Quizás, uno de los episodios más clarificadores de lo que ha sido nuestra historia reciente es el de la Guerra del Salitre, que tuviera inicio luego de la Batalla de Calama, en la que fuerzas militares chilenas derrotaron a un grupo de civiles bolivianos. En donde ingleses, alemanes, estadounidenses y un selecto grupo de familias chilenas (las mismas de siempre) se volvieron millonarios a costa de nuestro sudor, sangre, explotación y recursos naturales, para luego hacernos pelear entre países hermanos, cuando los verdaderos enemigos eran los explotadores que hasta el día de hoy les permitimos seguir aferrados a la teta robusta y poderosa de Chile. Como antecedente de que todavía no ha cambiado nada y de que esa guerra brutal fue en vano, puedo contarles que lo que quedó de la malograda industria del salitre, que fuera tan poderosa a principios del siglo pasado, es que recién en 1971 y gracias al gobierno de Salvador Allende, pudo ser nacionalizada. Su explotación la tomó la Sociedad Química y Minera de Chile (SOQUIMICH), la que posteriormente fue privatizada, siendo en la actualidad la principal y casi la única empresa dedicada a esta actividad en el país y los recursos generados por ella, siguen sin beneficiar a nuestra gente. Para que se hagan una idea, quien se quedó con la propiedad de la empresa, fue Julio Ponce Lerou, yerno de Pinochet, quien armó en torno a la empresa una red política y de negocios que lo volvieron intocable, llegando a desempeñarse como gerente en las empresas CORFO y hoy se encuentra involucrado en el caso cascadas. Pero en el proceso de la Guerra del Salitre, con un país infinitamente más pobre, los dueños del capital no dudaron en dejar a miles de trabajadores y obreros cesantes. Producto de las grandes diferencias sociales nació con fuerza “la cuestión social” y luego sucedió la guerra civil de 1891.
Personajes
Uno de los grandes beneficiados fue John Thomas North, quien obtuvo sus mejores dividendos gracias a la guerra entre Chile, Perú y Bolivia. Primero, controlando el monopolio del agua potable del puerto de Iquique y más tarde, junto a Robert Harvey, otro inglés, y gracias al respaldo financiero de la Banca de Valparaíso, Fundado en 1866 por Agustín Edwards Ossandón (¿Le suena?) pudieron iniciar iniciar la explotación de la oficina «La Peruana». Aprovechando que Harvey había sido nombrado por el gobierno chileno como inspector general del salitre y que gracias a su cargo enseñaba las características de la industria, apoyaba al ejército chileno, servía de agente de informaciones de los movimientos peruanos en los recientemente capturados territorios de Tarapacá y manejaba información privilegiada. Esto le permitió a North conocer con antelación los planes del gobierno chileno.
Además, North emitió acciones de las explotaciones salitreras, las vendió en Inglaterra y estafó a varios connacionales con la venta de acciones de compañías inexistentes.
Más tarde adquirió la compañía peruana de ferrocarril salitrero, obteniendo el monopolio del transporte del mineral hacia los puertos que pasaron a ser chilenos. Para resumir, el señor North llegó a tener el control del 60% de las ganancias producidas por el salitre y no tuvo oposición alguna hasta el gobierno de Balmaceda. Producto de esta oposición, los amos del salitre invirtieron recursos para dividir a las fuerzas armadas y junto a Edwards, Matte, Ossa, etc. la marina sediciosa se levantó en contra del presidente, en un golpe calcado al realizado a Salvador Allende en 1973 y que también fue promovido por la familia Edwards. Lamentablemente la historia se repite.
Otro ganador de esta guerra entre países hermanos fue José Santos Ossa a quien, además, se le atribuye la fundación del poblado de Antofagasta. Su estrella comenzó en 1845 cuando se estableció en el puerto boliviano de Cobija, gracias a Agustín Edwards Ossandón, quien lo apoyó durante toda su vida. Ossa descubrió valiosos yacimientos de guano, que explotó en sociedad con extranjeros, así como yacimientos minerales de oro, plata y cobre.
Obviamente no son los únicos afortunados del conflicto bélico, pero son una muestra representativa de los grandes ganadores de nuestras batallas que, al pueblo en realidad, nunca nos han beneficiado en nada.
En el colegio nos enseñan de nuestras “glorias navales”, del “padre de la patria”, de “los triunfos militares”, y eso se traslada incluso al golpe de estado que, hasta el día de hoy nos mantiene divididos como población. Los historiadores han hecho gárgaras con la historia de Chile y sistemáticamente a los niños les meten a fuego los conceptos de bandera, escudo, frontera, héroe y se habla de nuestros próceres nacionales con conceptos cristianos del estilo “murieron por nosotros”. Sin embargo nada de eso es cierto. Las vinculaciones entre las FFAA y el poder en nuestro país, hasta el momento siguen intactas. La alta oficialidad castrense pertenece a una clase endogámica (por algo se hacen llamar “la familia militar”) en donde, para formar parte, tienes que cumplir con una serie de características que han perpetuado la dinámica de casta, que vela por el status quo. Y cuando los intereses económicos o políticos se ven afectados, aparecen los conflictos fronterizos o internos. Se siembra el terror en la población y, finalmente aparecen los militares para “restablecer el orden” que les sigue perpetuando en sus posiciones de poder fáctico.
ESTÁN BUENAS LAS EMPANADAS, LA CHICHA, LOS ASADOS CON LA FAMILIA, PERO CREO QUE SERÍA INTERESANTE ADEMÁS, REFLEXIONAR RESPECTO DE LO QUE ESTAMOS CELEBRANDO Y DE ENTENDER CUÁL ES EL LUGAR DE CADA ACTOR EN ESTE CHILE Y SU HISTORIA TERGIVERSADA PARA OCULTAR EL HORROR QUE SURGE AL DARNOS CUENTA DE QUE EN REALIDAD ESTAMOS CELEBRANDO, AÑO TRAS AÑO, UNA INDEPENDENCIA QUE HASTA EL DÍA DE HOY NO ES REAL
Si volvemos a la Guerra del Salitre, ejemplos claros de lo que señalamos, además de la guerra misma -en donde murieron catorce mil personas entre los tres países-, encontramos las diversas masacres que le siguieron en las salitreras como, por ejemplo, la masacre de la Escuela Santa María de Iquique en 1907, bajo el gobierno del presidente Pedro Montt; la matanza de La Coruña y la masacre de Marusia, que se sucedieron en 1925 bajo la presidencia de Arturo Alessandri, al que no le tembló la mano para dar la orden de matar a miles de obreros antes de dar las soluciones requeridas por la crisis del salitre, ante la finalización de la Primera Guerra Mundial y la creación del salitre sintético.
.Hay que destacar que Alessandri creó el Banco Central; órgano de la banca aglosajona instalado no solo en Chile, sino también en otros países de latinoamérica, en la década del 20 para controlar la emisión del dinero. Quizás Alessandri es, junto a Pinochet, uno de los líderes más sanguinarios de nuestra historia y el más representativo también de la ejecución del poder a través del brazo armado del Estado. Otro ejemplo, igual de triste es la masacre de Ránquil, que se produjo en 1934, cuando grupos de indígenas y campesinos mapuche, de la Provincia de Malleco, se sublevaron en contra de los abusos de los patrones y del masivo Plan de Colonización impulsado por el Gobierno de Chile, instalando a 15 mil colonos extranjeros (Alemanes, Franceses, Suizos, etc.) dejando a los pueblos mapuche, pehuenche, huilliche y lafkenche en condiciones de semi-esclavitud, muy similares a la de los obreros en las salitreras. Ante la sublevación, Alessandri mandó una cuadrilla de carabineros que encerró a los campesinos en el fundo de Ránquil, en donde fueron rodeados y asesinados.
Podríamos seguir, pero debemos cerrar.
Estamos en el mes de la patria. Pero nuestra patria está cimentada sobre las costras de la sangre de miles de chilenos explotados. Están buenas las empanadas, la chicha, los asados con la familia, pero creo que sería interesante además, reflexionar respecto de lo que estamos celebrando y de entender cuál es el lugar de cada actor en este Chile y su historia tergiversada para ocultar el horror que surge al darnos cuenta de que en realidad estamos celebrando, año tras año, una independencia que hasta el día de hoy no es real, ya que seguimos dependiendo de los capitales y de las influencias extranjeras.
*Artículo publicado en la edición N°157 del Ciudadano
Angela Barraza RissoEl Ciudadano
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