Los masones como artífices de la Revolución, el destino de traición y olvido para los hombres de la Junta, la resistencia de Mendoza. Lo que no te contaron en la escuela.
La Revolución de 1810 transformó la realidad de la época, ¿pero fue realmente una revolución?, ¿cómo fue la trama del proceso que llevaría a los conflictivos hechos de la Semana de Mayo?, ¿quiénes fueron realmente los protagonistas del 25? En esta nota intentamos iluminar algunos aspectos ocultos, o escamoteados, por la historia "vieja" oficial argentina.
1) Cintas blancas y rojas
Era viernes. En la mañana del 25 en la Plaza de la Victoria había parte de las tropas y no más de mil personas. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas, pero French y Beruti repartían cintas blancas y rojas, colores que simbolizaban la unión entre americanos y europeos. Según otra postura, el color blanco representaba la paz y la roja a la guerra. Un grupo de jóvenes, enviados los morenistas, gritaban consignas para alentar a la gente.
2) Pocos paraguas y a oscuras
El viento y la garúa constantes habían hecho que la gente se retirara de la plaza y los que se quedaron, un centenar de personas que soportaban el clima durante la tarde, se protegía bajo los aleros de las casas y galerías aledañas. La lluvia impedía que se encendieran las luminarias; las candilejas y faroles alimentados con aceite de potro o de bagual se apagaban, por eso se abrieron los postigos de todas las ventanas iluminadas desde el interior de las casas con candelabros. Muy pocos tenían paraguas, un artículo caro y de lujo, importado de Inglaterra y que vendía una sola tienda.
3) Mujeres
Un grupo de damas entusiastas que conocían los secretos de la revolución desde hacía tiempo, entre ellas, las mujeres de la familia Vieytes, estaban en la Plaza de la Victoria, mezcladas con la multitud. Cinco días antes Casilda Igarzábal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña, junto con otras mujeres instó a Cornelio Saavedra a oponerse a Cisneros.
4) En nombre del rey
La Primera Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Para algunos era una estrategia a la que llamaron la "máscara de Fernando". Pensaban que todavía no había llegado el momento. Los revolucionarios fueron conservadores, no declararon la independencia. En el Río de la Plata se siguió jurando en nombre de Fernando VII con la bandera española flameando en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1815. La emancipación formal llegaría el 9 de julio de 1816. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias: Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos.
5) La Primera Junta, un acuerdo político
La composición de la Primera Junta, en realidad, la Segunda Junta, surgió de un escrito presentado por French y Beruti respaldado por un gran número de firmas. En el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, el pueblo había votado la destitución del virrey Cisneros y pidió al Cabildo asumiera el poder y nombrara una Junta. Pero el Cabildo interpretó esto a su manera y nombró una Junta presidida por el ex virrey. Fue un escándalo: esta Junta renunció el 24. El 25 de mayo, por la presión popular, se nombró una Segunda Junta. Los nombres de sus integrantes fue el resultado de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas, los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. Saavedra y Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las invasiones inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más problemática.
6) Más un cambio de gobierno que una revolución
En 1810 Buenos Aires tenía una población de 45.000 habitantes, los sectores populares estaban formados por grupos muy amplios y heterogéneos de personas, incluidos los esclavos, que trabajaban como artesanos, peones, jornaleros, vendedores ambulantes y demás. No se puede saber con exactitud cuántos de ellos participaron en el movimiento revolucionario porque no hay documentos. De ahí que los historiadores concuerden en la idea de que el 25 de mayo no se produjo una revolución sino que a partir de esa fecha el proceso revolucionario comenzó a dar sus primeros pasos.
7) No fue una revolución popular
Uno de los mitos sobre la Semana de Mayo es que se trató de una revolución popular. Lejos de ello fue una revuelta de un sector de la clase decente de criollos y españoles adinerados que temían la participación de la chusma tanto como los partidarios del virrey. Por eso, cuando las cosas arrancaron en la dirección incorrecta y Saavedra y Castelli insólitamente aceptaron el 24 de mayo integrar una Junta presidida por Cisneros, en una actitud que parecía una la traición, Beruti, líder de los chisperos que integraban la temible Legión infernal amenazó con que tañiría la campana del Cabildo para convocar al pueblo. El susto de los españoles y criollos, partidarios y contrarios de la continuidad del virrey, hizo que todo volviese atrás.
8) Fue resistida en Mendoza y otras provincias
El haber derrocado al virrey y a la junta que en principio se había formado para representarlo, reemplazándolos por la Primera Junta fue algo escandaloso para muchos y por lo tanto las primeras reacciones en el virreinato ante lo sucedido fueron disímiles. En Córdoba se armó una contrarrevolución presidida por Liniers; Mendoza tuvo algunas reticencias en aceptar a la Junta; en Salta hubo muchas discusiones; la resistencia fue activa en el Alto Perú, Paraguay y Montevideo. Mendoza en un primer momento dudó pero luego apoyó a la Revolución. Nuestra provincia no tuvo durante los primeros años un peso determinante y se limitó a enviar a sus diputados a la Junta, entre ellos, Tomás Godoy Cruz. Adquirió un peso mayor a partir de 1814 y cuando el plan de San Martín se empieza a ejecutar desde Mendoza y se instala aquí con una base fuerte..
9) La Masonería estuvo detrás de la Revolución de Mayo
9) La Masonería estuvo detrás de la Revolución de Mayo
Según algunos historiadores el movimiento de mayo de 1810 fue promovido por dos logias masónicas: La Logia Independencia y la Sociedad de los Siete. La primera nació en 1810 y estuvo presidida por Julián Alvarez: esta logia habría servido de base para la creación de la Logia Lautaro de San Martín y Alvear. La Sociedad de los Siete nació con el movimiento revolucionario del 25 de mayo de 1809 (ocurrido en Chuquisaca y que fuera antecedente del 25 de mayo de 1810), y llegó a tener nueve miembros: Matías Irigoyen, Castelli, Chiclana, Donado, Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Vieytes, Belgrano, y Beruti: todos eran masones. La mayoría de ellos tuvieron participación fundamental en las reuniones de la jabonería de Vieytes, en el Café de Marco (las dos cocinas de la revolución), y en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. De los nueve miembros de la Sociedad de los Siete, tres formaron parte de la Primera Junta: Paso, Castelli y Belgrano. Esta sociedad secreta fue un desprendimiento de una logia anterior llamada Logia San Juan de Jerusalem, que tenía entre sus miembros a Peña y Vieytes, quienes iniciaron en dicha logia a Belgrano, Beruti, Paso, Saavedra, Alvarez Thomas, y a los tres hermanos Balcarce. Otros historiadores sostienen que las logias mencionadas nacieron de influencias de logias inglesas durante las invasiones a Buenos Aires en 1806 y 1807.
10) Enfermedad, traición y olvido para los hombres de la Junta
Saavedra: Fue destituido, y luego restituido en sus grados militares. Estuvo un tiempo confinado en Arrecifes y luego volvió rehabilitado para desempeñar cargos militares de escasa importancia. Murió absolutamente olvidado.
Moreno: Su paso por el poder fue efímero pero intenso. Murió en alta mar en una fragata inglesa, cuando viajaba a Londres a cumplir una misión encomendada por la Junta. Su hermano Manuel siempre sostuvo que Mariano fue envenenado por disposición de sus enemigos.
Paso: Desempeñó cargos importantes durante mucho tiempo y militó en la Masonería en mayo de 1810. Murió en 1833 a los 72 años, y en el más absoluto olvido.
Alberti: Durante una acalorada reunión en el Fuerte el sacerdote murió de un síncope el 2 de febrero de 1811. Tenía 48 años.
Azcuénaga: Fue el único miembro de la Junta que tuvo una vida feliz y tranquila junto a su familia. Murió en 1833 en su finca, donde actualmente se encuentra emplazada la Residencia Presidencial de Olivos.
Belgrano: Murió en 1820 de múltiples enfermedades y en la más absoluta pobreza. Su lápida fue confeccionada con un mármol de una cómoda perteneciente a su hermana. No tenía dinero ni para su funeral.
Castelli: Fue procesado militarmente por su actuación en el desastre de Huaqui y por sus diferencias con Viamonte. El 12 de octubre de 1812 murió en prisión víctima de un cáncer de lengua provocado por la quemadura de un cigarro. Fue el principal orador del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.
Larrea: Fue un comerciante que ganó y perdió varias veces su fortuna. En 1847, desesperado por no poder levantar un pagaré, se suicidó de un navajazo.
Matheu: Luego de ocupar algunos cargos, en 1847 se alejó de la función pública por su estado de salud y se dedicó hasta sus últimos días a ser un comerciante de bajo perfil.
Fuentes: Diario de Buenos Aires 1810, de Roberto L. Elissalde; Historias argentinas de Pacho O'Donnell; Hombres de Mayo. Quiénes hicieron la Revolución, de Ricardo De Titto; La masonería: política y sociedades secretas,de Emilio Corbiére; Buenos Aires de Fiesta. Luces y sombras del Centenario, de Ricardo Warson, Lucas Rentero y Gabriel Di Meglio.
Patricia Rodón
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