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sábado, 25 de abril de 2015

Relatos Sagrados y Cultura de la Violación

Historias como la de una virgen embarazada sin su consentimiento nos han ayudado a normalizar la cultura de la violación.
La Cultura de la violación, una cultura donde la violencia contra las mujeres y la culpabilización de las víctimas es la norma, está viva y bien situada en nuestra sociedad. A las mujeres se nos enseña desde una edad temprana que la violación es lo peor que podría suceder en nuestras vidas.
Como institución patriarcal, la Iglesia apoya la cultura de la violación. Aunque los textos, las tradiciones y enseñanzas pueden ser un recurso de liberación para las mujeres que han sido víctimas, también pueden servir como una herramienta de control y fomentar una mayor victimización.
Los relatos de la cultura de la violación en las narrativas biblicas, se caracterizan por los siguientes elementos centrales:
1.- La Violación No es Importante
Son abundantes las historias de mujeres y niñas a las cuales la Iglesia ha dicho que sus vidas son de poco valor una vez que el himen se rompe.
Un ejemplo de ello es la violación de la romana Lucrecia. El padre de la Iglesia, Jerónimo de Estridón declaró que la violación es la única situación en que Dios perdona el suicidio. De hecho, según Jerónimo, “Aunque Dios es capaz de hacer todas las cosas, no puede levantar a una virgen después de una caída.”
La misoginia de este “sabio religioso” es tal, que hasta pasa por encima de la creencia católica de que en la resurrección, todxs lxs cuerpxs serán sanados de toda aflicción y mutilación. Jerónimo afirmó que “ni siquiera el poder de Dios puede reparar el himen roto”. Del mismo modo, Tertuliano elogió a Lucrecia por su suicidio y afirmó que ella fue un ejemplo para las mujeres cristianas.
La violación de Lucrecia fue y es tan poco importante para el androcentrismo narrativo, que el historiador Tito Livio describe el crimen como una crisis política:
“Sobre las gradas del templo reposa el cuerpo sin vida de la ofendida Lucrecia, mancillada por Sexto, el hijo del rey Lucio Tarquino el Soberbio. Dos mujeres lloran la muerte de la dama mientras que los hombres de la familia, Lucrecio (su padre), Publio Valerio, Collatino (su esposo) y Bruto,  rodean el cadáver. Este último empuña en alto el puñal y jura venganza contra el rey, a lo que responde la muchedumbre que levanta los brazos, lo que supone el fin de la monarquía en Roma.”
Según la moderna referencia del episodio, Lucrecia despertó sobresaltada y reconoció a Sexto; quien temeroso de que su víctima gritase, le dijo:
“¡Silencio, Lucrecia; Sexto Tarquino soy;  si lanzas un grito, si profieres una palabra, te mato!. Como Lucrecia no pudo responder ya que la punta de una espada estaba sobre su pecho, Sexto Tarquino prosiguió: “Escucha: yo te amo. Sé que eres fiel, y que me resistirás, prefiriendo morir antes de rendirte. Mas con todo, óyeme. No es la muerte la mayor amenaza para ti, sino la deshonra pública. Si no accedes a mi pasión y me veo obligado a matarte, mataré en seguida al más joven y bello de tus esclavos, pondré su desnudo cadáver entre tus brazos y proclamaré que habiéndote sorprendido en adulterio, he castigado a ambos con la muerte, vengando así el honor de Colatino, mi deudo y amigo.”
En vano Lucrecia rogó, imploró, se revolvió desesperada, Sexto Tarquino le hizo comprender con evidencia que resistirse era morir y quedar para siempre deshonrada en la memoria de Roma y de su esposo.
En algunos relatos de la Biblia pasa algo similar. Las amenazas de violencia sexual contra las mujeres son completamente ignoradas en favor de centrarse en las amenazas a los hombres.
Por ejemplo, en la historia de Sodoma y Gomorra (Génesis: 19), Lot había ofrecido a sus hijas vírgenes para ser violadas por la multitud enfurecida, la atención se centró en cambio en la amenaza de violación contra los ángeles que los visitan.
En otros textos donde se ha producido la violación, la atención se ha centrado en la historia de los hombres, en lugar de la victimización de las mujeres: El libro de Samuel relata que diez Pilegesh de David (comúnmente traducido como concubinas), fueron “penetradas” por Absalón “ante los ojos de todo Israel.” Sin embargo, la violación de estas mujeres ha pasado prácticamente desapercibida y el texto ha sido examinado, en cambio, como un golpe político.
2.- Las Mujeres Violadas son Sospechosas
Desde la mujer de Potifar que se nos presenta llorando y acusando una violación falsa, a la historia de Susana, una víctima de violación sufriendo en silencio, los textos bíblicos exponen representaciones de mujeres y violencia sexual que apoyan la cultura violación.
A la mujer no se le debe creer a priori si dice que ha sido violada, porque, como la esposa de Potifar, sólo quieren desprestigiar el honor de los hombres:
“Ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió. Cuando vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera, llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces; y viendo que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió.” (Génesis 39)
Si vas a ser violada, mantén en silencio el crimen, aún a costa de ti misma. Susana, deseada por dos hombres mayores con poder e influencia, prefiere ser acusada de adulterio y ser lapidada que consentir la violación.
Sé que, si hiciere esto (resistirse), muerte es para mí; y que, si no lo hago, no escaparé de vuestras manos…” (Daniel 13) 
3.- Dios premia el Violador
Hay relatos en que la intervención divina castiga a la víctima y premia al violador. En los Hechos de Pedro, la hija de Pedro es secuestrada por Tolomeo que tiene la intención de violarla, por sentirse tentado ante su belleza. Pero Dios interviene y le desfigura la cara, causado la repulsa de Tolomeo, que se arrepiente y inicia una vida de rectitud, mientras que la hija de Pedro queda desfigurada para siempre, por lo que ya no será nunca más violada: Está protegida, ya no va a tentar a los hombres.
4.- La Pureza ante Todo
Las leyendas de las vírgenes mártires describen historias de mujeres que sufren horribles muertes a manos de sádicos con el fin de mantener su pureza ante Dios.
Estas mujeres experimentaron tortura dirigida a su feminidad: Por ejemplo, Santa Ágata tenía sus pechos arrancados de su cuerpo y Santa Catalina tenía su cuerpo destrozado por las ruedas de púas.
Estos relatos sostienen que las mujeres demostraron su amor a Dios al aceptar muertes horribles que les permitieron entrar en el cielo con un himen intacto. Por lo tanto, ellas fueron elevadas a la santidad.
Las historias de vírgenes mártires y su tortura pornográfica son inquietantes y se equiparan el terrorismo sexual. Se enseñan con la intención de que mujeres y niñas se allanen a creer que no hay peor cosa en la vida que les pueda pasar que haber sido violadas; es mejor callarse, que arriesgar el escarnio o el equivalente moderno de que nos arranquen los senos o perecer con el cuerpo destrozado en una rueda de púas,
Los textos androcéntricos y enseñanzas que aquí se presentan son un vistazo de lo que perpetúa la cultura de la violación dentro de la Iglesia. Aunque la Iglesia está perfectamente capacitada en poder, recursos y privilegios para desafiar la cultura violación y la violencia espiritual que conlleva, es actualmente tan cómplice que no puede cambiarla.
Foto: Susana en el Baño, por Guido Reni
Fuentes:
The Church and Rape Culture por Gina Messina
Purity Culture as Rape Culture por Dianne Anderson