin que del proceso surja nada nuevo, son considerados parásitos pese al valor que crean al permitir transacciones entre productores y consumidores que no se conocen o están separados por grandes distancias. Los prestamistas, que entregan una suma y luego exigen dinero adicional a cambio, aún son más odiados, pese a la labor que realizan al proporcionar a la gente dinero en momentos en que pueden darle un uso óptimo. No se suelen tener en cuenta las aportaciones intangibles de los comerciantes y los prestamistas, a los que se considera unas sanguijuelas. (Una vez más la metáfora procede de la biología.) La antipatía hacia los intermediarios puede canalizarse fácilmente hacia los grupos étnicos. En las ocupaciones de los intermediarios, el capital necesario para prosperar consiste ante todo en pericia y conocimientos más que en tierra o fábricas, por lo que se comparte con facilidad entre parientes y amigos, y es muy fácil de transportar. Por ello, es habitual que grupos étnicos concretos se especialicen en el nicho de los intermediarios y se desplacen a las comunidades que carezcan de ellos, donde tienden a convertirse en minorías pujantes —y por consiguiente en objeto de envidia y resentimiento—. Muchas víctimas de discriminación, expulsión, agresión colectiva y genocidio han sido grupos sociales o étnicos especializados en nichos de intermediarios. Entre ellos se incluyen varias minorías burguesas de la Unión Soviética, China y Camboya, los indios de África oriental, los ibos en Nigeria, los armenios en Turquía, los chinos en Indonesia, Malasia y Vietnam, y los judíos en Europa.
Los democidios se suelen preparar de antemano en el clímax de un relato escatológico, un espasmo final de violencia que será el preludio de una felicidad milenaria. Diversos historiadores del genocidio han advertido a menudo los paralelismos entre las ideologías utópicas del siglo XIX y XX y las visiones apocalípticas de las religiones tradicionales. En un libro conjunto con el psicólogo social Clark McCauleyDaniel Chirot observa lo siguiente:
La escatología marxista imitaba realmente la doctrina cristiana. Al principio había un mundo perfecto sin propiedad privada, clases sociales, explotación ni alienación: el Jardín del Edén. Luego llegó el pecado, el descubrimiento de la propiedad privada y la creación de los explotadores. La humanidad fue expulsada del Edén para sufrir desigualdad y la necesidad. A continuación los seres humanos experimetnaron con una serie de modos de producción, el esclavista, el feudal y el capitalista, siempre en pos de la solución sin encontrarla. Por último, llegó un verdadero profeta con mensaje de salvación, Karl Marx, que predicaba la verdad de la Ciencia. Prometió la redención, pero no le hicieron caso a excepción de sus discípulos más íntimos, que difundieron la buena nueva. Al final, de todos modos, el proletariado, portador de la fe verdadera, será convertido por los elegidos religiosos, los líderes del partido, y se unirá para crear un mundo más perfecto. Una revolución final y terrible acabará con el capitalismo, la alienación, la explotación y la desigualdad. Después de eso, la historia terminará porque en la Tierra rienará la perfección y los verdaderos creyentes se habrán salvado.
En la obra de los historiadores Joachim Fest y George Mosse, también encontramos comentarios sobre la escatología nazi:
No es casual que Hitler prometiera un Reich de Mil Años, un milenio de perfección, similar al reinado de bondad prometido en la Revelación antes del regreso de la maldad, la gran batalla entre el bien y el mal, y el triunfo final de Dios sobre Satanás. Toda la imaginería de su régimen y su Partido Nazi era profundamente mística, estaba envuelta en simbolismo religioso, a menudo cristiano, litúrgico, y apelaba a una ley superior, a una misión decretada por el destino y encomendada al profeta Hitler.
Finalmente están los requisitos del puesto de trabajo. ¿Querría el lector el estrés y la responsabilidad de dirigir un mundo perfecto? El liderazgo utópico selecciona crueldad y narcisismo monumentales. Los dirigentes están poseídos de la certeza de la rectitud de su causa y de la impaciencia por realizar reformas crecientes o ajustes a la carrera guiados por elfeedback de las consecuencias humanas de sus planes grandiosos. Mao, que había empapelado a toda China con su imagen y repartido su libro rojo de refranes a todos los ciudadanos, fue descrito como por su médico y único confidenteLi Zhisui, como alguien que ansiaba la adulación, exigía servicios sexuales de concubinas y carecía de compasión y calidez. En 1958 tuvo la revelación de que el país podría duplicar la producción de acero en un año si las familias campesinas contribuían a la producción nacional operando fundiciones en el patio trasero de sus casas. Bajo pena de muerte si no satisfacían sus cuotas, los campesinos fundían sus woks, sus chuchillos, palas y pomos para convertirlos en terrones de metal inútil. También le fue revelado que China podía cultivar enormes cantidades de cereal en parcelas pequeñas de tierra, liberando el resto para pastos y huertas, si los agricultores plantaban las plantas de semillero a gran profundidad y muy juntas para que gracias a la solidaridad de clase crecieran fuertes y cargadas. Se apiñó a los campesinos en comunas de cincuenta mil miembros para poner en práctica esta visión, y cualquiera que se mostrase renuente o señalara lo obvio era ejecutado como enemigo de clase. Impermeable a las señales de la realidad de que su Gran Salto Adelante era un gran salto hacia atrás, Mao planeó y organizó una hambruna en la que murieron entre veinte y treinta millones de personas.
Los motivos de los dirigentes son cruciales para entender el genocidio pues los ingredientes psicológicos —el modo de pensar del esencialismo; la dinámica hobbesiana de la codicia, el miedo y la vengaza; la moralización de emociones como el asco; y el atractivo de las ideas utópicas— no se apoderan de repente de una población entera para incitarla al asesinato masivo. Grupos que se evitan, desconfían unos de otros o incluso se desprecias pueden coexistir indefinidamente sin genocidio alguno. Pensemos, por ejemplo, en los afroamericanos en el segregacionista Sur americano [de EEUU], en los palestinos de Israel y los territorios ocupados, o en los negros de Sudárfica durante el Apartheid. Incluso en la Alemania nazi, donde el antisemitismo llevaba siglos consolidado, no hay indicios de que nadie, salvo Hitler y unos cuantos secuaces fanáticos, considerase una buena idea el exterminio de los judíos. Cuando se lleva a cabo un genocidio, realmente sólo comete los asesinatos una mínima parte de la población, por lo general una fuerza policial, una unidad militar o la milicia.
En el siglo I d.C., Tácito escribió lo siguiente: “Se cometió un crimen espeluznante por la iniciativa sin escrúpulos de unos cuantos individuos, la aprobación de otros y la pasiva aquiescencia de todos”. Según el científico político Benjamin Valentino, en Final Solutions, esa división del trabajo es aplicable también a los genocidios del siglo XX. Un líder o una pequeña camarilla deciden que ha llegado el momento del genocidio; a tal fin, dan luz verde a una fuerza relativamente reducida de hombres armados, una mezcla de verdaderos creyentes, seguidistas y matones (a menudo reclutados, como pasaba en los ejércitos medievales, entre las filas de los criminales, vagabundos y otros jóvenes desahuciados). Cuentan para ello con que el resto de la población no se interpondrá, y gracias a ciertos rasgos de psicología social que analizaremos en el capítulo 8, así es en general. Los colaboradores psicológicos del genocidio, como del esencialismo, la moralización y las ideologías utópicas, están articulados en distintos grados en cada uno de esos grupos. Devoran la mente de los líderes y los verdaderos creyentes, pero también deben incitar a los otros lo suficiente para permitir a los primeros hacer realidad sus planes. La evidencia de que los dirigentes eran indispensables en los genocidios del siglo XX se pone de manifiesto en el hecho de que, cuando se morían o eran destituidos, se interrumpían las matanzas.

https://laicismo.org/2015/psicologia-del-genocidio/126269

"La cultura no es una actividad del tiempo libre; es lo que nos hace libres todo el tiempo"

Entrevista- Luisa Etxenike, escritora


  • La escritora donostiarra Luisa Etxenike señala que "la relación con el lenguaje es la relación estelar de nuestras vidas y el perder ese matiz, esa ambición, se convierte en una catástrofe personal y social".
  • Ante la pérdida de riqueza en el lenguaje, advierte: "No es lo mismo poseer 1.000 palabras que 40.000, en ningún orden de la vida, por eso creo que hay democracias de 1.000 palabras y democracias de 40.000".
  • Para Etxenike, "la identidad no es algo que recibimos de serie, como el equipamiento de los coches. La identidad es algo singular".
  • Ante la situación de la creación literaria en Euskadi, dice: "El Instituto Etxepare, una ventana al exterior de la cultura vasca, necesita revisar y, sobre todo, reforzar su trabajo en la literatura en castellano".

La escritora Luisa Etxenike. / Foto: TEDxAlmendraMedieval.
La escritora Luisa Etxenike. / Foto: TEDxAlmendraMedieval.
Luisa Etxenike (San Sebastián, 1957) es escritora de novelas y relatos, pero también reflexiona sobre el lenguaje, la realidad política o el porvenir con certera clarividencia como muestran sus frecuentes artículos en prensa. El próximo 18 de junio presentará un nuevo libro en San Sebastián, El arte de la pesca, reescritura de la última parte de su novela Los peces negros, una especie de 'collage' de cortos en relación con ese texto, que llevará una ilustración sonora a cargo del compositor Borja de Miguel.
Directora del festival literario   Un mundo de escritoras, miembro del Consejo de Redacción de la revista de cultura y pensamiento   Grand Place, el pasado sábado 18 de abril intervino en el evento TEDx Almendra Medieval, en Vitoria, para hablar sobre ecología lingüística: "Como las selvas amazónicas, las palabras también se expolian, se violan, se maltratan y hay que cuidarlas", comentó. 
¿De dónde surge tu argumentación sobre la necesidad de una ecología lingüística ante el empobrecimiento del lenguaje?
Yo le llamo ecología lingüística, pero podríamos hablar también de ecología del pensamiento, de ecología cultural. La reflexión viene de la constatación de la desertización que avanza en determinados campos que considero fundamentales, que son el de la cultura, el pensamiento, el arte, la creación intelectual. Y que tiene que ver también con un empobrecimiento del lenguaje. La relación con el lenguaje es la relación estelar de nuestras vidas y el perder ese matiz, esa ambición, se convierte en una catástrofe personal y social. Las Humanidades están siendo desterradas del sistema educativo y eso tiene consecuencias. Vemos cómo se ha despertado la conciencia ecológica y la ciudadanía comprende la pérdida colosal que supone la devastación del Amazonas, del mismo modo, hay bienes culturales, patrimonio, libros, capacidad de lectura de referencias que se están perdiendo, que se están devastando por el poco aliento que desde instancias institucionales se da a la preservación de ese patrimonio.
¿Podemos decir que esto es premeditado?
No quiero que mi pensamiento se articule en forma de la polémica o la provocación. Decir que esto es "premeditado" es un titular fácil. Sinceramente, creo que lo tenemos que abordar con serenidad. Es verdad que hay una identificación excesiva de la cultura con el entretenimiento, pero la cultura no es una actividad del tiempo libre sino lo que nos hace libres todo el tiempo. Hay una poderosísima industria del entretenimiento y eso nos hace perder de vista el sentido emancipador, el sentido de crecimiento personal y social que la cultura, y lo fundamental que es en este sentido la capacidad del lenguaje. No es lo mismo poseer 1.000 palabras que 40.000, en ningún orden de la vida. No en la vida del conocimiento íntimo, pero tampoco en la comunicación social y política, por eso creo que hay democracias de 1.000 palabras y democracias de 40.000. La cultura está mucho más cerca de la creación artística que del entretenimiento.
Junto al empobrecimiento del lenguaje, vivimos también la perversión de los significados, la invasión de la neolengua.
Es que al mismo tiempo que hablamos de la falta de siembra en el lenguaje, hay que citar la manipulación del mismo, acompañado por un conformismo con la ausencia de matiz, con la brocha gorda, con la perversión de los conceptos. Lo que llamo las apropiaciones indebidas del lenguaje, que es llamar a las cosas por nombres que no les corresponde. Todo forma parte del mismo conjunto que nos hace vulnerables a cualquier tipo de manipulación. Es fundamental tener del otro lado un receptor que sepa distinguir lo que le cuentan. Y no solo es responsabilidad de la escuela, también los medios de comunicación que no informan con el rigor que corresponde, o los discursos públicos que no preconizan el el matiz, el hilar fino en la expresión.
Eres escritora vasca en castellano, vives junto a la frontera con Francia, cuyo gobierno te ha reconocido como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, y tu obra se traduce a esta lengua... ¿Cómo vives el día a día de esta cultura trilingüe?
Cuando hablaba de ecología lingüística, hablaba de ecologismo de las lenguas, sin duda: lo que amenaza a una lengua, amenaza al resto. Creo que es una situación que se vive en todas partes, aunque bien es verdad que hay sistemas educativos que lo ven más claro y tratan de combatirlo. Cuando alguien cruza la frontera o se coloca frente a la ciudadanía francesa en el ámbito que sea, se queda maravillado ante lo bien que hablan. Está claro que el sistema educativo y el debate público franceses están más preocupados por la calidad de la lengua que el que tenemos a este lado de la frontera.
¿Y en cuanto a la convivencia entre el euskera y el castellano?
A mí no me importa en que lengua escribe una persona, sino lo que dice. Por tanto, quienes escribimos en euskera y castellano ya llevamos muchos años de convivencia, tenemos entre nosotros una relación fluida y natural y no confundimos la lengua de expresión con las convicciones de cada cual ni con los respectivos proyectos creativos. Otra cosa es el apoyo institucional, donde todavía hay trabajo que hacer. Seguimos teniendo instituciones volcadas en apoyar la creación en euskera más o de manera diferente que la que se hace en castellano. Y yo sí creo que se debería revisar la discriminación positiva al euskera. Por ejemplo, hasta años muy recientes, hasta que llegó el gobierno del lehendakari Patxi López, la edición en castellano no recibía ningún apoyo. Fueron muchos años de discriminación. Patxi López lo resolvió, pero a mi juicio todavía falta en las instituciones vascas una convicción más decidida para considerar que el apoyo a la creación no tiene que tener esa variable lingüística que deja en un segundo plano la creación literaria en castellano. Y me refiero, por ejemplo, al Instituto Etxepare, una ventana al exterior de la cultura vasca, que en su trabajo en la literatura en castellano necesita revisarse y, sobre todo, reforzarse.
En más de una ocasión, has reflexionado sobre la relación de Euskadi con España, ¿Cómo entiendes tú esa relación, o la de Cataluña, en estos momentos quizás más crispada que la vasca? 
Lo voy a decir simplemente: supongo que habrá personas que viven con conflicto el hecho de ser español o vasco. Pero hay muchas personas, entre las que me incluyo, que no viven con ningún conflicto el ser vascas y españolas. Es más, ese vivir sin conflicto les prepara también para ser otras cosas: europeos. No estamos en esa polaridad, sino en esa triangulacíón que es estimulante, necesaria, fundamental. Además, crucemos la frontera, como yo hago constantemente. Y me encuentro a mi alrededor con una mayoría de personas que viven sin conflicto ser vascos y franceses. Y a este lado, ocurre lo mismo: muchísimas personas que viven con alegría, con naturalidad, sin conflicto. Ese vivir así necesita un amparo político, que esté en el discurso público. A veces, la crispación viene de que el debate lo copan quienes viven en ese conflicto. En cualquier caso, creo que en el ámbito de las identidades, mi posición fundamental es que la identidad no es algo que recibimos de serie, como el equipamiento de los coches. La identidad es algo singular. Yo abogo, antes que por ser vasco, español..., por ser yo misma, con los mestizajes que la vida me va proponiendo. Hablaría de la originalidad íntima de la identidad. En ese sentido, sí puedo participar de una identidad común, dinámica, que es la de las convicciones políticas.
La aparición de nuevas fuerzas políticas, ¿nos sitúa ante una nueva era en la que esas identidades políticas de las que hablas tengan un impulso? 
La crisis económica ha destapado una realidad que estaba tapada por una ilusión de riqueza que no afectaba a todo el mundo. La crisis nos obliga a replantearnos muchísimas cosas, como una cierta inercia política que nos hacía entender como si las cosas funcionaran porque sí. Hay que replantear las convicciones de la izquierda, de la democracia y la aparición de nuevas fuerzas obliga a replantear esa inercia en una dinámica. Y todo lo que supone una dinámica es bueno. Dicho esto, yo no creo que necesitemos líderes o partidos providenciales, sino que necesitamos regenerar la relación entre la ciudadanía y la política, desde la convicción de que la política debe estar libre de toda sospecha. La calidad de la política viene por la monitorización que hace el ciudadano de la misma en tiempo real. Ha habido una inercia de abandono de esa capacidad que es al mismo tiempo una responsabilidad de la ciudadanía. Creo que estamos ante un momento estimulante.
¿Puede haber un paralelismo con los momentos posteriores a la muerte de Franco? 
Yo era muy joven entonces. Ahora las hemerotecas hablan de líderes políticos, pero yo me acuerdo de la calle, de la importancia que le dábamos a votar. Había una comprensión de que la democracia no se hacía de arriba hacia abajo, sino de la ciudadanía a la clase política. Es necesaria una ciudadanía lúcida, responsable, que sabe que la calidad de la democracia están en sus manos. Yo creo que tenemos que recuperar eso, pero para recuperar eso hay que recuperar lo primero, lo que iniciaba la conversación: una ciudadanía lúcida es una ciudadanía formada, capaz de hilar fino y sobre todo de leer fino los discursos.


lunes, 27 de abril de 2015

Cómo se criaba a los niños en la antigua Grecia

En sus primeros años de vida los niños quedaban al cuidado de las mujeres de la casa, dedicados a toda clase de juegos
Por Manuel Albadalejo. Doctor en Historia., Historia NG nº 134
Los griegos de la Antigüedad se preocupaban por los niños desde el mismo momento en que la futura madre sabía o sospechaba que estaba embarazada. Para que el parto no tuviese problemas, el filósofo Platón recomendaba a las gestantes hacer ejercicio, mientras que su discípulo Aristóteles las animaba a alimentarse de manera adecuada. Llegado el momento del nacimiento, la costumbre griega prescribía que únicamente otras mujeres acompañasen a la parturienta. En una comedia de Aristófanes titulada Asambleístas, la protagonista, Praxágora, justifica a su marido su ausencia en una determinada ocasión debido a que estaba ayudando a una amiga durante su parto. Era excepcional que un hombre –ni siquiera el esposo– estuviese presente en ese momento. En cuanto al lugar donde se daba a luz, el más adecuado era el gineceo o zona de la casa reservada a las mujeres, ya que solía ser la más resguardada y servía para mantener la privacidad del momento.
A los cinco días del parto se celebraban las Anfidromias, una fiesta familiar en la que el padre corría alrededor del fuego doméstico con su hijo en brazos, mostrándolo a sus parientes. Era entonces cuando le daba el nombre, que generalmente era el mismo que el del abuelo. Las familias más acomodadas organizaban unos días después una celebración más solemne, que incluía un banquete y un sacrificio.
Más tarde aún, en Atenas y en otras comunidades jónicas, tenía lugar la presentación en sociedad del recién nacido con motivo del festival de las Apaturias, que se celebraba anualmente hacia octubre o noviembre. Todos los ciudadanos varones se reunían en unas asociaciones hereditarias llamadas fratrías y, durante el tercer día de las Apaturias, los varones que habían nacido durante el último año eran registrados de forma oficial en presencia de los miembros de la fratría. No se sabe con certeza si las niñas eran igualmente registradas.

El ideal del hijo único

En la tradicional sociedad griega se valoraba más tener un hijo que una hija; el varón estaba mejor considerado porque se pensaba que podría ayudar a la economía familiar de forma más decisiva que una chica. Asimismo, en el mundo griego eran especialmente apreciados –se les consideraba un regalo divino– los hijos únicos, los primogénitos o los que nacían de padres mayores, puesto que estos últimos podrían estar atendidos por un familiar directo durante sus años de vejez.
En Atenas, hasta los seis años de edad niños y niñas pasaban la mayor parte del tiempo dentro del gineceo, en compañía de las mujeres de la casa. Platón dedicó cierta atención a escribir sobre los juegos infantiles, ya que pensaba que tenían una gran importancia para moldear la personalidad y el desarrollo del talento individual. Recomendó, por ejemplo, que un niño que en el futuro tuviese que ser campesino o albañil practicase con juguetes relacionados con su actividad como adulto. Por su parte, Aristóteles recomendaba que los niños que todavía estaban con las mujeres en el gineceo no recibiesen ninguna enseñanza ni realizasen esfuerzos físicos; en lugar de eso, había que animarlos a que sus juegos «imitasen las actividades serias de la vida futura». Sin embargo, esta estricta educación moral no era la regla. Los niños griegos se entretenían con los típicos juegos infantiles, como el de «la gallinita ciega», que los griegos llamaban «la mosca de bronce». En él, el niño que tenía los ojos tapados había de atrapar a sus compañeros al tiempo que decía: «Voy a cazar una mosca de bronce». Los amiguitos lo rodeaban dándole manotazos y gritando: «Vas a cazar, pero no pillarás nada».

La autoridad del padre

Las madres desarrollaban una relación muy estrecha con sus hijos, pues eran ellos los que justificaban su papel en la comunidad familiar. Eso no significa que pecaran de «sobreprotectoras». En el caso de Esparta, las madres presionaban a sus hijos a que cumplieran sus deberes militares hasta la muerte; «[vuelve] con él o encima de él», les decían al entregarles el escudo antes de partir hacia el combate; quizá por eso las nodrizas espartanas eran muy apreciadas en toda Grecia. En cambio, la relación con el padre era más distante. No es casual que éste llamara al hijo pais, el mismo término que se utilizaba para los esclavos, reflejo de la autoridad absoluta que el padre de familia ejercía sobre su heredero; las mujeres, en cambio, llamaban a sus hijos teknon, «criatura». Con el tiempo, sin embargo, la disciplina paterna se hizo bastante laxa. Por ejemplo, hacia 420 a.C., en la comedia Las nubes, de Aristófanes, se presentaba a un anciano llamado Estrepsíades que se quejaba de que su mujer lo estaba arruinando por permitir que el hijo de ambos comprase caballos extremadamente caros.
Por otra parte, a partir de los seis o siete años los niños empezaban a ir a la escuela y quedaban entonces bajo la autoridad de un tutor o «pedagogo», aunque hubo escritores, como Jenofonte y Plutarco, que recomendaron que se contratase a estos pedagogos tan pronto como finalizase la lactancia y el pequeño comprendiese el habla. El pedagogo acompañaba al niño a la escuela, pero a menudo también ayudaba en la formación del pequeño. Plutarco señaló que el pedagogo ideal tenía que ser serio, digno de confianza, griego y sin defectos físicos, pues decía que «si vives con un lisiado, aprendes a cojear».

Niños divinizados

Es destacable el papel que los niños tuvieron en la religión griega, sin duda porque simbolizaban la pureza y este valor era fundamental para entrar al servicio de un templo. Los coros infantiles fueron un elemento fundamental dentro de las celebraciones religiosas; diez coros de cincuenta niños cada uno competían en las representaciones de coros ditirámbicos en el festival ateniense de las Dionisias urbanas. En ciertos cultos los niños llegaron a servir como celebrantes; sabemos que tanto en Patras como en Egira, la sacerdotisa de Artemisa debía ser una doncella por debajo de la edad de contraer matrimonio, y en Egio, en el Peloponeso, el sacerdote de Zeus era elegido, en origen, entre los niños que habían ganado un concurso de belleza. Junto a la pureza y a la belleza, el hecho de ser niño solía conllevar otro beneficio ritual dentro de la religión griega: no estar contaminado con la cercanía de la muerte. Por ese motivo, los niños que cortaban las ramas de los olivos sagrados con que se confeccionaban las coronas de los vencedores olímpicos eran amphithaleis, es decir, aquellos cuyos padres no habían fallecido y mantenían, por tanto, el favor divino.
Algunos niños fallecidos en tierna edad fueron venerados en calidad de héroes, seres intermedios entre los dioses y los mortales. Como tales, se les atribuían grandes poderes, quizá porque habían fallecido mucho antes de la edad natural y habían adquirido así un carácter vengativo, como demuestran las tablillas de execración en las que eran invocados. Pausanias narró la historia de Sosípolis, un héroe-bebé que ayudó a los eleos cuando fueron atacados por los arcadios, pues su madre, movida por las visiones que había tenido en sueños, lo entregó a los generales eleos para que lo pusieran a la cabeza de su ejército. Cuando se acercaron los arcadios, Sosípolis se convirtió en serpiente y los puso en fuga.

Para saber más

Así vivieron en la antigua Grecia. R. López Melero. Anaya, Madrid, 2009.
"La educación en Grecia". Historia National Geographic, nº 64.

http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/secciones/9929/como_criaba_los_ninos_antigua_grecia.html#gallery-2



CRISIS ECONÓMICAS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Las crisis de subsistencias

Las periódicas crisis de subsistencia tienen que ver con una economía eminentemente agraria y dependiente de la combinación de las malas cosechas y el atraso tecnológico.

El funcionamiento del mercado solía agravar la situación de crisis. La insuficiencia de reservas y el acaparamiento de las mismas en manos de unos pocos poderosos, como miembros de los estamentos privilegiados y arrendatarios de rentas, eran fatales
Las crisis económicas del Antiguo Régimen son conocidas como de subsistencias, harto distintas en causas, características y consecuencias a las de las economías capitalistas. En este trabajo intentaremos estudiar esta cuestión tan importante para el conocimiento de la historia de la época moderna por sus evidentes implicaciones económicas, sociales y políticas, como hemos tenido ocasión de comprobar en distintos artículos sobre motines ocurridos en España en esa larga etapa histórica.
Las periódicas crisis de subsistencia tienen que ver con una economía eminentemente agraria y dependiente de la combinación de las malas cosechas y el atraso tecnológico. Aunque pueden presentarse algunas variantes, las circunstancias solían ser siempre las mismas. En primer lugar, los fenómenos climáticos, como sequías, granizos o inundaciones, así como plagas de insectos (langosta), guerras y devastaciones, provocaban malas cosechas de cereal (trigo). Los sistemas de cultivo y los aperos eran atrasados y daban pocas o nulas alternativas a la caída de la oferta del trigo. Este descenso llevaba a una elevación sustancial del precio del mismo que se prolongaba o agudizaba hasta la cosecha del año siguiente. Si se repetían las malas cosechas la situación derivaba en verdadera catástrofe. Estaríamos ante una grave crisis de subsistencia, afectando a un número variable de personas, pero siempre a muchas.
El funcionamiento del mercado solía agravar la situación de crisis. La insuficiencia de reservas y el acaparamiento de las mismas en manos de unos pocos poderosos, como miembros de los estamentos privilegiados, mercaderes y tratantes de cereal, así como arrendatarios de rentas, eran fatales. El almacenamiento de trigo con fines especulativos, es decir, esperando a que los precios subieran más y más para obtener beneficios, provocaba a su vez una escalada sin freno de los mismos. En una sociedad poco dada a la inversión para mejorar la productividad, sobre todo por las cargas y rentas que soportaban las explotaciones agrarias, este mecanismo del acaparamiento suponía un medio para obtener pingües beneficios.
La subida de precios traía consigo una terrible consecuencia: el hambre, porque muchas personas no podían comprar el grano o el pan. En las ciudades el fenómeno se agravaba no sólo por las dificultades para poder acceder a algunas fuentes naturales de alimentos, sino porque la subida del precio del trigo y del pan arrastraba la de otros alimentos, productos y servicios. Muchos artesanos y comerciantes subían el precio de sus manufacturas y mercancías para intentar compensar con una elevación de ingresos los altos precios del grano. Pero como no subían tampoco al mismo nivel que el del grano los artesanos y comerciantes se arruinaban, con el consiguiente cierre de talleres y negocios, y la pérdida de puestos de trabajo. El número de mendigos se multiplicaba.
Las subidas de precios y el hambre traían una nueva consecuencia: el aumento de la mortalidad, especialmente entre los sectores más humildes y desfavorecidos de la sociedad estamental. No era infrecuente que esta mortalidad tuviera, además, un componente epidémico. La debilidad, junto con la evidente insalubridad, especialmente en el ámbito urbano, eran dos componentes que facilitaban el desarrollo de las enfermedades contagiosas.
La crisis de subsistencias solían provocar otra consecuencia: el aumento de la tensión social, los motines. La población salía a la calle espoleada por algún hecho concreto, como la muerte de alguna persona por hambre, o un encontronazo con una autoridad en un mercado público, para demandar la bajada de su precio, produciéndose asaltos a las casas de las autoridades y, sobre todo, a los almacenes de los acaparadores. Por eso era natural que las autoridades en el Antiguo Régimen intentar prevenir estas crisis de subsistencia o paliar sus efectos. No primaban las motivaciones humanitarias, demográficas o económicas, sino las derivadas de los peligros de que se quebrase el orden público.
En consecuencia, a partir de la Baja Edad Media se establecieron y perfeccionaron distintos medios de intervención por parte del poder en relación con estas crisis de subsistencia. En primer lugar, se crearon pósitos en las ciudades donde se almacenaba el grano comprado por los concejos o municipios para venderlo en momentos de subida de precios y así intentar bajarlos. Estos pósitos también prestaban grano a los productores en buenas condiciones para evitar que la escasez de simiente provocara una futura mala cosecha. También se crearon mercados de grano para controlar y regular la venta del mismo. Una tercera medida era establecer una tasa de precios del grano, es decir, un precio oficial. En caso de emergencia se podía llegar a la incautación o adquisición forzosa de grano al precio de la tasa. Otras medidas pasaban por la prohibición de sacar trigo de un determinado territorio en crisis, o el recurso a la caridad pública o privada.
Un grave problema que tenían las autoridades se daba en las grandes ciudades donde había serias dificultades para mantener el abastecimiento del grano y los alimentos. El caso de Madrid era especialmente grave por ser la sede de la corte y, por lo tanto, un lugar donde había que asegurar la paz social a cualquier precio. Los concejos de las grandes ciudades comenzaron a dedicar crecientes cantidades de recursos para financiar los distintos medios, que hemos estudiado, con el fin de asegurar el abastecimiento de grano.
En todo caso, las crisis de subsistencia fueron difícilmente atajadas, y fueron constantes durante toda la Edad Moderna, manteniéndose, cruzándose con otras más modernas, más capitalistas, durante todo el siglo XIX. Una de las causas era la falta de previsión pero, sobre todo, que algunas medidas de intervención podían ser nocivas. La tasa de gano, por ejemplo, podía provocar un aumento del mercado negro del grano. Los controles de abastecimiento y las prohibiciones de sacar grano de las zonas en crisis podían dificultar que llegara grano a zonas que estaban peor.
Pero la razón principal de la existencia y pervivencia de las crisis de subsistencias está en la propia estructura productiva y mercantil del Antiguo Régimen. La agricultura producía poco y a bajo rendimiento por la estructura de la propiedad, las rentas y la presión sobre los arrendatarios. Además, no había un mercado articulado, tanto por la existencia de aduanas y peajes, como por la insuficiencia de los transportes. El flujo de los cereales de una región a otra era casi inexistente y solamente se daba cuando las diferencias de precios entre unas y otras eran de tal envergadura que podían generar beneficios.
http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/crisis-subsistencias/20150404164135114388.html

domingo, 26 de abril de 2015

De la Gran Diosa al Dios Unico

El concepto de un Dios único, no ha sido siempre la creencia que ha tenido la humanidad para dirigirse a la Divinidad, hubo una época en que todo fue distinto.
A través de los hallazgos arqueológicos y estudios antropológicos se ha podido hacer un análisis de todas las culturas primitivas que de alguna manera han sobrevivido hasta nuestra época.
La primera deidad que gobernó el destino de la humanidad fue una figura femenina. La Diosa fue el principio generador del universo, así como la fuerza divina que controlaba el ciclo de la vida, la muerte y la regeneración. Ella era la única fuente de vida, la cual tomaba su energía de manantiales y pozos, del sol, la luna y de la tierra húmeda. En el arte se la representa con símbolos a través de signos de movimiento dinámico, como espirales que giran y se retuercen, serpientes enroscadas y ondulantes, círculos, crecientes astas de bóvido, semillas y brotes. La serpiente era el símbolo de la energía vital y la regeneración.
Durante buena parte del Paraeolítico superior, desde 24.000 a 10.000 a. C. la humanidad adoró a la Gran Diosa como la potencia creadora y el origen de toda la vida. Se representaba partes femeninas singulares- senos, nalgas, vientre y vulva dentro de un contexto religioso.
El triángulo pubiano expresamente remarcado o exagerado, o con vulvas reproduciendo la hinchazón propia del parto, y con las manos situadas sobre el abultado vientre para acentuar su estado.
En aquella época se desconocía los fundamentos biológicos de la fecundación y probablemente, todavía no se relacionaba la cópula con la preñez. La Gran Diosa era partenogénica, engendradora de vida a partir de sí misma.
Para intentar explicar la fecundidad del mundo, se ideó una deidad que reproducía a nivel macrocósmico las características funcionales del microcosmos orgánico femenino. Las partes corporales que fueron exaltadas en la Diosa figurada como mujer- senos, nalgas, vientre y vulva- se convirtieron en signos de la función divina y adquirieron el poder evocador de lo mágico.
A través del tiempo, la humanidad fue cambiando el concepto que tenía del Dios Supremo, y paulatinamente se fue cambiando la Gran diosa al Dios único.
Hay relatos míticos sumerios (3.000 a. C.) que presentan a diosas como Ereskigal, que crearon y gobernaron los tres mundos-cielo (reino divino), tierra (mundos de los humanos) e infierno (reino de los muertos)-hasta que un dios varón, limitó sus poderes o las derrotó al mundo infernales.
Lo mismo sucedió con Afrodita con cola de pez, fue dividida y sin poderes divinos.
En Grecia, se produjo la transformación de Zeus, una simple deidad de la vegetación a dios supremo del Olimpo, casandose con su hermana la poderosa Hera.
El acadio Marduk triunfó sobre los dragones de la diosa Tiamat.
Apolo mató a Pitón, el dragón o serpiente creada por Gea, la diosa Madre Tierra.
La imagen del héroe matando al dragón o la serpiente, impuesta desde Oriente, llegó hasta nuestra cultura religiosa actual como símbolo de la victoria de la luz y lo masculino sobre las tinieblas y lo femenino.
También transformaron los símbolos que los identificaban. Así pues, la vulva femenina cambió por la simiente del varón. El “árbol de la vida”, signo de regeneración y esperanza, asociado a la Diosa se recicló por “el árbol del conocimiento”, controlado por un dios supremo a modo de instrumento represor; una vez dado el cambiazo, se le dotará de credibilidad inventando nuevos relatos míticos que desprestigiaban el anterior significado del árbol así como a su administradora, la Diosa, haciendo que los castigos derivados del mal uso del “árbol del conocimiento” fuesen inducidos siempre por una serpiente-símbolo de la Diosa-.
El relato bíblico de Eva, se presenta la escena de la mujer activa y soberana de sí misma, junto a un árbol-que en este caso es “del conocimiento”-y una serpiente. Al convertir a la serpiente (Diosa) en un demonio, al conocimiento en algo prohibido y peligroso, y la mujer en única culpable de todos los males de la humanidad, se cerró el círculo más trágico de nuestra historia.
La idea que tenemos actualmente de Dios en occidente, está construido sobre el modelo de Yahvé transmitido de forma única y excluyente durante los últimos 1.500 años de dominio de la cultura judeo-cristiana.
Yahvé no apareció en la historia como un dios cósmico, sino como una deidad de pueblos semitas nómadas, sólo un desarroyo teológico posterior lo llevaría a ser una deidad cósmica, un dios padre creador del universo.
En el siglo III a. C. el nombre YHWH fue declarado demasiado sagrado para ser pronunciado, por lo que lo sustituyeron por Adonai “El Señor”. De este cambio procede el nombre de Jehová. Debido a que no podían pronunciar el nombre de Dios, debajo de las iniciales YHWH anotaron EOA las vocales de Adonai en hebreo. Y en la edad media, la ignorancia les llevó a unificar las vocales con las consonantes para formar YEHOWAH o Jehová, dando un nuevo y sagrado nombre a Dios.
A Yahvé le fueron añadiendo atributos que en un principio no le pertenecían.
Si analizamos la primera línea del Génesis dice: “Al principio creó Dios los cielos y la tierra”.Pero el texto original es : “Al principio creó Elhohím los cielos y la tierra”.Elhoim es el plural de “El” que en semítico significa “dios”, por lo tanto no fue un solo dios, “El”, quien creo el universo, sino varios.
“El” fue el dios más importante de la región sirio-palestina. Allí deambularon los patriarcas hebreos y sus descendientes. Abraham invocó a “El Olam” en Berseba; se manifestó a Isaac y a Jacob como el dios de su padre Abraham.
La tradición vinculó a cada patriarca con un santuario: Abraham a Mambré, Isaac a Berseba, Jacob a Betel e Israel a Siquém. La revelación se efectuaba durante los sueños. El Antiguo Testamento presenta a los patriarcas como fundadores de esos santuarios. Pero en realidad eran antiguos santuarios cananeos consagrados a “El”.
“El” era un dios cananeo, y se le rendía culto como dios cósmico supremo, también se le denominaba Padre de los dioses y de los hombres, creador de la tierra, todopoderoso, Padre de los años y Rey. También se le calificaba de sapientísimo, santo y misericordioso. Para aquellas generaciones “El” era un anciano omnisciente y omnipotente, que tenía dos esposas, Anat y Asherah, de la que le nacieron todos los dioses, por eso fue llamada “Madre de los dioses”.
Los hebreos, reacios a perder el toque divino femenino, pero al mismo tiempo, seguros de no traicionar al dios de sus padres, simultanearon el doble culto a Yahvé y a la diosa Asherah, hasta que Elías y Eliseo se levantaron en armas en 825 a.C. para imponer el culto exclusivo al dios misógeno y oficialmente soltero. Pero no lo consiguieron hasta que la reforma religiosa de Josías en 621 a.C. dejó sentado el monoteísmo hebreo y su consecuente y proverbial intolerancia.
El profeta Oseas, a mediados del siglo VIII a.C., no solo denigró a la mujer de su texto sino que presentó a Yahvé como la única fuente de fertilidad para su pueblo. Que se puede leer en Oseas 14: 6-10:
6 Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano;
7 sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano.
8 Volverán a sentarse a mi sombre, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano.
9 Efraím, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él. Soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto.
10 ¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.
Tras cambiar Yahvé el nombre de Abram por Abraham, hizo un pacto con él. (Gén. 17: 10,11), mandándole circuncidar a los recién nacidos. La vulva de la Diosa y su significado había sido eliminada para siempre.
La paradoja, de nuevo, fue que el dios oficial del poder masculino jamás pudo eliminar del todo el culto a la Diosa, que ha pervivido como la Virgen María y algunas santas católicas, o en las leyendas de hadas y brujas de todas clases, atrapadas como sombras inocuas, pero dignas, de lo que fue el pasado esplendor de la Diosa.
Información recogida del libro “DIOS nació mujer” de Pepe Rodriguez.

Consejos de un Nobel de Economía para erradicar la desigualdad

Consejos del Nobel de Economía para eradicar la desigualdad
La humanidad actual, junto con otros desafíos de hoy, enfrenta de manera implacable el fenómeno de la desigualdad: a medida que hay más ricos, hay más pobres. Se trata de un problema sensible, experimentado en diferentes partes de mundo. El Nobel de Economía Joseph Stiglitz, propone tres pasos para combatir la desigualdad.
En su nuevo libro 'The Great Divide: Unequal Societies and What We Can Do About Them' (Gran División: sociedades desiguales y lo que podemos hacer), el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, propone los siguientes pasos para eliminar la desigualdad en el mundo.
1. Reforma del sistema fiscal. Según el experto en economía, los que ganan más dinero tienen que aportar contribuciones correspondientes a sus ingresos en el sistema fiscal.
2. Análisis de la estructura básica del sistema económico. Stiglitz señala que es necesario hacer análisis para entender mejor los modelos y las leyes que rigen el sistema socioeconómico y las causas que generan la desigualdad.
3. Igualar las facilidades educativas entre los más ricos y los más pobres. En opinión del Nobel, se trata de una lucha contra la "desigualdad de oportunidades". Uno de los problemas que destaca Stiglitz es que se gasta más fondos en la educación para los ricos. "Estamos transmitiendo ventajas y desventajas a través de generaciones. Este es el principal factor en la desigualdad de oportunidades", escribe.

Ex-FMI, Joseph Stiglitz: "Los proyectos gubernamentales son mejores para la economía que los privados"

RAUL ARBOLEDA
Los proyectos gubernamentales de investigación aportan mayores beneficios a la economía que los llevados a cabo por el sector privado, asegura el premio nobel de economía Joseph Stiglitz en un artículo publicado recientemente.
En el mencionado artículo publicado en el portal Project Syndicate, Stiglitz resalta que los ciudadanos de los países más ricos del mundo creen que sus economías comenzaron a basarse en la innovación solo recientemente. Sin embargo, "la innovación ha formado parte de la economía del mundo desarrollado durante más de dos siglos" apunta el nobel de estadounidense. De hecho, indica, hasta la llegada de la revolución industrial, los ingresos se encontraban prácticamente estancados. Posteriormente, el ingreso per cápita se disparó, aumentando año tras año y este incremento únicamente fue interrumpido por los efectos ocasionales de las fluctuaciones cíclicas, agrega el economista y profesor de la Universidad de Columbia. 
La competencia por el mercado fue lo que condujo hacia la innovación

A su juicio, las políticas industriales, mediante las cuales los gobiernos intervienen facilitando recursos o favoreciendo algunas tecnologías, pueden servir como aprendizaje para las “economías emergentes”. Los beneficios de dicha formación, incluyendo el desarrollo institucional necesario para el éxito, podrían extenderse a otras actividades económicas, señala.

Numerosos expertos opinan que el mercado actúa mucho mejor que los gobiernos en proyectos desarrollados por el sector industrial privado. No obstante, Stiglitz subraya que distintos estudios han demostrado que los beneficios que aportan a la economía proyectos gubernamentales de investigación son mayores que los de iniciativas llevadas a cabo por el sector privado, "especialmente debido a que el gobierno invierte con más énfasis en investigaciones básicas importantes", indica.

Stiglitz cita en su artículo al economista y politólogo austro-estadounidense Joseph Schumpeter, que sostenía hace un siglo que la virtud central de la economía de mercado era su capacidad para innovar y aseguraba que el enfoque tradicional de los economistas sobre los mercados competitivos era erróneo, ya que lo que importaba era la competencia por el mercado, no la competencia dentro del mercado.

"La competencia por el mercado fue lo que condujo hacia la innovación", subraya el nobel de economía en su artículo.

Sin embargo, añade, existen compañías dominantes como Microsoft, que pueden frenar la innovación. "Dichas empresas […] pueden comportarse de modo anticompetitivo y reforzar su poder monopólico", lamenta el economista.

sábado, 25 de abril de 2015

La aventura de los almerienses que crearon un estado independiente en Francia

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Corría el año 889 y Al-Andalus se extendía por buena parte de la Península Ibérica. Allí convivían musulmanes, judíos y conversos en una mezcla que dio lugar a los hitos culturales de todos conocidos. Los cristianos que habían quedado bajo el gobierno musulmán tenían dos opciones, o convertirse o buscarse la vida. O ambas si la cosa se ponía fea.
Esto es posible que les ocurriese a un grupo de ellos de la localidad de Pechina en lo que hoy es Almería. Según diversas fuentes como Ibn Hawqal y Liutprando de Cremona en ese año 889 veinte de ellos se embarcaron con rumbo norte hacía el golfo de Saint-Tropez.
Una vez en tierra construyeron una pequeña fortificación y la protegieron plantando en torno a ella arbustos espinosos. Consiguieron penetrar ligeramente hacía el interior y hacerse con el control deFraxinet (en árabe Farakhshanit), la actual La Garde-Freinet.
Esta zona en torno a Fraxinet aparece, curiosamente, en algunos mapas árabes contemporáneos representada como una isla. Y en cierto modo lo era cultural y políticamente. El territorio bajo control musulmán incluía también la moderna Saint-Tropez y la actual Ramatuelle y su península.
Según Ibn Hawqal se dedicaron al cultivo y a la pesca, introduciendo innovaciones hasta el momento desconocidas por aquellos lares. Otras fuentes afirman con rotundidad que su principal actividad era la piratería y el saqueo. Prueba de esto último podrían ser los numerosos pecios de barcos hundidos hallados en su costa.
Fortificación de Fraxinet
Fortificación de Fraxinet
El historiador cordobés Ibn Hayan menciona que cuando Abderramán III estableció tratados de paz con algunos líderes francos en el año 939, una copia de estos fue enviada a Nasr ibn Ahmad, al que describe como el comandante de Farakhshanit. Lo cual indicaría una subordinación del enclave al califato Omeya.
Liutprando de Cremona dice que no eran más que bandidos que se dedicaban a rapiñar las áreas cercanas, llegando incluso al Piamonte en sus correrías.
En el año 931 el rey Hugo, que en aquel momento controlaba buena parte de Italia, ataca Fraxinet apoyado por navíos bizantinos. El empleo por éstos del famoso fuego griego consiguió superar a las naves musulmanas, al tiempo que las tropas de Hugo tomaban la ciudad. Sin embargo, todavía no sería este el fin de la aventura de los almerienses. Convencieron a Hugo de que tenerlos como aliados era mucho más ventajoso para sus propios fines políticos. Y así se les permitió continuar con su pequeño microestado.
Fraxinet y la Italia de la época
Fraxinet y la Italia de la época
Pero en el año 972 cometieron un error. Capturaron al abad de Cluny mientras cruzaba los Alpes. Una vez liberado el abad buscó su venganza y organizó una coalición de nobles encabezada por el Conde de Provenza y Arduin Glaber, el marqués de Turín, que puso sitio a Fraxinet al año siguiente. Los musulmanes fueron vencidos, hechos esclavos y expulsados definitivamente de Francia. En aquel momento los veinte individuos originales se habían convertido ya en más de 200.
Durante los años que permanecieron en Fraxinet llegaron a conquistar Toulon, Niza y Grenoble. Años más tarde, en 1047, otro grupo de andalusíes intentaría algo parecido atacando las Islas Lérins, cercanas a Cannes, aunque sin tanta suerte.

http://www.labrujulaverde.com/2015/04/la-aventura-de-los-almerienses-que-crearon-un-estado-independiente-en-francia