En septiembre de 1864 se fundó en Londres la primera organización internacional del movimiento obrero: la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), después conocida como la Primera Internacional. Su surgimiento responde a la situación económica y política del capitalismo del siglo XIX y fue un producto genuino del movimiento obrero e iniciativa de su vanguardia.
Génesis del internacionalismo
Los asistentes, en su mayoría sindicalistas ingleses y franceses, se convocaron para organizar campañas de solidaridad con la lucha por la independencia polaca, por la unificación de Italia y en apoyo al Norte contra el Sur esclavista en la Guerra Civil estadounidense. Sin embargo, la motivación más inmediata de la convocatoria era la necesidad de enfrentar la política que habían adoptado los capitalistas ingleses y franceses a partir de la crisis económica de 1857 de usar cada uno a los inmigrantes del otro país para romper las huelgas.
De estas palpables necesidades surgió el internacionalismo obrero, como reflejo organizativo y político del carácter mundial de la economía capitalista y la lucha de clases. La Primera Internacional expresa la realización de los trabajadores más con-cientes de la necesidad de la colaboración internacional y de la participación en el terreno político para defender sus intereses.
Como podía esperarse, en la AIT se vieron reflejadas las diversas corrientes del movimiento obrero y sus distintas políticas. Entre los ingleses habían sindicalistas y también seguidores de Robert Owen, que se oponía a las huelgas. Los partidarios del francés Proudhon defendían la propiedad privada y los del anarquista Bakunin pretendían disolver de golpe la propiedad y el Estado. Otros se referenciaban en en el pacifista Fourier, mientras los partidarios de Blanqui concebían la revolución como un simple asalto armado al poder.
Entre todos, surgió el exiliado alemán Karl Marx como principal dirigente del Consejo General que se eligió para escribir los estatutos de la AIT y organizar su congreso.
De estas palpables necesidades surgió el internacionalismo obrero, como reflejo organizativo y político del carácter mundial de la economía capitalista y la lucha de clases. La Primera Internacional expresa la realización de los trabajadores más con-cientes de la necesidad de la colaboración internacional y de la participación en el terreno político para defender sus intereses.
Como podía esperarse, en la AIT se vieron reflejadas las diversas corrientes del movimiento obrero y sus distintas políticas. Entre los ingleses habían sindicalistas y también seguidores de Robert Owen, que se oponía a las huelgas. Los partidarios del francés Proudhon defendían la propiedad privada y los del anarquista Bakunin pretendían disolver de golpe la propiedad y el Estado. Otros se referenciaban en en el pacifista Fourier, mientras los partidarios de Blanqui concebían la revolución como un simple asalto armado al poder.
Entre todos, surgió el exiliado alemán Karl Marx como principal dirigente del Consejo General que se eligió para escribir los estatutos de la AIT y organizar su congreso.
La dirección de Marx
En su discurso inaugural de la Internacional, Marx hace una feroz crítica del capitalismo, y afirma que «la gran tarea de la clase obrera es la de tomarse el poder político» y que necesitan una organización para lograrlo: los obreros «poseen un elemento para el éxito, su número. Pero el número pesa en la balanza sólo cuando está unido en una organización y dirigido hacia un fin conciente».
En las reglas provisionales de la AIT que redactó, Marx buscó contener la diversidad de opiniones en la Internacional. Priorizaba la necesidad de una fuerte organización que permitiera la acción unificada de los trabajadores. Apostaba a que esa acción lograse triunfos en la lucha de clases y desarrollara la conciencia de clase, facilitando el triunfo de la política revolucionaria al interior de la Internacional.
«Hace falta tiempo -le escribió Marx a Engels- antes de que el movimiento revivido nos permita utilizar el viejo lenguaje audaz. La necesidad del momento es: osadía en el contenido, pero moderación en la forma».
En las reglas provisionales de la AIT que redactó, Marx buscó contener la diversidad de opiniones en la Internacional. Priorizaba la necesidad de una fuerte organización que permitiera la acción unificada de los trabajadores. Apostaba a que esa acción lograse triunfos en la lucha de clases y desarrollara la conciencia de clase, facilitando el triunfo de la política revolucionaria al interior de la Internacional.
«Hace falta tiempo -le escribió Marx a Engels- antes de que el movimiento revivido nos permita utilizar el viejo lenguaje audaz. La necesidad del momento es: osadía en el contenido, pero moderación en la forma».
Los logros de la Primera
Los principales avances que obtuvo la AIT fueron la conquista de la reforma de los derechos políticos en Inglaterra, tras encabezar un proceso de movilizaciones masivas, y la extensión por toda Europa de organizaciones sindicales que perdurarían y se desarrollarían mucho más allá de la vida que tuvo la Primera.
Pero el hecho que realmente puso a prueba a la Internacional fue el estallido de la Comuna de París al final de la guerra franco-prusiana en 1871. Los parisinos sublevados -muchos de ellos miembros de la AIT- conformaron una república obrera, con funcionarios votados a cargos revocables y con salarios equiparados a los de los trabajadores. La Comuna fue aplastada en una sangrienta masacre por la burguesía francesa con el apoyo del ejército prusiano de Bismarck, pero no antes de demostrar que la clase trabajadora podía ejercer el poder político.
A partir de los hechos de la Comuna, Marx le dio forma y contenido a su teoría del Estado, afirmando que los trabajadores deberán barrer el Estado burgués y reemplazarlo por uno propio para hacerse del poder y avanzar hacia el socialismo.
Pero el hecho que realmente puso a prueba a la Internacional fue el estallido de la Comuna de París al final de la guerra franco-prusiana en 1871. Los parisinos sublevados -muchos de ellos miembros de la AIT- conformaron una república obrera, con funcionarios votados a cargos revocables y con salarios equiparados a los de los trabajadores. La Comuna fue aplastada en una sangrienta masacre por la burguesía francesa con el apoyo del ejército prusiano de Bismarck, pero no antes de demostrar que la clase trabajadora podía ejercer el poder político.
A partir de los hechos de la Comuna, Marx le dio forma y contenido a su teoría del Estado, afirmando que los trabajadores deberán barrer el Estado burgués y reemplazarlo por uno propio para hacerse del poder y avanzar hacia el socialismo.
Fin de un ciclo
Otra consecuencia de la derrota de la Comuna y la reacción capitalista que recorrió Europa posteriormente fue el declive de la AIT. La dinámica a la que apostaba Marx para el desarrollo de la Internacional al calor del ascenso en la lucha de clases se revirtió en el reflujo. Al desmovilizarse el movimiento, las disputas internas en la dirección paralizaron y terminaron por desintegrar a la Primera Internacional, que fue disuelta en 1878.
Sin embargo, refutando el argumento de que la Internacional había fracasado, Marx escribió: «En realidad, los partidos obreros socialdemócratas (…) ya no son secciones aisladas dispersa-mente repartidas en varios paises y dirigidas por un Consejo General desde la periferia, sino que representan a la clase obrera misma en constante, activa y directa relación. (…) Así, lejos de haber muerto, la Internacional se ha desarrollado de un nivel a otro más alto, en el cual muchas de sus tentativas originales ya han sido realizadas. Durante el curso de este constante desarrollo experimentará muchos cambios antes de que el último capítulo de su historia pueda ser escrito.»
Sin embargo, refutando el argumento de que la Internacional había fracasado, Marx escribió: «En realidad, los partidos obreros socialdemócratas (…) ya no son secciones aisladas dispersa-mente repartidas en varios paises y dirigidas por un Consejo General desde la periferia, sino que representan a la clase obrera misma en constante, activa y directa relación. (…) Así, lejos de haber muerto, la Internacional se ha desarrollado de un nivel a otro más alto, en el cual muchas de sus tentativas originales ya han sido realizadas. Durante el curso de este constante desarrollo experimentará muchos cambios antes de que el último capítulo de su historia pueda ser escrito.»
El internacionalismo hoy. Volver a las bases
El internacionalismo, no sólo en su forma ideológica y política, sino corporizado en un partido mundial de la clase trabajadora, es uno de los principios del marxismo. Sin embargo, hoy se encuentra organizativamente reducido a su menor expresión histórica.
Solo once años después de la disolución de la AIT se fundó la Segunda Internacional, que llegó a organizar a millones de trabajadores en sindicatos y partidos políticos de masas en todo Europa. Sus dirigentes abandonaron el internacionalismo en 1914 al apoyar a sus respectivas burguesías en la Primera Guerra Mundial. Pero cinco años después, con el impulso de la Revolución Rusa, se fundó la Tercera Internacional que logró un carácter realmente masivo y mundial. Ante su burocratización stalinista, Trotsky fundó en 1938 la Cuarta Internacional para darle continuidad organizativa y política al marxismo revolucionario.
Bajo condiciones terriblemente adversas, las organizaciones de la Cuarta fueron marginadas del movimiento de masas durante largas décadas. Esas circunstancias condujeron a un proceso de fragmentación de la izquierda revolucionaria que lamentablemente perdura hasta hoy.
Sin embargo, la situación ha cambiado drásticamente en los últimos años. Desde la caída del Muro de Berlín el stalinismo ya no existe como la fuerza contrarrevolucio-naria hegemónica en los procesos sociales. La crisis mundial del capitalismo desatada en 2008 provoca un creciente cuestionamiento al capitalismo en la conciencia de millones. Procesos revolucionarios estallan en cada rincón del planeta y donde surgen alternativas desde la izquierda logran resonancia entre las masas movilizadas.
Se vuelve imprescindible la necesidad de una organización internacional para coordinar las luchas que recorren el mundo y darles una fuerza unificada contra el capitalismo. Cómo construirla hoy debe ser un debate central para todo revolucionario.
La Cuarta cumple aún un rol positivo como ámbito de colaboración de diversas organizaciones revolucionarias a escala mundial, razón por la cual participamos como organización observadora en su seno. Pero lo que prima en el mundo es la dispersión de incontables corrientes y organizaciones que llevamos generaciones de desarrollo aisladas unas de las otras.
No existe hoy un partido con influencia de masas como el Partido Socialdemócrata Alemán que vertebró la Segunda Internacional, ni tampoco una dirección que haya encabezado una revolución triunfante como el Partido Bolchevique, que fue el polo de atracción para los revolucionarios que erigieron la Internacional Comunista.
Todas las corrientes de izquierda existentes representan parcialidades y ninguna puede pretender llegar por su cuenta a un análisis acabado de la realidad mundial, ni mucho menos a disputar la dirección del movimiento de masas mundial y conducirlo al triunfo sobre el capitalismo imperialista.
Por estos motivos es necesario avanzar en un proceso de reagrupamiento internacional de los revolucionarios que recoja el espíritu de la Primera.
Significaría priorizar la necesidad actual de impulsar la unidad de acción del movimiento de masas a escala mundial. Requeriría dotarla de cimientos sólidos, con un programa firme en su contenido anticapitalista, pero ámplio en su forma, para lograr la mayor unidad posible. Y exigiría aprender a convivir en la diversidad de opiniones para dirimir las diferentes propuestas al interior de una organización común, poniéndolas sin miedo a la prueba de la lucha de clases.
Esta vuelta a las bases del internacionalismo sería hoy un inmenso salto adelante para el movimiento obrero mundial.
Solo once años después de la disolución de la AIT se fundó la Segunda Internacional, que llegó a organizar a millones de trabajadores en sindicatos y partidos políticos de masas en todo Europa. Sus dirigentes abandonaron el internacionalismo en 1914 al apoyar a sus respectivas burguesías en la Primera Guerra Mundial. Pero cinco años después, con el impulso de la Revolución Rusa, se fundó la Tercera Internacional que logró un carácter realmente masivo y mundial. Ante su burocratización stalinista, Trotsky fundó en 1938 la Cuarta Internacional para darle continuidad organizativa y política al marxismo revolucionario.
Bajo condiciones terriblemente adversas, las organizaciones de la Cuarta fueron marginadas del movimiento de masas durante largas décadas. Esas circunstancias condujeron a un proceso de fragmentación de la izquierda revolucionaria que lamentablemente perdura hasta hoy.
Sin embargo, la situación ha cambiado drásticamente en los últimos años. Desde la caída del Muro de Berlín el stalinismo ya no existe como la fuerza contrarrevolucio-naria hegemónica en los procesos sociales. La crisis mundial del capitalismo desatada en 2008 provoca un creciente cuestionamiento al capitalismo en la conciencia de millones. Procesos revolucionarios estallan en cada rincón del planeta y donde surgen alternativas desde la izquierda logran resonancia entre las masas movilizadas.
Se vuelve imprescindible la necesidad de una organización internacional para coordinar las luchas que recorren el mundo y darles una fuerza unificada contra el capitalismo. Cómo construirla hoy debe ser un debate central para todo revolucionario.
La Cuarta cumple aún un rol positivo como ámbito de colaboración de diversas organizaciones revolucionarias a escala mundial, razón por la cual participamos como organización observadora en su seno. Pero lo que prima en el mundo es la dispersión de incontables corrientes y organizaciones que llevamos generaciones de desarrollo aisladas unas de las otras.
No existe hoy un partido con influencia de masas como el Partido Socialdemócrata Alemán que vertebró la Segunda Internacional, ni tampoco una dirección que haya encabezado una revolución triunfante como el Partido Bolchevique, que fue el polo de atracción para los revolucionarios que erigieron la Internacional Comunista.
Todas las corrientes de izquierda existentes representan parcialidades y ninguna puede pretender llegar por su cuenta a un análisis acabado de la realidad mundial, ni mucho menos a disputar la dirección del movimiento de masas mundial y conducirlo al triunfo sobre el capitalismo imperialista.
Por estos motivos es necesario avanzar en un proceso de reagrupamiento internacional de los revolucionarios que recoja el espíritu de la Primera.
Significaría priorizar la necesidad actual de impulsar la unidad de acción del movimiento de masas a escala mundial. Requeriría dotarla de cimientos sólidos, con un programa firme en su contenido anticapitalista, pero ámplio en su forma, para lograr la mayor unidad posible. Y exigiría aprender a convivir en la diversidad de opiniones para dirimir las diferentes propuestas al interior de una organización común, poniéndolas sin miedo a la prueba de la lucha de clases.
Esta vuelta a las bases del internacionalismo sería hoy un inmenso salto adelante para el movimiento obrero mundial.
Federico Moreno
No hay comentarios:
Publicar un comentario