Apuntes de mi intervención en el encuentro intitulado «Precursores sombríos para otro(s) mundo(s) de posibles: prácticas, subjetividades, teorías», realizado el martes 19 de mayo de 2015 en el marco del Seminario gratuito Deleuze-Foucault 2015 que, organizado por el colectivo Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea, se llevó a cabo en la Biblioteca Popular Eduardo Martedí (Pasco 555, CABA). El encuentro consisitió en una mesa colectiva que compusimos Juan Salzano, Martín Jouer y yo, seguida de una extensa conversación entre todxs lxs asistentes.
0. Partimos de un hecho actual: el capitalismo. En el stop motion realizado por el colectivo Moi non pluspara este encuentro se escucha al Sub Marcos decir que el capitalismo se basa en la propiedad privada de los medios de producción, circulación y consumo. Y que no es sólo eso, pues la lógica del capital invade la totalidad de nuestras vidas cotidianas. Claro que, aun si fuera «sólo eso», tendríamos ya razón suficiente para querer destruirlo reemplazándolo por otra cosa. «Otra cosa» que no sabemos exhaustivamente qué es, pero sí sabemos qué no queremos que sea: se trata de emanciparnos como humanidad de toda relación de explotación y además se trata de liberarnos de toda relación de opresión (económica, sexual, de género, etaria, por mistificación, étnica, etc.), tanto las que son y las que fueron como las que vendrán.
1. Enfrentados a la tarea de destruir toda relación social de explotación y de opresión construyendo en su lugar relaciones sociales emancipatorias, la pregunta puede sonar dogmática: ¿Qué hacer? En lo inmediato, lo que haremos será desintegrar esa pregunta en otras tres: ¿quiénes?, ¿para qué? y ¿cómo? Esto es: pregunta por el sujeto o agente de la transformación en sentido emancipatorio [1]; pregunta por la finalidad o programa de esa transformación; y pregunta por las prácticas o la forma de organización. Las organizaciones que se reivindican revolucionarias suelen debatir en relación a las dos primeras preguntas (el sujeto puede ser campesino, indígena, fabril, desocupado, obrero-estudiantil, más o menos privilegiado, etc.; los objetivos, variar entre sí y/o en las etapas de su cumplimiento, etc.) mientras deja intacta la tercera porque el Partido la habría respondido con éxito en octubre de 1917. El problema es que precisamente la pregunta por el cómo, la pregunta por las prácticas, es la pregunta por la relación característica de la organización política: ahí –en y por esa relación– se subjetiva al presunto agente (individual y colectivo o, si se quiere, transindividual o transversal) de la emancipación.
2. Este problema ya era expreso en la I° Internacional (1864) y tuvo su despliegue práctico durante la Comuna de París (1871), la Guerra Civil Española (1936), la Revolución Húngara (1956), etc., pero nos interesa la modalidad de su emergencia en el mayo francés de 1968 porque este seminario se intitula «Deleuze-Foucault». Y fue mayo del 68 lo que empujó a Deleuze y a Foucault a estudiar dos objetos que no eran centrales en sus investigaciones hasta entonces: deseo y poder. En libros, esto quiere decir: El Anti-Edipo (Capitalismo y esquizofrenia I), escrito junto a Félix Guattari y publicado en 1972; y Vigilar y castigar (El nacimiento de la prisión), expresamente apoyado en El Anti-Edipo [2] y aparecido en 1975.
3. El Anti-Edipo presenta dos líneas de crítica teórica: crítica social a la familia privatizada como código hegemónico de inscripción de las conductas individuales y crítica política al sistema de explotación capitalista y sus modos de subjetivación mistificantes. Y una línea de crítica práctica: la crítica transversal dirigida al psicoanálisis, que apunta a ampliar y profundizar el conjunto de aportes teóricos y prácticos del psicoanálisis, conectando ese conjunto con otros campos del conocimiento y de la praxis militante hacia una «clínica universal» inseparable de una revolución socialista a escala mundial. Por eso las tareas positivas del esquizoanálisis tendrán dos blancos privilegiados: los grupos militantes y las relaciones amorosas. «Los revolucionarios a menudo olvidan, o no les gusta reconocer, que se quiere y hace la revolución por deseo, no por deber. Aquí como en todas partes el concepto de ideología es un concepto execrable que oculta los verdaderos problemas, siempre de naturaleza organizativa.» [3] El problema estriba en cómo nos organizamos, mediante cuáles relaciones llevamos a cabo cuáles prácticas.
4. Vigilar y castigar da por sentada «la tesis general de que en nuestras sociedades hay que situar los sistemas punitivos en cierta "economía política" del cuerpo» [4]. Esta economía política del cuerpo consiste en constituirlo como fuerza de trabajo en un sistema de sujeción [5]. El análisis de este sistema es lo que Foucault llama «microfísica del poder», análisis que corre paralelo a la microfísica del deseo enEl Anti-Edipo [6]. El estudio sobre la prisión y el panoptismo como modelo permite a Foucault afirmar que en la base de nuestras sociedades no está el contrato social sino la estrategia militar [7]: «La vigilancia pasa a ser un operador económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el aparato de producción y un engranaje especificado del poder disciplinario.» [8] De manera que el problema, para este libro y lo que me ocupa, estriba en esa construcción cotidiana de una sociedad de vigilantes para la acumulación de capital.
5. A partir de El Anti-Edipo y Vigilar y castigar, el problema del cómo incorpora la microfísica del poder y el análisis del deseo como perspectivas críticas que permiten advertir fascismos y vigilancias en el seno de las propias organizaciones políticas y relaciones afectivas. De ahí las críticas contra las unidades identitarias y los centros directivos. De ahí, como respuestas prácticas, los rasgos comunes a ciertas organizaciones «de nuevo tipo»: horizontalidad; descentralización; coordinación; redes; unidad de la deliberación y la ejecución (autonomía); énfasis en la producción; pluralismo; democracia directa; finitud y mortalidad de los grupos; presuposición recíproca tanto de medios y fines, como de táctica reivindicativa y estrategia antagonista [9]. Aquí es donde esas obras confluyen con la crítica de la economía política.
6. En el stop motion que vimos entre los puntos 0 y 1 de este escrito escuchamos al Sub Marcos decir que no intercambiamos mercancías y capitales sino algo mucho más peligroso: experiencias, apoyos mutuos, historias. Las experiencias en las que he participado y participo tienen hoy sus lugares de reflexión y acción en el Nodo (www.nodocoorganizacion.com.ar), La Colectiva Radio(www.lacolectiva.org.ar), las revistas Dialéktica (www.revistadialektica.com.ar) y Amartillazos(www.revistaamartillazos.wordpress.com) y una serie de nueve o diez grupos de estudio gratuitos de los que menciono estos dos: el Taller de lectura de la obra de Deleuze (www.tlodeleuze.blogspot.com) y el Taller de lectura de El Anti-Edipo (www.elantiedipo.blogspot.com). Estas son las experiencias que pongo a consideración colectiva, en este seminario, para evaluar qué grado de importancia pueden tener «Deleuze y Foucault» para la política, aquí y ahora.
Mariano Alberto Repossi,
5 de junio de 2015.
[1] Es importante aclarar que el sentido del cambio o de la transformación es emancipatorio o libertario, porque si no las palabras «cambio» y «transformación» quedan tan indeterminadas que pueden servir a cualquier causa. Quiero decir que todo siempre puede cambiar o ser transformado para peor.
[2] Tras enlistar las cuatro reglas generales a las que obedece Vigilar y castigar, Foucault aclara: «Pero no tengo la pretensión de ser el primero que ha trabajado en esta dirección» y coloca esta nota al pie de página: «De todos modos, no podría ponderar por referencias o citas lo que este libro debe a G. Deleuze y al trabajo hecho por éste con F. Guattari.» Foucault, M., Vigilar y castigar (El nacimiento de la prisión), trad. Aurelio Garzón del Camino, Buenos Aires, Siglo xxi, 1989, p. 31.
[3] Deleuze, G. y Guattari, F., El Anti-Edipo (Capitalismo y esquizofrenia I), trad. Francisco Monge, Buenos Aires, Paidós, 1995, p 355. Ver también las pp. 110, 262, 323, 355-6, 358, 412-3.
[5] Vigilar y castigar, ed. cit., pp. 32-3: «el cuerpo, en buena parte, está imbuido de relaciones de poder y de dominación, como fuerza de producción; pero en cambio, su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido en un sistema de sujeción [...]. El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido.» Ver también pp. 142, 146, 179-80, 224.
[7] «Los historiadores de las ideas atribuyen fácilmente a los filósofos y a los juristas del siglo xviii el sueño de una sociedad perfecta; pero ha habido también un sueño militar de la sociedad; su referencia fundamental se hallaba no en el estado de naturaleza, sino en los engranajes cuidadosamente subordinados de una máquina, no en el contrato primitivo, sino en las coerciones permanentes, no en los derechos fundamentales, sino en la educación y formación indefinidamente progresivos, no en la voluntad general, sino en la docilidad automática.» Vigilar y castigar, ed. cit., p. 173.
[8] Vigilar y castigar, ed. cit., p. 180. Foucault reenvía entonces al análisis marxiano de la cooperación en el primer libro de El Capital (Crítica de la economía política).
[9] Por supuesto que estas organizaciones –si no queremos dedicar todos nuestros tiempos y energías a la persecución de efectos en lugar destinar algunas a atacar causas– no deben perder de vista el hecho actual del cual partimos: el capitalismo como razón suficiente de nuestro querer destruirlo, sustituyéndolo por relaciones sociales emancipatorias. Que Marx sea el autor central tanto en El Anti-Edipo como en Vigilar y castigar no es azar. (Y que Foucault y Deleuze no militaran su cotidianeidad laboral es una limitación de ellos que no tenemos por qué asumir como nuestra: si tomamos en serio mi chiste y su relación con el inconsciente, «cómo hacían» Deleuze y Foucault –con y más acá de sus escritos– es un índice de «qué querían».) El hecho indudable de que la táctica reivindicativa (luchar por la ampliación de derechos, por garantizar la venta de nuestra fuerza de trabajo, por incrementar nuestros salarios, por salud, educación, vivienda y seguridad estatales garantizadas, por la participación creciente en las instituciones burguesas de gobierno, etc.) sea necesaria no hace que sea suficiente: si la estrategia no apunta a abolir toda explotación y toda opresión, entonces apunta a cambiar algo para que nada cambie.
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