Etiquetas

domingo, 26 de abril de 2015

De la Gran Diosa al Dios Unico

El concepto de un Dios único, no ha sido siempre la creencia que ha tenido la humanidad para dirigirse a la Divinidad, hubo una época en que todo fue distinto.
A través de los hallazgos arqueológicos y estudios antropológicos se ha podido hacer un análisis de todas las culturas primitivas que de alguna manera han sobrevivido hasta nuestra época.
La primera deidad que gobernó el destino de la humanidad fue una figura femenina. La Diosa fue el principio generador del universo, así como la fuerza divina que controlaba el ciclo de la vida, la muerte y la regeneración. Ella era la única fuente de vida, la cual tomaba su energía de manantiales y pozos, del sol, la luna y de la tierra húmeda. En el arte se la representa con símbolos a través de signos de movimiento dinámico, como espirales que giran y se retuercen, serpientes enroscadas y ondulantes, círculos, crecientes astas de bóvido, semillas y brotes. La serpiente era el símbolo de la energía vital y la regeneración.
Durante buena parte del Paraeolítico superior, desde 24.000 a 10.000 a. C. la humanidad adoró a la Gran Diosa como la potencia creadora y el origen de toda la vida. Se representaba partes femeninas singulares- senos, nalgas, vientre y vulva dentro de un contexto religioso.
El triángulo pubiano expresamente remarcado o exagerado, o con vulvas reproduciendo la hinchazón propia del parto, y con las manos situadas sobre el abultado vientre para acentuar su estado.
En aquella época se desconocía los fundamentos biológicos de la fecundación y probablemente, todavía no se relacionaba la cópula con la preñez. La Gran Diosa era partenogénica, engendradora de vida a partir de sí misma.
Para intentar explicar la fecundidad del mundo, se ideó una deidad que reproducía a nivel macrocósmico las características funcionales del microcosmos orgánico femenino. Las partes corporales que fueron exaltadas en la Diosa figurada como mujer- senos, nalgas, vientre y vulva- se convirtieron en signos de la función divina y adquirieron el poder evocador de lo mágico.
A través del tiempo, la humanidad fue cambiando el concepto que tenía del Dios Supremo, y paulatinamente se fue cambiando la Gran diosa al Dios único.
Hay relatos míticos sumerios (3.000 a. C.) que presentan a diosas como Ereskigal, que crearon y gobernaron los tres mundos-cielo (reino divino), tierra (mundos de los humanos) e infierno (reino de los muertos)-hasta que un dios varón, limitó sus poderes o las derrotó al mundo infernales.
Lo mismo sucedió con Afrodita con cola de pez, fue dividida y sin poderes divinos.
En Grecia, se produjo la transformación de Zeus, una simple deidad de la vegetación a dios supremo del Olimpo, casandose con su hermana la poderosa Hera.
El acadio Marduk triunfó sobre los dragones de la diosa Tiamat.
Apolo mató a Pitón, el dragón o serpiente creada por Gea, la diosa Madre Tierra.
La imagen del héroe matando al dragón o la serpiente, impuesta desde Oriente, llegó hasta nuestra cultura religiosa actual como símbolo de la victoria de la luz y lo masculino sobre las tinieblas y lo femenino.
También transformaron los símbolos que los identificaban. Así pues, la vulva femenina cambió por la simiente del varón. El “árbol de la vida”, signo de regeneración y esperanza, asociado a la Diosa se recicló por “el árbol del conocimiento”, controlado por un dios supremo a modo de instrumento represor; una vez dado el cambiazo, se le dotará de credibilidad inventando nuevos relatos míticos que desprestigiaban el anterior significado del árbol así como a su administradora, la Diosa, haciendo que los castigos derivados del mal uso del “árbol del conocimiento” fuesen inducidos siempre por una serpiente-símbolo de la Diosa-.
El relato bíblico de Eva, se presenta la escena de la mujer activa y soberana de sí misma, junto a un árbol-que en este caso es “del conocimiento”-y una serpiente. Al convertir a la serpiente (Diosa) en un demonio, al conocimiento en algo prohibido y peligroso, y la mujer en única culpable de todos los males de la humanidad, se cerró el círculo más trágico de nuestra historia.
La idea que tenemos actualmente de Dios en occidente, está construido sobre el modelo de Yahvé transmitido de forma única y excluyente durante los últimos 1.500 años de dominio de la cultura judeo-cristiana.
Yahvé no apareció en la historia como un dios cósmico, sino como una deidad de pueblos semitas nómadas, sólo un desarroyo teológico posterior lo llevaría a ser una deidad cósmica, un dios padre creador del universo.
En el siglo III a. C. el nombre YHWH fue declarado demasiado sagrado para ser pronunciado, por lo que lo sustituyeron por Adonai “El Señor”. De este cambio procede el nombre de Jehová. Debido a que no podían pronunciar el nombre de Dios, debajo de las iniciales YHWH anotaron EOA las vocales de Adonai en hebreo. Y en la edad media, la ignorancia les llevó a unificar las vocales con las consonantes para formar YEHOWAH o Jehová, dando un nuevo y sagrado nombre a Dios.
A Yahvé le fueron añadiendo atributos que en un principio no le pertenecían.
Si analizamos la primera línea del Génesis dice: “Al principio creó Dios los cielos y la tierra”.Pero el texto original es : “Al principio creó Elhohím los cielos y la tierra”.Elhoim es el plural de “El” que en semítico significa “dios”, por lo tanto no fue un solo dios, “El”, quien creo el universo, sino varios.
“El” fue el dios más importante de la región sirio-palestina. Allí deambularon los patriarcas hebreos y sus descendientes. Abraham invocó a “El Olam” en Berseba; se manifestó a Isaac y a Jacob como el dios de su padre Abraham.
La tradición vinculó a cada patriarca con un santuario: Abraham a Mambré, Isaac a Berseba, Jacob a Betel e Israel a Siquém. La revelación se efectuaba durante los sueños. El Antiguo Testamento presenta a los patriarcas como fundadores de esos santuarios. Pero en realidad eran antiguos santuarios cananeos consagrados a “El”.
“El” era un dios cananeo, y se le rendía culto como dios cósmico supremo, también se le denominaba Padre de los dioses y de los hombres, creador de la tierra, todopoderoso, Padre de los años y Rey. También se le calificaba de sapientísimo, santo y misericordioso. Para aquellas generaciones “El” era un anciano omnisciente y omnipotente, que tenía dos esposas, Anat y Asherah, de la que le nacieron todos los dioses, por eso fue llamada “Madre de los dioses”.
Los hebreos, reacios a perder el toque divino femenino, pero al mismo tiempo, seguros de no traicionar al dios de sus padres, simultanearon el doble culto a Yahvé y a la diosa Asherah, hasta que Elías y Eliseo se levantaron en armas en 825 a.C. para imponer el culto exclusivo al dios misógeno y oficialmente soltero. Pero no lo consiguieron hasta que la reforma religiosa de Josías en 621 a.C. dejó sentado el monoteísmo hebreo y su consecuente y proverbial intolerancia.
El profeta Oseas, a mediados del siglo VIII a.C., no solo denigró a la mujer de su texto sino que presentó a Yahvé como la única fuente de fertilidad para su pueblo. Que se puede leer en Oseas 14: 6-10:
6 Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano;
7 sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano.
8 Volverán a sentarse a mi sombre, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano.
9 Efraím, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él. Soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto.
10 ¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.
Tras cambiar Yahvé el nombre de Abram por Abraham, hizo un pacto con él. (Gén. 17: 10,11), mandándole circuncidar a los recién nacidos. La vulva de la Diosa y su significado había sido eliminada para siempre.
La paradoja, de nuevo, fue que el dios oficial del poder masculino jamás pudo eliminar del todo el culto a la Diosa, que ha pervivido como la Virgen María y algunas santas católicas, o en las leyendas de hadas y brujas de todas clases, atrapadas como sombras inocuas, pero dignas, de lo que fue el pasado esplendor de la Diosa.
Información recogida del libro “DIOS nació mujer” de Pepe Rodriguez.