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domingo, 12 de octubre de 2014

La revolución Neolítica. Los primeros pasos para la privatización del Conocimiento.

La “Revolución Neolítica”… Nadie puede poner en duda que el episodio social que aconteció primeramente en Oriente Próximo pueda ser considerado como una “mala idea”. Tal es así, que supuso una salida, tras un duro acontecimiento climático, para la supervivencia de parte de la raza humana. Si bien hoy, y generalmente,  se  tiende a pensar que la “tecnología” que acompañó a éste episodio decisivo fue realmente innovadora, caso de la domesticación agro-pecuaria, tal propuesta no deja de estar, como así parece ser, bastante lejos de la realidad. De hecho, posiblemente, estas técnicas ya fueran conocidas, aunque poco utilizadas ante la falta de necesidad de aplicarlas, y que sólo las circunstancias vitales de parte de grupos humanos exiliados pensaron en hacer sistemáticas.
Dentro del conjunto de adaptaciones psicológicas que la necesidad hizo compañeras del acontecimiento neolítico, el concepto de “Propiedad” fue una de ellas. El concepto de propiedad, en su acepción diluida de ajuares personales y otros elementos básicos, es de razón que ya existiera en los grupos de cazadores-recolectores de Paleolítico. También se argumenta la existencia de un primario comercio de intercambio de bienes materiales y/o conocimiento, y que de alguna manera podemos definir como bienes “fabricados por” o “conseguidos por la habilidad de” y que generalmente eran ajenos al hecho comunitario. Los métodos para conseguir alimentos mediante las primeras prácticas agrícolas o ganaderas neolíticas, debieron, por tanto,  tener la consideración de bienes afectos a esa misma idea. En definitiva, no hay que olvidar que se trata de alimentos no propiciados por la Naturaleza, sino, y en lógica apreciación, “fabricados” o “conseguidos” por la habilidad de alguien, por lo que serían libres de ser utilizados para el intercambio personal y con posterioridad  para el conjunto de la comunidad.

Reproducción de la tablilla del “Mito de Harab”. Periodo amorrito-babilónico, 1900-1600 a.c. BM O74329. British Museum
Otro aspecto relevante fueron los cambios en las creencias desde una “perspectiva horizontal” ctónica, donde todas los entes de la Naturaleza poseen una “esencia vital”, una personalidad, que se desarrolla bajo el concepto de la Fertilidad - Entendiendo “Fertilidad”  como desarrollo de la Vida y sus destinos dentro de la propia Naturaleza - , y que se unía a una tradición humana de conocimiento adaptativo, reflejada en los rituales y recordatorios, hasta desembocar en una estructura de tipo “vertical”. Pretéritas ayudas mnemotécnicas escenificadas que estarían supervisadas desde el “Otro Lado de la Vida” por el conjunto de sus proveedores, los “Antepasados”, y que se reescribirían, hasta su abstracción, en un ser divino afecto a las habilidades  y necesidades  sociales imprescindibles propias de  las emergentes actividades de la agricultura, la ganadería, o bien de ambas.
«[Harab,] en los primeros [inicios, tomó a la Tierra como esposa,] para poseer una familia y establecer señorío [como su corazón le instaba:] “¡Nosotros roturaremos la tierra baldía del país! . [Por] hacer surcos con la hoja de su arado, provocaron que la Mar fuera creada (y) [esos sur]cos [mis]mos provocaron el nacimiento de Samuqan (domesticación del ganado). La “For[taleza] del Ayer”, Dunnu, entre ambos levantaron. [Har]ab dióse el título señorial para Dunnu, pero la Tierra volvió el rostro hacia Samuqan, su hijo, y le dijo: “Ven, ¡Deja que te ame..! Samu[qan] tomó a Tierra, su madre, como esposa, y a Harab, su padre, mató, y en Dunnu, la que aquel amó, le hizo morar; Así, Samuqan [to]mó posesión del señorío de su padre, y a la Mar, su primera (como ajada), [to]mó como esposa. Pero Gaiu, el hijo de Samuqan, vino, y mató a Samuqan, y en Dunnu, en el mausoleo de su padre, le hizo morar. A La Mar, su madre, tomó como esposa;  que igualmente mató a Tierra, su madre. En el mes de Diciembre en su dieciseisavo día tomó título y reino. [Gaiu], hijo de Gaiu, tomó a Idu/El Río, su propia hermana, como esposa; a [Gaiu], su antecesor, y a la Mar, su madre, mató y [en el mau]soleo, les dió morada.  [En el mes de Enero] en su primer día , se [apoder]ó del reino y de su soberanía para si. [Kush, hijo de G]aiu to[mó a Ua-ildak (el pasto y el álamo), su hermana como esposa, propiciando la [pleni]tud del verdor de la tierra, (y) púsola a [disposición de aprisco y] cabaña [como pien]so para la vida salvaje y las criaturas trashumantes; de igual forma, p[uso]  ajua[res] a [disposición] de las necesidades de los dioses.  »Pasaje del anverso de la tablilla del “Mito de Harab”Siglo XXI-XVIII a.c. para copia del siglo IX a.c. de la ciudad de Sippar.  (Transliteración T. Jacobsen , 1984)
Sería lógico pensar que, la adaptación social y psicológica que conllevó  la progresiva ruptura con los hábitos paleolíticos de recolección y caza tuvo que ser traumática en lo plausible, y no cabe duda que, aquí, el papel de la mujer tuvo que ser determinante - Recordemos que una de las labores de la mujer paleolítica era completar las dietas alimenticias con pequeñas capturas, así como con alimentos de temporada -. Un hecho que queda reflejado en el “perfil” que mantenían las “diosas-madre” como representación de las dádivas de una Naturaleza salvaje, así como la necesidad  evidente de instrumentalizar una distribución de tareas que acentuaría el liderato de determinados poderes dentro del grupo en beneficio de la necesaria organización. Dicho esto, y como aclaración, habría que recordar que estudios realizados en sociedades primitivas actuales, advierten que los pueblos de cazadores y recolectores, que cuentan con un entorno de recursos suficientes para su manutención,  dedican muy poco tiempo al trabajo,  a diferencia de la dura labor de mantenimiento, protección/preparación y plantación/cría que supone mantener explotaciones ganaderas, agrícolas o mixtas, y que son exigentes de una plena dedicación a lo largo del año. Consagración que también conduciría a una inevitable especialización,  conduciendo a un incremento del circuito interno/externo de intercambio de actividades artesanas y profesionales , y que, como ya se ha comentado anteriormente y en el Paleolítico,  eran consideradas con derecho a emolumento  y por lo tanto fuera del acontecimiento comunitario. Pagos que eran “abonados”, generalmente, en alimentos u otros servicios y que, en definitiva, nos conduce a los principios  de la privatización del Conocimiento. como  un hito diferenciador, y de competencia, al servicio de la supervivencia individual, o gremial,  dentro de un grupo humano o fuera de éste. Conjeturas e hipótesis aparte, lo que resulta  evidente es que varias comunidades en un ámbito policéntrico (Abdulsalam, 1988), con zonas naturales propicias y en función de poseer todos o una cantidad crítica de argumentos acordes, proyectaron, en la Creciente Fértil, el principio del Neolítico.
« Enmerkar, el hijo de Utu, me ha dado una tablilla de arcilla, ¡Oh, señor de Aratta, después que tu hayas examinado la tablilla de arcilla, después que tu hayas aprendido el contenido del mensaje, dicho lo que vayas a decirme y anunciado ese mensaje en el santuario E-anna, como una buena noticia, a sus herederos (sacerdotes..) , los de barba resplandeciente!; Aquel que su “Brillante Vaca” (Inanna..) dió a luz en las “Montañas de los Brillantes Mē”, que se crió en el suelo de Aratta, que se le concedió el chupar (adquirir conocimientos..) de la ubre de la “Buena Vaca” y que fue adecuado para el cargo en Kulaba (Uruk), la “Montaña del Gran Mē”. A Enmerkar, el hijo de Utu, voy a repetírselo en su giparû (aposentos privados y sagrados..) y el fructificará como un floreciente árbol-meš. A mi rey, el “Señor de Kulaba” ». Pasaje del texto en sumerio de “Enmerkar y el Señor de Aratta”, líneas 524 a 535 (Transliteración ETCSL. Oriental Institute, Oxford) 
Es de común acuerdo, la idea que el cambio hacia la vida, sobretodo, agrícola llevó a éstas comunidades del Oriente Próximo al sedentarismo, comenzando a parecer las primeras aldeas y poblados estables que, si nos atenemos al “dibujo” natufiense de Göbekli Tepe y sus asentamientos anexos, se formarían en torno a un conjunto socio-ritual posiblemente heredado del Paleolítico. Recintos de uso ritual y social que solían tratarse de zonas de alto valor cinegético y biotípico, ya que tenían la obligación de proveer de alimentos a los diferentes clanes reunidos durante sus convocatorias.  De ésta guisa,  podríamos afirmar que una cantidad indeterminada de núcleos urbanos posteriores fueran, en su origen, antiguos enclaves con tales construcciones rituales - Ejemplo sería la antigua ciudad sumeria de Eridu y que nos proporciona pretéritas evidencias, V milenio a.c, de una choza de mampostería que, en estratos posteriores incluye altares, nichos decorados, así como ofrendas de pescado (N. Postgate, 1999) – Emplazamientos, que constituirían su fundamental núcleo social y de gobierno. Y advierto de construcciones rituales y sociales, porque el concepto de “templo”, como centro religioso,  no debe ser utilizado hasta la plena instauración de los incentivos psicológicos afectos al hecho divino (J. Cauvin, 1994), así como a los principios del ordenamiento social en castas. Unos incentivos psicológicos que modifican los antiguos rituales paleolíticos, como fuente tradicional de conocimiento heredado y que regulaban multitud de aspectos sociales y económicos, para servirse de ellos como base teológica con el fin de dar explicación a la  nueva “organización del mundo” y el “acomodo vital”  del hombre en ese incipiente orden divino dentro de la Naturaleza. (J. Assmann, 2003). Creencias, ya religiones , que, en definitiva, exigen un sacrificio de autoinserción en las renovadas liturgias organizativas,  y, por ende, su obligación de sustentar tal mundo. Si a esto unimos el carácter punitivo, en lo divino, que estas creencias poseían sobre el incumplimiento de tales rituales – Incumplimientos que, la ancestral experiencia dictaba, conducían a hambrunas, enfermedades, enfrentamientos, etcétera  -,  encontramos una llave que asegura la aceptación, por parte de la fuerza de trabajo, de menesteres y obligaciones comunales, e impulsará a los “custodios” de tales rituales, los oficiantes, a la jefatura de los asentamientos.
Mas, y reafirmado lo anterior, puede parecernos que los incentivos y necesidades presentadas pueden parecernos escasas a la hora de presentar unos cambios sociales tan radicales, dando la sensación que se nos escapa alguna premisa adicional para completar una explicación mas exhaustiva . Siendo, posiblemente, tal circunstancia el anexionar la evolución del hecho propietario  con respecto al Conocimiento hasta su total monopolio templario en la época teocrática de Oriente Próximo. Si bien, y a efectos del relato, habría que decir que la organización teocrática , propiamente dicha, es posible que y como conjetura, como en otros aspectos, léase la escritura y en el Periodo de Uruk, provenga de la asimilación de otras culturas mas orientales y de ahí, su rápida institución en la Baja Mesopotamia.  De hecho, si tomamos en consideración tal posibilidad, sería mas factible entender los papeles dentro del panteón sumerio de dioses tales como Inanna y En-ki.
Según nos dicta C. J. Wagner, en sus inicios, la vida aldeana neolítica mantenía la organización social igualitaria, dado que  no se producían excedentes y todavía la división del trabajo no se realizaba a tiempo completo - Debido  a la imposibilidad de mantener reservas alimenticias duraderas y cuyo cambio fue paralelo al perfeccionamiento de la alfarería, técnicas  de conservación, y la construcción de silos -. Tales formatos contributivos, alrededor de la explotación agrícola como medio de subsistencia, favorecería la constitución de lazos sociales permanentes que se renovarán indefinidamente, fortaleciendo su nexo y solidaridad. Por ello, y debido a que la planificación y realización de las actividades recaía sobre grupo parentales, los representantes de los clanes familiares serían determinantes en la organización socio-económica, arbitrando de manera determinante, entre otros aspectos,  matrimonios y filiaciones.
Reconstrucción arquitectónica de estancia del asentamiento de Çatal Höyük. Periodo Calcolítico VII-VI milenio a.c.(Turquía)
Reconstrucción arquitectónica de estancia del asentamiento de Çatal Höyük. Periodo Calcolítico VII-VI milenio a.c.(Turquía)
Probablemente,  exista un relación directamente proporcional entre la sedentarización de las labores masculinas y la degradación del papel de la mujer en las sociedades neolíticas como consecuencia del abandono de sus laborales tradicionales, antes mencionadas, y la nueva división del trabajo por sexos .A ésta circunstancia habremos de añadir la acentuación de idearios como la “territorialidad”, en relación con el hecho propietario. Recordemos que aunque ya existía el concepto de “territorialidad” durante el Epipaleolítico Tardío en las zonas especialmente favorecidas, como contrapunto a los hábitat humanos menos afortunados que mantenían todavía estrategias paleolíticas – No hay que olvidar que las comunidades cuya existencia está vinculada al medio ambiente, la generalidad de los conflictos surgen por confrontaciones territoriales y en menos medida sociales -,  la evolución hacia el Neolítico ira acentuando tal comportamiento y que conduciría a  los principios de los conflictos armados. Escenarios que beneficiarían a la hegemonía masculina dentro de las sociedades, relegando prácticamente a la mujer a un roll reproductor y de intercambio, si no lo era a “botín de guerra”. Tal fue la evolución que, en el Neolítico de Oriente Próximo,  supuso la competencia por los recursos que, y en referencia a lo anterior, favoreció la concentración de miembros masculinos emparentados, formando emplazamiento regidos mediante formatos patrilocales, organizándose, así,  las comunidades agrícolas en torno al eje padres-hermanos-hijos, como modos de defensa ante las agresiones externas. Un comportamiento que dejaría finalmente en manos patrilineales la heredad de las explotaciones.
La progresiva articulación social entorno a la línea patriarcal, hizo que la base de las anteriores adaptaciones cognoscitivas rituales basadas en la supervisión de los antepasados, tanto hombres como mujeres,  así como sus rituales mortuorios, pasaran a ser privativos del género masculino. De tal manera, que, en ese momento, la preeminencia dentro de los diferentes consejos  se identificó  su prestigio con varones ancianos de línea descendientes del antepasado-héroe fundador del asentamiento o del conseguidor de sus logros en favor de la supervivencia. Mientras, el  anterior excelso papel ritual de las mujeres y las diosas-madres, quedaría redefinido a ser  foco de la Fertilidad, como garante de la descendencia, como causante de los conflictos, y como final recompensa para el vencedor.
Todavía, y por aquel tiempo,  éstas familias prominentes estaban desprovistas de poder económico y político, si bien gozaban de una autoridad familiar y  del ritualizado recordatorio social dentro de un contexto, todavía, comunal y de reparto igualitario. (Fied, 1974) Fue el progresivo aumento del tamaño de las aldeas y su urbanismo, léase Calcolítico, y la aparición de construcciones y “utilidades” de general servicio público, distintas de las domésticas,  las que encumbraron definitivamente  a los “conductores” de tales rituales a la gradual apropiación del conocimiento general, como  necesario soporte de tal necesidad organizativa.
«Detrás de los sobrenaturales seres de ésta estructura, como detrás de todos los seres sobrenaturales del resto, encontraremos  que allí ha habido, en todos los casos, una personalidad humana…» Pasaje de “Los principios de la Sociología”, Herbert Spencer, año 1876. d.c. Texto basado en las teorías del filósofo griego Euhemero, 320-260 a.c. sobre la primigenia naturaleza humana de los dioses del Olimpo de Tesalia.
Presentado lo anterior, el último paso lo constituyen las desigualdades implícitas, que dan las posiciones de prestigio, en las sociedades jerarquizadas y tienen una base exclusivamente económica y que, a la vez,  se retroalimentan: A mayor prestigio mayor riqueza y a mayor riqueza mayor prestigio.  Una situación que hará que paulatinamente los principales linajes, y que eran emporios agrícolas, tuvieran las mejores parcelas cultivables o cinegéticas. De hecho, el origen de las desigualdades sociales, y como ya conocemos,  no son otros que la acumulación de riqueza, la Guerra y la posesión del Conocimiento, que, en el último y en nuestros caso, era el acumulado saber ritualizado.
De ésta guisa, y como preludio a las teocracias, en las ya urbes mesopotámicas, tendremos un linaje principal, dentro de un consejo de preeminentes posiblemente emparentados, un fundador-héroe de la ciudad con igual línea dinástica que los anteriores y un culto a los ancestros. Resultado, al cabo de los tiempos: Una divinidad patronal.  Divinidad patronal que será fundamental en esa imprescindible  adaptación psicológica hacia sus conciudadanos y que blindará ese progresivo afianzamiento político, conseguido social y económicamente.
Así, los futuros templos mesopotámicos y sus ciudades funcionarán como centros de producción, basados en la ritualización de todas las actividades económicas y sociales.  Actividad que era administrada y dirigida por los sacerdotes en su papel de delegados del dios patronal,  que era el señor y propietario de los bienes y para quien supuestamente  iban dirigidos en su disfrute. Bienes y ganancias que, resulta evidente, disfrutaban “a posteriori” los componentes de la casta sacerdotal.  Una casta sacerdotal de tipo hereditaria. Rituales que  englobarían la reglamentación o ritos de las actividades y organización de los templo/s de la ciudad y que presidian desde la forma de purificar el recinto hasta la elaboración de productos artesanales, así como la normalización de las labores de enseñanza en las distintas ocupaciones y profesiones, incluida la medicina, que englobaban las prolijas actividades afectas a la divinidad.
Ahora, tal vez, entendamos mejor el “Mito de Harab”.
Referencias:
sargonid.blogspot.com.es
imágenes:
cdli.ucla.edu
en.wikipedia.com
http://www.lamentiraestaahifuera.com/2014/09/26/la-revolucion-neolitica-los-primeros-pasos-para-la-privatizacion-del-conocimiento/