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jueves, 8 de octubre de 2015

Octubre Pilagá: La masacre de Perón



Fuente: http://tierraentrance.miradas.net/



link: http://www.youtube.com/watch?v=--IURxjrjQE

A mediados de 1947, cuando Juan Domingo Perón atravesaba su segundo año de gobierno, en el monte formoseño se orquestaba una masacre. La comunidad aborigen Pilagá, que se resistió a alojarse en las famosas reducciones, comenzó a preocupar a las autoridades, que no soportaron sus manifestaciones culturales y religiosas y que temían un alzamiento indígena. El 10 de octubre comenzó la tragedia de un pueblo pacífico que fue diezmado a fuerza de balas, persecución, violaciones y trabajo esclavo. Un documental llega para relatar esta tragedia silenciada por la historia argentina.



link: http://www.youtube.com/watch?v=wdPCN7gqT5M

Desde hacía más de medio siglo en el norte argentino funcionaba el régimen de colonias aborígenes (conocidas por entonces como “reducciones”). Estas colonias eran fundamentales para el sistema de control de la población originaria sobreviviente del genocidio iniciado 400 años antes por los conquistadores españoles. Eran una versión renovada de las antiguas reducciones religiosas y concentraban a miles de personas de distintos pueblos que el Estado argentino sometía al trabajo esclavo para satisfacer las necesidades de los ingenios, algodonales y obrajes. 

El Ministerio del Interior era el organismo de gobierno encargado de velar por el buen funcionamiento del régimen de colonias. La policía y la Gendarmería Nacional tenían a su cargo el disciplinamiento y la represión. Las industrias pagaban al Estado una suma establecida por ley a cambio de la obtención de obreros y obreras. Estos fondos eran administrados por el Ministerio del Interior. 

En 1947, los Pilagá, que habían sobrevivido pacíficamente a sucesivas campañas de exterminio estaban siendo desplazados a tierras áridas o inundables. Aislados, y con su territorio reducido, no tenían otra salida que buscar trabajo en las industrias. El país más justo que proclamaba el aparato estatal no le llegó a esta comunidad aborigen.

En octubre de 1947, en La Bomba, un paraje cercano a Las Lomitas, en la provincia de Formosa, unos 2.000 pilagá se habían reunido para recibir de boca de su carismático líder la noticia sobre un Nuevo Dios escrito en un libro que ellos desconocían: La Biblia. 

Las danzas y los tambores se mezclaron con los himnos bíblicos y resonaron durante varias noches. En el regimiento 18 de Gendarmería, distante a sólo un kilómetro del paraje, comenzó a gestarse la represión planificada y ordenada por el Estado.

La indisciplina tenía que cesar, la gente debía ser encerrada en un espacio controlado para ser enviada a trabajar. La prensa comenzó a mostrar a los pilagá como peligrosos y se agitó el fantasma de posibles malones sobre las poblaciones blancas. Desde Buenos Aires le temían a un “alzamiento”. Aquella expresión de libertad cultural y religiosa debía terminar. Ante la negativa a ser trasladados a las reducciones, el escarmiento no tardó en llegar. 

LA MASACRE
El 10 de octubre, al caer la tarde, la Gendarmería Nacional apuntó sus armas contra la multitudinaria reunión, fusilando a cientos de personas. 

De acuerdo a los testimonios de sobrevivientes, la matanza se extendió durante varios días. Después de los fusilamientos iniciales, se iniciaron las persecuciones de testigos a través de los montes. Varias mujeres fueron violadas y hubo más fusilamientos en comunidades cercanas. 

Muchos niños murieron por las heridas de bala. Muchos ancianos fallecieron vencidos por el cansancio y la sed, acorralados por las tropas que controlaban el acceso a los arroyos. Muchos cadáveres no pudieron ser sepultados y permanecen desaparecidos.

Finalmente los sobrevivientes acabaron capturados y encerrados en las reducciones. Según informes oficiales muchos de ellos padecían al poco tiempo subalimentación y “hambre aguda”. 

600 pilagá murieron en los eventos desencadenados el 10 de octubre de 1947.

EL SILENCIO DE LA HISTORIA
Durante más de 60 años el pueblo Pilagá no tuvo oportunidad de contar lo sucedido, el terror fue sembrado con éxito, y también la mentira. Algunos historiadores, antropólogos y medios de comunicación, hicieron su aporte para cubrir estos crímenes con un manto de silencio. Sin embargo la memoria de los sobrevivientes permaneció en espera de ser escuchada. 

En el año 2006 la masacre de La Bomba dió lugar a una demanda contra el Estado Nacional de características inéditas en el derecho argentino, fundada en los principios jurídicos de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. El juez federal Mario Bruno Quinteros ordenó que un forense trabaje en la búsqueda de restos humanos.
Octubre Pilagá: La masacre de Perónindigenas

OCTUBRE PILAGÁ
“No tenemos libros sobre la masacre. La gendarmería los debe tener”, asegura un sobreviviente pilagá ante las cámaras de la directora Valeria Mapelman. “Octubre Pilagá, relatos sobre el silencio”, se acaba de estrenar a sala llena y entradas agotadas en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. 

El documental que narra la tragedia de los Pilagá revela hechos deliberadamente ocultos, sin ser una película sobre el pasado, sino un vehículo para entender el presente. Está hecha con retazos de memorias personales que dan cuenta de una historia que urge conocer y asumir: la del genocidio de los pueblos originarios de la Argentina. 

“Hacer la película fue un proceso doloroso y largo, que nos enriqueció a todos. Hay mucho para contar en Argentina, tenemos que tratar de escuchar a los ancianos. Hay cosas que no están en los libros. En la voz de los más viejos está la historia oculta de nuestra nación” asegura Mapelman.



link: http://www.youtube.com/watch?v=ilNe1ieCRew

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Este hecho muestra a las claras como en nuestro pais hace falta realizar un revisionismo de nuestra historia ya que este es un hecho que algunos han logrado desterrar de la historia, uno de los pocos historiadores que se refirio a este tema fue Osvaldo Bayer que dijo en un articulo que hizo para pagina 12: "Acaba de editarse Octubre pilagá, un documental de Valeria Mapelman. Es el relato de la investigación sobre la masacre cometida en 1947, en el norte argentino, con los pilagás, un pueblo ancestral de aquellas regiones. Cientos de pilagás fueron asesinados en la forma más brutal por la Gendarmería Nacional. Fue en el segundo año del gobierno de Perón. Jamás se ordenó una investigación del hecho. Hay todavía testigos sobrevivientes de la matanza. Con sus rostros se ocupan las cámaras. Tienen la sabiduría del tiempo y hablan pausadamente, sin levantar la voz. Relatan cómo se los encerró en un lugar conocido como La Bomba y se los baleó impunemente. Los ojos tristes, la voz pausada. Detalle por detalle. La sabiduría que va dejando la vejez y la vida humilde. No hablan de venganza, sí de lo injusto. De la incomprensión. Rostros formados con tierra generosa. Nos llevan al lugar. Sí, allí cayeron hombres, mujeres, niños. Desarmados. A tiro limpio les quitaron la vida, sin poder defenderse. Algunos hablan mientras realizan, lentamente, sus tareas. Sí, allí fue, allí están enterrados. Jamás se nos dio una explicación... nada. Los rostros de los niños, que nos miran."
Tambien algo se explica en este articulo : http://www.ibcperu.org/doc/isis/12650.pdf
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Aca le agrego un articulo que salio en el diario perfil el sabado 27 de noviembre de 2010:

EN 1947, EN PARAJE LA BOMBA
La masacre de aborígenes aún impune que causó la muerte de 1.500 a 2 mil pilagás. Por Marcelo Zavála
represion

Los rostros de sobrevivientes, tal como aparecen en el documental Octubre Pilagá, de Valeria Mapelman, estrenado este año.

Un grupo de aborígenes se reúne para escuchar a un líder religioso que cura enfermos y predica la palabra de Dios, pero hace temer un levantamiento indio al “hombre blanco”.
Un escuadrón de Gendarmería ilumina la escena con bengalas y abre fuego sobre los aborígenes indefensos. Luego inicia una persecución despiadada en la que remata a niños y ancianos.
El gobierno no frena la matanza, ni la investiga. El asesinato de 1.500 a 2000 pilagás queda impune y no figura en los libros de historia.
Esto es lo que sucedió en la segunda quincena de octubre de 1947 en el paraje La Bomba, cerca de Las Lomitas, en el entonces Territorio Nacional de Formosa, bajo la presidencia de Juan Domingo Perón.
Todos los años los pilagás trabajaban en las cosechas de caña de los ingenios azucareros de Tucumán. Se les pagaba en efectivo, pero en1947 no se les respetó lo acordado.
Retornaron disgustados. Al llegar, apenas si fueron reconocidos por Luciano-Tonkier (líder religioso), que alarmado acudió al lugar. Enterados de su presencia, miles de indígenas abandonaron las comunidades para congregarse alrededor de un círculo elevado de tierra con un borde de palmas para orar (corona). Allí subían los enfermos para curarse y a recibir a los espíritus.
Pero la multitud alimentó el rumor de un levantamiento indígena. El comandante Emilio Fernández Castellanos, jefe del escuadrón de Gendarmería de Las Lomitas, informó al gobernador Rolando de Hertelendy, quien hizo lo mismo con el Gobierno nacional.
El presidente Perón envío tres vagones de tren con alimentos, medicinas y ropa, que demoraron 15 días. El delegado de la Dirección Nacional del Aborigen, Miguel Ortiz, tardó otros diez días en enviar la ayuda a Las Lomitas.
Sólo un vagón llegó completo. La ropa y los medicamentos desaparecieron y cuando los alimentos fueron entregados a los aborígenes la harina tenía gorgojos, la grasa para cocinar estaba derretida por el calor y las galletas con moho. Muchos “favorecidos” por la donación murieron.
Temiendo un levantamiento indígena, los gendarmes se dieron cita en los puntos fijados de antemano y al anochecer el comandante Fernández ordenó atacar ante una multitud azorada e indefensa.
Luego, encendieron bengalas para iluminar la escena y “unos instantes después comenzó a escucharse el tableteo de las ametralladoras”. El tiroteo fue intenso. La confusión, total. Hombres, mujeres y ancianos corrían aterrorizados hacia la muerte mientras algunos niños gateaban desnudos entre los cadáveres.
Enrique Prueguer, encargado del equipo de investigación forense en las excavaciones realizadas en 2005, asegura que dentro de las fosas halladas “hay un número importante de restos óseos de criaturas en brazos de sus madres”.
Esa noche hubo alrededor de 300 muertos. Pero a partir de ahí, la Gendarmería inició una cacería de más de tres semanas. Violó a mujeres, asesinó a ancianos y ató con cadenas a los árboles a los heridos para para quemarlos vivos.
Ernesto Gómez –Gadetgakien, en lengua Pilagá–, un cacique sobreviviente de la masacre, afirma que muchos de los que quedaron heridos murieron abandonados por la falta de atención médica.
Los “muertos eran incinerados y se hubiera podido seguir la trayectoria de las tropas por las piras de cadáveres humanos que quemaban a medida que avanzaban”.
El cacique confiesa que tuvo mucho miedo esos días, y además advierte que no quiere ver más a los gendarmes.
“Yo sé que si ellos vienen es para problemas. Nuestros abuelos sufrieron demasiado por ellos y no nte cocinero me dijo que corriera a avisarle a mi mamá y a mi abuela porque los gendarmes nos matarían a todos la noche siguiente.”
Carlos Alberto Díaz, abogado de la Federación Pilagá, dice que no fue fácil calcular el número de muertos. Pero señala que gracias a un estudio de los clanes para ver quiénes habían desaparecido, pudieron calcular que el número de víctimas “está cercano a 1.500”.
La Gendarmería no habla del tema porque no quedan sobrevivientes de la fuerza que puedan dar una explicación.
Pero una investigación del comandante Teófilo Román Cruz, publicada por la revista Gendarmería Nacional (marzo de 1991), reconoce la matanza, que atribuye a que los aborígenes eran considerados “casi como salvajes o animales”.
Pero no hubo culpables de la masacre, que no se investigó. Jamás se ofreció una reparación económica a los sobrevivientes y nadie desde el Estado mostró arrepentimiento. “Sólo hubo indios muertos.”
El Gobierno nacional de la época no participó, pero miró para otro lado.
El paso del tiempo delata que los pilagás no murieron simplemente por las balas de Gendarmería. Dejaron de existir mucho antes, cuando el conjunto de la sociedad decidió que los aborígenes fueran seres invisibles.
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aborigenes
1884
El ministro de Guerra y marina General Benjamín Victorica es enviado por el presidente Julio Argentino Roca a conquistar el Gran Chaco llamado “Desierto del Norte” Ésta campaña militar completa el sometimiento iniciado en Pampa y Patagonia. 
1889
Campaña militar del General Lorenzo Vintter 
1898
Los franciscanos inician la fundación de diversas misiones tendientes a convertir y disciplinar a familias Qom, Wichi y Moqoit. Las prácticas religiosas propias de los pueblos del Gran Chaco fueron reprimidas con el argumento de que eran peligrosas y “salvajes”, se les impuso un idioma, y se los bautizó con un nombre diferente del que tenían. 
1907 a 1911 
Campaña militar del General O’ Donell 
1911
Creación de las reducciones de Bartolomé de las Casas (en el territorio de Formosa) y Napalpí (en el territorio del Chaco) 
1912 
Campaña militar del coronel Rostagno en la que se ocupan efectivamente los territorios de las actuales provincias de Chaco y Formosa 
1917 
El presidente Hipólito Irigoyen firma la finalización oficial de las campañas militares al Gran Chaco, pero para los pueblos originarios de la región esto no se traduce en la llegada de tiempos de paz sino en la consolidación de una era de trabajo forzado en beneficio de los poderosos nuevos propietarios de la tierra y de las industrias del Norte de la Argentina. 
1919
Entre marzo y abril de 1919, durante la presidencia de Irigoyen, se acusa al cacique pilagá Garcete del ataque al fortín Yunká, cercano a la frontera con Paraguay. En una expedición punitiva, a cargo del Teniente Boy responsable del fortín Gran Guardia, las tolderías de Garcete son atacadas y fusiladas decenas de personas, entre ellas los padres del cacique. Esta represión jamás fue investigada, Garcete termina sus días “reducido” en Bartolomé de las Casas 
1924
En julio de 1924 durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear ocurre una represión durante la cual son fusiladas cientos de personas que se encontraban reducidas en Napalpí. Los sobrevivientes de los fusilamientos fueron degollados y mutilados. Los cadáveres de las víctimas fueron enterrados en fosas comunes dentro del territorio de la reducción. Este hecho aunque denunciado en periódicos locales y hasta en la cámara de diputados de la Nación nunca fue debidamente investigado, ni castigados los culpables. 
1946
Un grupo de más doscientas personas pertenecientes al pueblo Coya inicia una larga marcha a Buenos Aires para solicitar al flamante presidente Juan Domingo Perón el título de propiedad de sus tierras en la Puna. Luego de grandes recibimientos y de una cobertura mediática sin precedentes, son secuestrados en el hotel de inmigrantes y finalmente envagonados para ser llevados por la fuerza de regreso a Jujuy 
1947
Matanza de La Bomba
peron

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