Durante el siglo XIX varias potencias europeas se lanzaron sobre el continente africano, repartiéndoselo en zonas de influencia. Este proceso, rápido y despiadado, perseguía la explotación económica del territorio.
Tras la Segunda Guerra Mundial surgieron movimientos independentistas a lo largo de todo el continente. Nacieron así los países africanos modernos, pero el colonialismo y sus arbitrarias fronteras rompieron el tejido social, étnico y religioso de los pueblos autóctonos. Hoy, África sigue desangrándose por conflictos derivados, en parte, del reparto arbitrario del territorio.
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